Hay un hombre en España que lleva 32 años sin escribir un poema de amor. No sabe si porque no ha encontrado “ese fuego que es el amor” o porque no ha topado con “la forma de traducirlo”. Quizá no se ha enamorado en sentido convencional: es complicado. Hay un hombre que sabe que “cocinar para sí mismo es diferente a cocinar para uno solo”, que “dependemos de un músculo”, que “hay gente que ha muerto de esto”. Esto es el conflicto del cuerpo, la fantasía silenciosa, el Morbo legítimo (Bandaaparte), que es como titula su primer poemario el Niño de Elche, el ex flamenco más problemático, heterodoxo, punzante e incómodo del panorama artístico patrio. Acostumbrado a generar inquinas y admiraciones, hoy escribe sobre eso que todos tenemos en común: el pulso erótico. El deseo subterráneo que nos democratiza, cordón umbilical último de todas las ideologías.
El libro está compuesto de darditos pequeños, de ideas escuetas y espinosas, de saliva y vísceras hechas relato corto. Arranca citando a San Agustín -“Ama y haz lo que quieras”-, a Paul B. Preciado -“El amor es cruel y egoísta”-, a Ernesto Cardenal -“Vaya yo donde no hay muerte, que fue donde me quisiste”- o a Plutarco -“El morbo es la desobediencia de la razón”-. Ese es el concepto vertebrador de la obra: el morbo, con sus dos acepciones, tanto la formal, que se refiere a la “enfermedad o alteración de la salud” como a la coloquial, “atractivo que despierta una cosa que puede resultar desagradable, cruel, prohibida, o que va contra la moral establecida”.
Morbo y corrección política
Son tiempos raros para el morbo: los años de la corrección política, los años de la ley sin ley, del imperativo social. ¿Cómo se puede ser biempensante en el sexo? ¿Cómo desear sin ápice de violencia, de contradicción, de oscuridad interna? ¿Podemos ambicionar el placer de alguien sin ser un poco impertinentes, un poco egoístas, un poco perversos? Lo resumía con arte Woody Allen: “El sexo sólo es sucio si se hace bien”.
Niño de Elche se siente identificado con los dos conceptos que dan título a su libro: “Hay una acepción de ‘mórbido’ que yo conozco bien. Ahora no soy tan gordo, pero he sido mucho más gordo… y me interesaba hablar de cómo condicionaba eso el mundo del morbo, del erotismo, de la sexualidad. También está el morbo como código cultural. En los poemas voy enraizando esas dos ideas: la legitimidad que tiene el morbo sobre unos cuerpos y sobre otros. Como sabemos, la sociedad nos recuerda que hay morbos que no son legítimos...”.
Dice el artista que hay morbos que “no es que sean ilegales, es que no son legítimos para lo social”: “El título también habla mucho de ampliar ese morbo, que puede parecer a veces excéntrico y cruel o pasado de vuelta. No obstante, el morbo nunca se refiere al mundo material. El morbo pertenece al mundo de la imaginación y del deseo. Pero incluso eso está ahora mal visto. Hay conflictos morales”.
Se refiere al pánico social que generan dramas tan sensibles como la violencia sexual. Comenta: “Un amigo mío decía, hablando de los pros y contras del Me Too, tras La Manada y todo esto...: ‘¿Qué chica va a encontrar ahora a nadie para hacer una orgía qué chico se va a atrever?’. O esta cosa de la edad… no sé, yo recuerdo aquella polémica de que Sánchez Dragó había mantenido sexo con unas chicas de 15 años. Luego negó la mayor y tal. En cualquier caso, la línea del morbo se cruza con la línea de la ética. Cuando lees al Marqués de Sade ves que te ponen en envite”.
Recuerdos y diversos géneros
En algunos textos no queda claro si la persona que Niño de Elche desea es hombre o mujer. “Eso no es importante para mí. Que sea mujer u hombre nunca me ha importado… Yo me ponía a escribir un relato y surgía un tipo de placer, da igual de quién viniese. Hombres y mujeres, bienvenidos son”. En el libro juega con recuerdos y géneros: “Tú cantabas por la lucha obrera junto a la utopía del internacionalismo socialista y yo por nuestra derrota colectiva. Tú por el feminismo y yo por la teoría queer. Te definías como un trotskista aunque no eras más que un ser que sentía el pico el comunismo calvado en su sien (…) Dejaste a tu novia porque no podías dejarte a ti mismo. Yo te desnudé los prejuicios. Nunca encajaste en la normativa, incluso cuando las normas eran propuestas por ti. Horas y horas sentados en la cama hablando de una revolución que, al igual que nuestras relaciones sexuales, nunca llegó”.
