“La madera me habla. Al tocarla, me dice lo que necesita. Y esa es mi guía para construir una guitarra, no lo que dicen las normas.” Mariano Conde habla de las maderas como si fueran carne y de las guitarras, como si fueran sus hijas. Áurea es la última y por tanto, la más querida. “No es perfecta pero es muy especial.” Conde cuenta los detalles de un año de trabajo conjunto con el pintor Javier Liébana para parir una pieza única. “Es la primera vez que se interviene una guitarra española. Algunas tienen firmas de artistas o un dibujo sobre la tapa o la trasera hecho a posteriori, pero ninguna se ha trabajado desde el principio como una obra de arte”, explica el pintor, el otro padre de una criatura a la que han llamado “Áurea” por el número algebraico que representa la perfección.
El Español ha podido ver y escuchar por primera vez un instrumento por el que ya suspiran los coleccionistas, pues forma parte de las “Guitarras del Poema”, piezas únicas con nombre propio que en lugar de la etiqueta de la casa, llevan estampados unos versos del propio Conde. Pero Áurea es distinta porque además de un objeto único, es una obra de arte, una que aún no tiene precio. Para hacerse una idea de hasta dónde puede ascender en el mercado, basta saber que las otras 39 que forman el grupo selecto de Conde se vendieron en su día por 9.000 euros cada una pero todas superan hoy los 20.000. “Lo sé de buena tinta porque recuperé la primera en una subasta. Me hacía ilusión que mi mujer la tuviera para siempre”, cuenta Conde de aquel instrumento al que llamó “Anhelo.”
Maderas de 50 años
El taller de Conde no es un museo. Sus guitarras están hechas para tocarse, también las especiales. “Esa fue la mayor complicación porque lo que hiciera sobre ella no podía afectar al sonido, ni hacer que la guitarra pesara más. Tenía que intervenirla sin perjudicarla en nada”, explica el pintor. En la parte trasera puede verse el resultado, que bien podría ser uno de los cuadros de Liébana, con láminas de estaño injertadas en la madera con esmero.
Áurea tiene la tapa de pino abeto, los aros y el fondo de palo santo de la India, el diapasón de ébano y el mango de cedro. “La madera es lo más importante. En nuestro almacén hay láminas que compró mi padre a mediados del siglo XX. El secado es primordial, casi tanto como saber qué hacer con ellas.” Liébana reconoce que manejar y conocer el material sobre el que iba a trabajar fue lo más complicado. “Fue una investigación de meses para tratar unas tablas que llevan curándose más de 50 años sin estropearlas”, explica el artista plástico, que también es guitarrista aficionado.
A Áurea también le han puesto una caracola de madera y hueso en la cabeza del mástil. Representa la concha de Nautilus y es otro guiño a las matemáticas. “Es por la sucesión de Fibonacci. Porque medí las proporciones que sigue Mariano para hacer sus instrumentos y descubrí coincidencias geométricas interesantes. Pero sólo es un detalle más porque lo que queríamos era hacer algo bello que sonara bien”, explica Liébana
La guitarra negra de Paco de Lucía
Cualquier de los clientes de Conde querría adoptar a “Áurea.” Porque de las manos de Mariano, de las de su tío, su hermano, su padre y ahora también de las de su hijo, han salido piezas para Paco Cepero, Tomatito, Vicente Amigo y por supuesto, Paco de Lucía. Desde que llegó a Madrid procedente de Algeciras, el autor de “Entre dos aguas” tuvo relación con el padre de Mariano. “Las guitarras que empleó Paco de Lucía en sus conciertos y grabaciones las hizo mi padre”, dice para desmentir informaciones que dicen que el autor fue Felipe Conde, hermano de Mariano. Aunque no quiere entrar en polémica también asegura que la última que usó el de Algeciras en conciertos y discos era una conde, no la que aparece en La guitarra vuela, documental patrocinado por Iberia. “Paco tenía muchas porque todos los guitarreros le regalaban una, pero él siempre prefirió las de esta casa para actuar y grabar.”
