Julia Navarro anda exhausta: acaba de dar a luz a tres hijos literarios y bien que duelen, también ahora que empiezan a andar. Fernando, Catalina y Eulogio son los protagonistas de Tú no matarás (Plaza & Janés), su último trabajo, una novela de perdedores, un homenaje a los libros, una autopsia de la culpa, la venganza y la conciencia -todo a la vez-. Los tres jóvenes escapan de una España azotada por la Guerra Civil para así huir de sus propias circunstancias y arrancan una travesía por la Alejandría de la II Guerra Mundial, el París ocupado, Lisboa, Praga, Boston y Santiago de Chile. “Madrid lo elijo para contar cómo fue la posguerra en España: todo un país desolado donde los perdedores no sólo perdieron la guerra, sino el futuro”, cuenta. “De Alejandría me enamoré sin conocerla, leyendo El cuarteto de Alejandría de Durrell. París es la última etapa del viaje: cuando los protagonistas creen que están más cerca de su Ítaca interior”.
Niega Navarro que el “tú no matarás” del título tenga connotaciones bíblicas -ahí el quinto mandamiento-, sino del todo éticas: “Mi reflexión es que ningún hombre puede volver a ser el mismo si le quita la vida a otro hombre”, desliza. Y, ¿qué opinión le merece a la autora el debate abierto sobre si se puede -o se debe- escribir con objetividad sobre la Guerra Civil? “A ver, se ha escrito con objetividad sobre la Guerra Civil: lo han hecho los historiadores. La novela es otra cosa, pertenece al mundo personal de cada escritor, y ahí no se debe exigir ser objetivo. Yo no lo soy. No puede haber un canon para escribir una novela: mis personajes están en en lado republicano y ya está, pero… también es cierto que no se puede ser permanentemente políticamente correcto, porque terminamos renunciando a la libertad”.
Lo comenta también en cuanto a la polémica de si la literatura debe ser moral o inmoral. “Me inquieta mucho esto, especialmente porque no se pueden juzgar las cosas del pasado en el presente. No se puede venir ahora a enmendar la plana a Nabokov por haber escrito Lolita. Es un ejercicio inútil. Pero ahora la gente tiene miedo de lo que puede escribir”.
Elogio de la Transición
A propósito, ¿Franco ha muerto? “Franco está afortunadamente muerto y enterrado y la sociedad española está mirando hacia el futuro. Llevamos años haciéndolo. Otra cosa es que sea de absoluta justicia que se le saque del Valle de los Caídos y su familia le entierre donde quiera. No me parece normal que un dictador esté enterrado con sus víctimas, es una anomalía que corregir cuanto antes. Me resulta insoportable que Franco esté en un mausoleo público”.
Adela, uno de los personajes secundarios de su novela, regresa a Madrid tras la muerte del dictador y observa los primeros pasos de la Transición española. ¿Por qué cree Navarro que hay quien opina que ese proceso fue una chapuza? “La Transición fue una obra colectiva. Fue una decisión de la sociedad española, no de cuatro políticos, ¿sabes?, eso no es cierto. Se hizo por el empuje y el deseo de la mayoría. La mayoría quería pasar esa página terrible de la historia de España de la guerra civil y el franquismo. Y empezar a vivir en un país con libertades, en un Estado democrático. Esa es la apuesta mayoritaria que hizo la gente hace 40 años”, relata la autora.
“En mi opinión, la Transición se hizo razonablemente bien. Yo creo que la Transición no se ha explicado suficientemente bien, en algún momento la dimos por hecho y no la relatamos bien a los más pequeños… hay un enorme desconocimiento sobre el tema, pero no por eso tenemos que ponernos otra vez en la casilla de salida. Con todos los problemas de España, con sus luces y sus sombras, el balance es mucho más positivo que negativo”, reflexiona. “¿Si monarquía o república? Ese es otro debate. No sé si todo el mundo quiere hacer la revisión. Yo soy racionalmente republicana, pero la monarquía nunca me ha molestado durante estos años. Ha sido útil. También hay países republicanos que son absolutas dictaduras. Son otras cosas por las que hay que juzgar la calidad democrática de un Estado”.
Ser o no ser best-seller
Julia Navarro empezó a escribir este libro a finales de 2013, pero lo metió en un cajón porque no se sentía “emocionalmente capaz de seguir adelante”. Lo escribió picoteando también Historia de un canalla, pero le costaba avanzar. “A mí el tema del exilio, los ecos de la Guerra Civil… me costaba mucho abordarlos. Para mí ha supuesto un enorme desgaste. De hecho, al terminar de escribir la novela, tuve dudas sobre la publicación, porque no me apetecía participar en los debates que hay ahora”.
¿Será también best-seller, o no le gusta esa palabra por el componente peyorativo que arrastra? “Yo no soy best-seller, eso es una solemne majadería: nadie te garantiza que un libro se va a leer. Lo único que significa es que se vende mucho. Cada libro es tirar una moneda al aire. Y sí, ese tono peyorativo se tiene en España, pero no en el mundo anglosajón. También te digo: yo estoy contenta de vender libros, no me voy a lamentar por hacerlo. En España parece que si vendes libros, estás haciendo algo mal, siempre están mirando de reojo al vecino. A mí me da igual lo que diga la gente”, comenta. “Prefiero vender muchos libros y estar tres años y pico escribiendo después, tranquilamente, a que no se vendan”.