En otra ocasión se pilló por su entrevistadora de una radio local. Casada. Mucho antes, siendo niño, se rozó con otro crío en el cuarto donde el padre guardaba el pienso de las gallinas. “El intenso olor animal del acto es lo que ha hecho que hoy te recuerde como mi primera vez, pese a no cruzar el umbral de la pureza. Cuando no cumplíamos la norma, nuestras familias nos tildaban como ‘adanes’ (…) En el teatro del hombre y la mujer, yo sería Adán porque lo puedo verbalizar. A Eva nunca la dejaron hablar, ¿verdad?”. Ahí lo deja.
El placer de la violencia
¿Cuál ha sido la fantasía más rocambolesca que ha tenido él; una de esas que le hacen a uno plantearse la propia identidad? “Alguna relacionada con la violencia. La fantasía de violación es muy erótica y tiene mucha fuerza. No tanto la violación como penetración en sí, sino el forcejeo. El porno que puedo ver seguramente no tenga tanto que ver con la vejación sino con esa tensión física. Intervienen muchos agentes, claro: por supuesto en la vida real sería impensable una relación no consentida, pero en mi morbo, en mi cabeza, me gusta, porque es mi imaginación. ¡Y es legal!”, ríe. “Ahora quieren eliminar el porno porque dicen que se reproduce lo oque se ve. Yo creo que no es del todo cierto que haya gente que se inspire en el porno para cometer atrocidades o ilegalidades. No se debe estigmatizar al porno”.
Escribe: “Amor esporádico. Hoy hablé con mi padre”. O: “Me debato entre la electricidad y la carne”. O: “Me encantaría follarme a tu ego”. O: “Pago por superar mis complejos”. O: “El sudor nos hacía libres”. O: “Ponerse de rodillas siempre equivale a rezar”. O: “Besándonos apasionadamente en las calles me di cuenta de que no soy libre”. O: “Demostración de amor. Me trajiste un postre con una cuchara”, en alusión a su anterior libro No comparto los postres. O: “Saber de ti es negar el mundo”. A veces duelen: “Trabajas para un diputado italiano en el Parlamento Europeo en Bruselas. Ahora entiendo por qué la chupas tan bien”, escribe Niño de Elche.
Prostitución y sumisión
Hablando de las problemáticas que surgen entre el sexo, la moralidad y la legalidad, ¿qué opinión le merece la prostitución? ¿Es abolicionista o regulacionista? “Yo apoyo la legalización de la prostitución. Ahora mismo es la única forma de poder acabar con las mafias o de reducirlas. Quiero la seguridad de las prostitutas y de los prostitutos, por cierto, que de ellos nunca se habla, pero están ahí y también necesitan garantías. Es importante que tengan seguridad social y policial, que se les considere trabajadoras y trabajadores, que no estén estigmatizados. Si todo esto sucediese, ya sabríamos quién tiene realmente la libertad de elegir de dedicarse a eso o no. La ilegalización no conduce a nada: al revés, perpetúa el estereotipo”.
Hay un poema llamativo: “Amor mío, no quiero verte. Te ofreceré mi boca entre los agujeros de una pared”. ¿Qué importancia tiene la sumisión en el sexo? “Este verso está inspirado en un librito que encontré de textos populares de mujeres de países árabes. Parte de la mujer árabe es muy sumisa. Me imagino que cuando eres sumiso, por una cuestión de fuerza cultural y social, dentro de esa cárcel también tratarás de encontrar nuevos morbos”, reflexiona. “Dentro de los roles encuentras morbos. Se dispara un mecanismo de defensa para encontrar morbos dentro de tu tragedia. A mí, últimamente no me gusta la sumisión, prefiero la posesión, pero es algo que depende del estado de ánimo”.
¿Cuánto tiene que ver el sexo con la belleza? “Mucho, pero habría que reflexionar acerca de lo que es la belleza. El sexo tiene más que ver con el morbo que con la belleza”. ¿Y con la inteligencia? “Mucho. También con la ‘no inteligencia’. Tengo un amigo al que le pone muchísimo la ‘no inteligencia’”. ¿La estupidez? “No es exactamente lo mismo. Si no no inteligente… incluso, no es mi caso, hay gente a la que le pueden poner personas con deficiencias mentales o problemas psíquicos”.
¿Y cuánto tiene que ver el sexo con la ideología? “Bueno, es que en España se contraponen las ideologías como bandos, pero yo no entiendo el sexo como un campo de batalla sino como un campo de amor. Es cierto que a veces el amor no es tan romántico, sino que tiene algo de contraposición. Eso podríamos preguntárselo a Nacho Vegas y a Andrea Levy. Hay gente que con este tema se echa las manos a la cabeza, pero creo que es algo mucho más cercano a algo que podemos entender todos”.