Belén Gopegui: “La derecha se adueña del pasado porque no puede reivindicar el presente”
Belén Gopegui presenta su última novela Existiríamos el mar (Penguin Random House). Una reflexión sobre la explotación, el trabajo y los lazos entre quienes comparten piso y vida en común pasados los 40 años.
23 septiembre, 2021 02:48Noticias relacionadas
En su abecedario, Gilles Deleuze dedica la letra C a la cultura, definiendo la escritura como un acto universal. Un oficio que nos une al resto de la humanidad y que nunca puede ser tratado como un asunto menor, personal o minimizado. De esta visión bebe Existiríamos el mar (Penguin Random House), la última novela de Belén Gopegui. Un libro atravesado por la espina dorsal de las condiciones laborales y políticas, atendiendo a las grietas por las que escapan los brillos de la ternura y los afectos de sus protagonistas.
Lena, Hugo, Camelia y Jara conviven en el número 26 de la madrileña calle Martín Vargas. A sus cuarenta años la necesidad les fuerza compartir casa junto con sus problemas personales y laborales. De esa situación surge "la posibilidad de quererse y apoyarse de forma distinta", participando de forma coral de la solidaridad que vertebra sus vidas.
Jara, en paro y con una vida "en vilo", decide huir de la casa para dejar todo atrás. Es en este punto donde arranca la novela. Sin saber bien cómo ayudarla, buscándola o manteniendo su habitación intacta hasta que regrese. Los personajes de Gopegui "intenta vivir de otra manera", lastrados a un tiempo por unas condiciones materiales que les impiden ir "contra viento y marea". De sus conversaciones surge la crítica al trabajo asalariado, la obligación de jugar con unas reglas impuestas, sin espacios o foros en los que tratar de averiguar el 'para qué' de entregar una vida entera a la producción enajenada.
Gopegui se sorprende de que "algo que condiciona la vida de las personas en el periodo más amplio de su existencia no forme parte de una discusión pública". La autora hurga en la herida abierta del neoliberalismo, jugando con la retórica capitalista para hacer surgir un oasis de afectos y alegrías en medio de la tormenta. En la novela las nubes "emiten luz a préstamo perdido" y el "colchón económico altera la realidad" de unos personajes que deambulan entre la sindicación y el "cinismo universal" que rodea todo.
"Nos decimos 'tengo que trabajar para ganarme la vida y luego está todo lo demás'" explica la novelista, a lo que añade: "¿Cómo puede ser que luego esté 'todo lo demás' si hablamos de una etapa que ocupa la mayor parte de nuestra vida con jornadas que muchas veces rebasan las ocho horas?". La autora hace hincapié en que "no es la precariedad lo que preocupa sino la explotación", la causalidad entre ambas y cómo la primera termina por invisibilizar a la segunda.
De entre las páginas de la novela surgen reflexiones que se lanzan como un dardo contra lo establecido. "El paro hace que parezca encantador trabajar por cuenta ajena", reflexiona con pesar Ramiro, uno de los personajes, durante las sobremesas y conversaciones que Gopegui aprovecha para dibujar una realidad que les supera.
Existiríamos el mar funciona como una novela reflexiva e íntima al tiempo que lo hace como material inflamable en plena crisis económica. Entre la frontera "de lo que hay y lo que puede haber", combatiendo el "manual de instrucciones" que dicta la ideología dominante e intentando formular realidades alternativas, huyendo de pasados nostálgicos.
"El problema de la nostalgia está en que hablamos de sentimientos, no de proyectos políticos", explica a raíz de la polémica surgida con Feria de Ana Iris Simón. "Entiendo que cuando ella reivindica la vida de sus padres está hablando de dos funcionarios. Sin embargo, no hace un alegato por el aumento del funcionariado, que Telefónica vuelva a ser pública o que el servicio de Correos no se privatice".
La escritora hace hincapié en que el verdadero problema se encuentra en "quienes se montan en ese discurso y sus intereses". "Cuando la derecha se adueña del pasado lo hace porque ya no puede reivindicar el presente. Sería increíble que aplaudiesen la privatización de las eléctricas, nadie haría eso racionalmente".
Gopegui se queja de la falta de sindicación del sector cultural: "Ha habido un interés por que el sindicalismo no funcione, pero en el caso de la cultura hablamos de un mundo privilegiado y centrado en el ego". También señala las ayudas económicas destinadas a dopar una industria en constante desequilibrio, pendiente de los cheques que las administraciones y la empresa privada extienden para sobrevivir. "Hay una tendencia a beneficiar lo que ya funciona, podría darte una lista de cien personas con mucho talento que están escribiendo piezas periodísticas a diario, sin tiempo para escribir".
La solidaridad Existiríamos el mar huye de los lugares comunes y la retórica pandémica, aquella que exigía aplausos que "no se han traducido en una mejora de la vida de los sanitarios o las cajeras". Los habitantes del número 26 de Martín Vargas han sufrido los estragos de los recortes salariales y los horarios abusivos. "La solidaridad en estos personajes forma parte de una voluntad de vivir", explica su autora, una voluntad que se traduce en "no dejarse llevar", por complicado que eso pueda resultar.