Sr. Chinarro: “Todo el mundo quiere ser Vetusta Morla”
El artista publica disco y repasa los motivos que le han llevado a ser menos conocido en el pop español.
30 mayo, 2016 00:45Noticias relacionadas
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Antonio Luque (Sevilla, 1970) reside en Málaga (“allí pongo la lavadora y tengo un hijo”), pero llevas unas semanas viviendo en ninguna parte. Desde que salió su último disco, El progreso, está enfrascado en la “agotadora tarea de hablar de uno mismo” y embarcado en una gira por la piel de toro para cantar en directo las diez canciones que lo componen (e intentar que el crescendo final de la canción que da nombre al disco, un dueto con Soleá Morente, quede bien en vivo).
La carrera de Sr. Chinarro (su nombre artístico) se ha movido siempre entre el pop-rock ‘indie’, la poesía, el humor desencantado y el afán por esconderse: un deseo, este último, que le ha llevado a publicar discos donde no se escuchaba demasiado bien la voz ni se entendían necesariamente las letras (lo que le granjeó la etiqueta de “surrealista” en la prensa musical). Otras veces el acordeón sonaba demasiado alto o la sección rítmica era improvisada. Pero su ritmo de publicación nunca se detuvo: hoy, después de 22 años de trayectoria y 16 discos, Sr. Chinarro es uno de los ejemplos españoles más acabados de eso que se llama grupo de culto: bandas que generan seguidores incondicionales pero que, como confiesa él mismo, “no llenan las salas, salvo que sean muy pequeñas”.
Luque dice que “lamentablemente la mayoría de estos seguidores han tenido más inquietudes y se han ido al extranjero. ¡Están todos allí!”. Sus conciertos, no obstante, nunca están vacíos y han mejorado con los años. Cuando Sr Chinarro publicó El porqué de mis peinados (1997, un disco improvisado y con un duende “inexplicable” que figura entre los 100 mejores discos españoles del sigo XX para la revista Rockdelux), Luque ayudaba a envasar aceite en la empresa de su familia: “Había terminado la carrera, estaba un poco perdidillo y me venía bien ganar unas perras”. La prensa, sorprendida por sus letras inclasificables y la mezcla de sonidos oscuros de procedencia británica con folclore andaluz, le calificaba como "el señor más raro del pop hispano".
Poco después encontró un trabajo en una fábrica de Panrico: “Era una pesadilla... Cinco años estuve allí”. Durante ese lustro grabó Noséqué-nosécuántos, La ópera envasada al vacío, Cobre cuanto antes y El ventrílocuo de sí mismo. Luego le echaron: “Estaba hasta los cojones y lo hacía saber”.
Hay días que suenas mejor, días que suena peor, días que anda uno más centrado y te metes más en el papel, otras veces estás más flojillo
A Luque le han pedido alguna vez que vuelva a tocar El porqué de mis peinados en directo, entero, pero se resiste. Ha hecho todo lo posible por vivir de la música sin convertirse nunca en una estrella. “Nunca me he tomado esto con frenesí”, reflexiona en una conversación con este periódico. “Me gusta hacer canciones; una vez que las he hecho me gusta grabarlas, y una vez que las he grabado, si la gente quiere que las toque, yo voy, hago mis ingresos, pago mis facturas. Me gusta... Hay días que suenas mejor, días que suena peor, días que anda uno más centrado y te metes más en el papel, otras veces estás más flojillo. Es el camino que elegí, la vida que elegí, creo que es mejor que estar en una fábrica o envasando aceite”.
Cuando dejó la fábrica de pan, su amigo Jota (Los Planetas) le produjo El fuego amigo (2005), el disco del que está más orgulloso: se entendía todo, su lirismo costumbrista venía condecorado por colaboraciones como la de Enrique Morente y a Luque le convencieron para que cuidara más el sonido en los conciertos. La racha de entusiasmo le llevó incluso a meterse en el incipiente mundo de las redes sociales: “Fui de los primeros en tener Iphone, subir fotos, estar en las redes sociales, y te das cuenta de que son una trampa... Como te descuides y seas demasiado sincero acabas perdiendo fans. Es mucho mejor que sólo escuchen tu música y no acabar discutiendo sobre la caca de los perros en la calle”.
Fui de los primeros en tener Iphone, subir fotos, estar en las redes sociales, y te das cuenta de que son una trampa... Como te descuides y seas demasiado sincero acabas perdiendo fans
Luque retomó entonces el perfil bajo: “Chinarro ha tenido una voluntad casi sectaria desde el principio. Esa voluntad de masas… Es que no he sabido hacerlo, no va con mi manera de ser... No sé por qué funcionan los hipsters. Al final uno en la vida consigue realmente lo que quería, pero no todo el mundo se confiesa que quería eso”.
