El cartel de la ilustradora Sara Morante para la Feria del Libro 2019 se basa en dos ideas: una, el protagonismo del lector, de la lectora. Otra, el desprecio a la censura. Ahí una mujer con el cabello recogido y los ojos verdes, medio vidriosos, vistiendo una camiseta con la gran ola de Kanagawa y aferrándose a un libro que arde con un brazo pálido, marcado por las venas. De alguna manera, como si su propia sangre la condujese hacia un hambre de ficción o de no ficción, de cuento o de poesía, de ensayo, de biografía o de reportaje.
Cuenta Morante a este periódico que para ella lo fundamental era “homenajear a los lectores”: “Hace diez años que conozco la Feria del Libro de Madrid y siempre me sorprendió cómo se acercaban los lectores a las casetas, cómo interactúan con los editores, la familiaridad con la que se tratan… ese lector que trata al libro de tú, sin miedo, sin pudor”. Se trataba de desacralizar el libro. De bajarlo del pedestal. De sumergirse en él, de no convertirlo en un objeto de museo.
La llama del libro es un guiño a Fahrenheit 451, la novela distópica de Ray Bradbury que dibuja una sociedad estadounidense del futuro en la que los libros están prohibidos. Si se encuentra uno, se quema. Esa idea le vino a la ilustradora por lo acontecido con Fariña, de Nacho Carretero, que fue secuestrado por orden de una jueza. “Me resultó muy inquietante y me hizo pensar en la situación tan vulnerable de los libros. Que sean eliminados porque no te gustan… que no haya pluralidad. Quise defender la libertad de circulación de los libros”, comenta. “Como lectores tenemos mucha responsabilidad. En su momento celebré la reacción ante la censura tanto de libreros como de lectores”.
¿Qué opinión le merece a la ilustradora la nueva revisión de obras como Lolita, de Nabokov? ¿Se están confundiendo los relatos de ficción con el pensamiento integral de sus autores? “Bueno, Lolita es uno de mis libros favoritos. Yo creo que el escritor es dueño de lo que escribe y los lectores, de lo que leemos, es decir, leemos con lo que tenemos dentro, leemos con nuestra propia interpretación. Me parece una obra alucinante porque consigue que te enganches a una lectura extensa a pesar de que el protagonista está narrando en primera persona que es un monstruo”, expresa. “No siento en ningún momento que sea apología de nada: es la voz de un pederasta”. Cree que todos somos libres de elegir lo que leer y lo que no, pero rechaza la idea del boicot que persigue la incorrección.
Procura llamar al “pensamiento crítico”: “Este cartel lo he hecho en un 90% como lectora y en un 10% como ilustradora”. ¿Qué hay de la ola; de ese choque entre el fuego y el agua? “Era un guiño a la historia del arte, en forma de la gran ola que se relaciona con la cultura japonesa. Esa obra traspasa las fronteras y el tiempo, además tiene una historia muy bonita: habla del tesón de un artista que pasó años en una situación personal y económica muy complicada y se dedicó a construir la ola perfecta. En 2019 esa ola sigue teniendo la misma fuerza: ha salido de los museos, se ha vuelto popular, tiene hasta un emoji”.
¿Trata el cartel de este año de seguir la estela feminista de la pasada edición de la Feria, cuando la artista Paula Bonet abanderó a las escritoras? “Sí. La mujer es un símbolo perfectamente universal. Representa lo universal. Sigue el hilo del año pasado, pero esta vez en la faceta de lectora. Cuando voy a presentaciones de libros, a conferencias y charlas culturales, veo muchísimas mujeres. Es cierto lo que decía Anne Lister: llevamos siglos leyendo a los hombres y ellos no nos lo han devuelto”, sostiene. “Por suerte, cada vez me es más fácil encontrarme recomendaciones de autoras. No creo que el movimiento sea efímero, ni una moda: es largo plazo y es muy positivo”.