La primera que compró Paco de Lucía en el taller donde nació Áurea era de ciprés. “Una guitarra blanca, como se las conoce, que es la que entonces usaban todos los flamencos”, explica Mariano. Pero en cuanto el artista empezó a encontrar su propio estilo e incluso su propia postura (su característico cruce de piernas) le pidió al padre de Mariano una de palo santo, madera que entonces se empleaba sólo para las guitarras clásicas y que hoy conforma la base de “Áurea.” “Él innovó en todo, también en eso y con ayuda de mi padre ideó una ‘guitarra negra’ con la que él estaba más cómodo.”
La comodidad no es un capricho para unos músicos que pasan muchas horas ensayando y padecen dolores músculo-esqueléticos que puedan llegar a ser insoportables. Pero la comodidad a la que se refería De Lucía iba más allá del bienestar físico.
Así reza parte de una nota de agradecimiento que envió a la familia Conde: “El sentirse cómodo en la vida, en general, es algo sin aureolas pero de una forma u otra se encuentra como condición esencial, primero para ser y segundo para dar.”
Una relación casi personal
La mayor parte de la clientela de Conde y su hijo, cuarta generación ya de guitarreros, es sobre todo flamenca, por eso Paco de Lucía tiene un papel destacado entre los muchos nombres que han pasado por su casa. Tomatito, Vicente Amigo, Paco Cepero, Niño Ricardo, Dani de Morón o el mismísimo Sabicas son sólo algunos nombres. Pero hay más y muchos están fuera del mundo jondo. “Ed Sheeran se llevó una de la colección de las especiales. También ha sido cliente nuestro Lenny Kravitz y cómo no, Leonard Cohen.” Ese “cómo no” que se le escapa a Mariano tiene un motivo. Cuando el cantautor canadiense fue a recoger su Premio Príncipe de Asturias de las Letras en 2011 sorprendió al público y a los Conde diciendo lo siguiente:
“Haciendo el equipaje para venir, cogí mi guitarra Conde, hecha en España hace 40 años más o menos. La saqué de la caja y parecía hecha de helio, muy ligera. Me la puse en la cara y la olí, está muy bien diseñada, tenía la fragancia de la madera viva.”
“Los lazos que se establecen entre un músico y su instrumento son casi los de una relación personal y es algo que tuve presente en todo el proceso”, explica Liébana. En el mundo jondo, el mismo Paco de Lucía explicaba historias sobre los tocaores viejos que se giraban y tocaban de espaldas para que los que empezaban no pudieran copiarles las falsetas. Brian May, guitarrista de Queen, explica que construyó su guitarra en el colegio porque no encontraba una que le sonara como él quería y ha seguido haciendo modificaciones a todas las que después han caído en sus manos. Jimmy Hendrix invirtió la cuerdas de su Fender Stratocaster porque tocaba con la izquierda y provocó que la marca tuviera que fabricar guitarras para falsos zurdos: todos sus seguidores querían tocarla con las clavijas mirando hacia el suelo.
Jimmy Hendrix invirtió la cuerdas de su Fender Stratocaster porque tocaba con la izquierda y provocó que la marca tuviera que fabricar guitarras para falsos zurdos
De esas historias sabe varias Raimundo Amador, el intérprete encargado de presentar a “Áurea” el 4 de julio en el Manicomio VJ House de Madrid. Lo hará en un concierto junto al joven intérprete, Amós Lora pero antes, Mariano Conde no sólo la muestra en exclusiva a los lectores de El Español, también la toca.
“Áurea” suena potente, tiene un eco largo que se propaga por el obrador y hace que un par de curiosos se paren ante el escaparate. Se perciben tintes metálicos y la madera de ébano del mástil cumple con su función de darle brillo al sonido. Cuando acaba, en un gesto que es imposible no ver como simbólico, Conde le pasa la guitarra a su hijo. Mariano la mira, la sujeta con tacto y enseguida le coge el pulso. Lo consigue por varios motivos: uno es que sabe las notas, otro es que conoce sus tripas pero el más importante es el mismo que hace que su padre hable con las maderas: Áurea es un miembro de su familia.