La vocación minoritaria de Luque parece impregnar toda su vida. Hasta las juergas: “No tengo muchas habilidades sociales, no me gusta ir mucho a fiestas grandes… Me gusta hacer grandes prospecciones en la noche, pero con poca gente... No sé si me explico. Se trata de descubrir secretos de la existencia y de otra gente, pero poco a poco. El tema de los festivales, por ejemplo... Si pudiera no ir al backstage no iría ni de coña. Atrás siempre hay cosas interesantes”.
Luque habla con EL ESPAÑOL desde Córdoba, donde ha sido invitado a unas jornadas poético-musicales. El disco se ha publicado y tiene buenas críticas: es menos anárquico. Se le nota la mano de Jota, su productor de nuevo. El músico vive entre conciertos, la promoción y las entrevistas. “Es agotador y no me gusta nada”, repite. “Pero luego eso se olvida, recibe uno los frutos del trabajo, paras, y ahí es cuando otra vez vuelves a tener calma para mirar el mundo y pensar si hay algo que añadir a lo que ya has contado o tiene que ser con otra vuelta. Ese es mi verdadero trabajo y lo que me gusta. Lo otro hay que hacerlo para poder comprarme otros vaqueros”.
Sr. Chinarro no sigue mucho la televisión y la prensa: “La realidad que comparte la mayoría de la gente es la que está ahí presente, claro, pero hay otras que están escondidas. Para revelarlas hay que encontrarlas, hacer antes un esfuerzo por buscarlas. Lo estándar, los medios de comunicación, es una realidad construida que compra mucha gente porque es más fácil de entender. Pero yo no quiero publicar noticias: yo hago canciones, intento que haya un impulso poético y describir casi visiones... Chamán no soy, nada de eso, pero un poco poeta sí me puedo llamar”.
Lo estándar, los medios de comunicación, es una realidad construida que compra mucha gente porque es más fácil de entender. Pero yo no quiero publicar noticias: yo hago canciones
Desde que llegó la crisis a España, sin embargo, sus canciones se poblaron de referencias políticas ausentes en sus álbumes de juventud. Ha publicado discos con títulos como Presidente, Menos samba o El Progreso y deslizado su compromiso antisistema bajo la ironía permanente de sus letras. “Yo también estoy harto...”, se justifica. “Observo lo que pasa aquí”. En su Sevilla natal, por ejemplo, opina que “contracultura queda muy poca: está toda en el Pumarejo, el barrio comunista de siempre, de donde salen los Pony Bravo. El resto es la cultura del Siglo de Oro: ya no queda nada del oro de las Indias, pero la gente se comporta como si siguiera estando allí Colón”.
Su faceta politizada muestra enseguida un desapego de la masa, coherente con su carrera artística. “Me dan mucho miedo determinados movimientos. Yo cuando veo gente que está muy convencida de algo, huyo. No me interesa: los políticos dan la impresión de estar muy convencidos y no me gusta ese tipo de personas”.
Me dan mucho miedo determinados movimientos. Yo cuando veo gente que está muy convencida de algo, huyo. No me interesa
En un país donde el periodismo y la política están “bastardeados”, Luque no caerá en la tentación de salvar al mundo de la música: “También está muy bastardeada… Todos quieren luego llenar salas e ir a los festivales más populares, todo el mundo quiere ser Vetusta Morla. También ellos ofrecen su visión, claro, pero están más cerca de la corriente, de la alternativa, que es prima hermana de la otra”.
A Sr. Chinarro siempre fue difícil adscribirle a una corriente. Se ha ganado el respeto de una minoría indefinida a base de versos, metáforas al alcance de los ‘happy few’ ‘(“ni tan happy ni tan few”, precisa) y unas melodías guitarreras pasadas por un filtro andalucista que ahora ya no se parecen tanto a sus tres bandas de referencia: Joy Division, The Smiths y The Cure. “Aquello eran las cosas de la edad, tenía 26 años y era una época chula: todavía había cosas que descubrir en el mundo...”
El sevillano con pinta de empleado bancario que escribía versos ensimismados sobre asuntos cotidianos, al que su abuela le regaló una guitarra por la primera comunión, ha logrado vivir de la música y cuenta los días para poder regresar a su vida doméstica y apacible (ya sin el aspecto de empleado bancario). “Miro qué se hace ahora”, cuenta sobre la escena musical contemporánea, “tengo canas en el pelo y en la barba, pero quiero ser un hombre de hoy... No me gusta nada la nostalgia. Es un sentimiento que procuro evitar”.
¿Se gana la vida holgadamente un músico de su segmento? “Hombre, depende de lo que gastes, de lo que definas por holgado”. ¿Poder vivir sin tener que hacer otra cosa? “Yo no hago otra cosa... No tengo coche, igual si me comprase uno muy caro o tuviese que ir al Bulli porque sale en la tele no podría”, bromea. “Eso sí: puedo estar ocho años perfectamente con los mismos pantalones vaqueros... Siempre que mantenga el tipo, claro”. El dinero y la fama no han sido (aparentemente) el motor vital de Sr. Chinarro. “Igual era encontrar mis doce apóstoles... Y mira, ya he encontrado alguno”.