Orgías y censura: por qué la movida madrileña ganó a la ruta del bakalao
Varios libros buscan los motivos por los que la movida se celebró en medios de comunicación mientras que la ruta fue denostada. El primer fenómeno se entendió como algo cultural y el segundo más bien como una anomalía.
23 octubre, 2016 02:47Noticias relacionadas
José Luis Moreno Ruiz publica La movida modernosa. Crónica de una imbecilidad política (La Felguera), sobre la movida madrileña. Chimo Bayo la novela No iba a salir y me lié (Roca editorial), basada en su propia experiencia como cara visible de lo que fue conocido como la Ruta del Bakalao. El primer fenómeno fue entendido como una explosión cultural que situó a España en el mundo en plena Transición. El segundo, una anomalía en el apartado de “sociedad”, jamás cultura. ¿Por qué la movida se celebró en medios de comunicación, museos y libros, mientras que la ruta fue carne de documental televisivo?
Una cuestión política
José Luis Moreno-Ruiz argumenta en La movida modernosa que la movida fue puro oportunismo político socialista, y que se fomentó un espacio acrítico -dejando de lado a todos aquellos artistas que cuestionaron y por tanto quedaron en la marginalidad. “No es casual que los únicos artistas que realmente triunfaran incluso en el arte fueran pop, puro vacío en esa cohabitación entre The Velvet Underground y la bolerización de la flamenquería”, argumenta. En cambio, “la Ruta se les fue de las manos y no la pudieron controlar como la movida, que en realidad fue un supositorio del Capitán Garfio para un montón de peter panes rupturistas”, dice.
Moreno-Ruiz aduce también a lo que él define como una “censura mediática” impuesta por el primer gobierno socialista. Las directrices en Radio 3, dónde él trabajaba, eran claras: “si no pinchabas algo de la movida no eras moderno. Se vetaba el rock radical vasco, la música catalana que apuntara a algún tipo de cambio o de disidencia política”. En ese sentido, la movida fue sedante políticamente.
No es casual que los únicos artistas que realmente triunfaran incluso en el arte fueran pop, puro vacío en esa cohabitación entre The Velvet Underground y la bolerización de la flamenquería
La ruta es definida por todos los que la vivieron como inabarcable. Chimo Bayo, su máximo estandarte, recuerda: “se movían hasta 35.000 personas cada fin de semana, esa era su importancia. Nada en contra de la movida, yo siempre la he respetado, cualquiera que mueva cultura en este país tiene que tener muchos cojones. Pero lo que ocurrió en Valencia no ocurrió en Madrid.”
Moreno-Ruiz apunta hacia el mismo lugar: “la ruta se les fue de las manos y nadie la pudo controlar. Especialmente con el tema de las drogas”. Bayo, creador del himno “Así me gusta a mí” cuyo estribillo animaba a gritar “Exta sí, Exta No” lo define de la misma manera: “Nosotros fuimos demasiado, era pura libertad. Y ansiábamos la búsqueda del placer, te diría que casi el placer nihilista. Éramos hedonistas”.
El parlamentario de la Comunidad de Madrid e investigador Isidro López -coautor junto a Roberto Herreros de El estado de las cosas de Kortatu (Lengua de Trapo)- se resiste a encontrar una trascendencia explícitamente política a la Ruta: “fue radical culturalmente, no creo que tanto políticamente, a menos que hablemos en términos de sociabilidad y en temas de género, dónde para las mujeres las discotecas dejaron de ser un espacio de asalto”, argumenta. “Sus homólogos en el Reino Unido y Alemania sí tuvieron un componente de autoorganización y autogestión mucho más relevante”.
Una lógica de clase
Si algo caracterizó a ambos movimientos fue la barrera de clase. Que una gran parte de los grupos de la movida eran de clase media-alta está ampliamente documentado. Isidro López apunta que “la movida fue algo de punkitos de clase media alta que vino muy bien para vender una renovación de imagen de Madrid, pero que en realidad fue algo muy controlado y restringido. El verdadero bofetón cultural fue la ruta”.
José Luis Moreno-Ruiz añade en la movida una fascinación erótica por el extrarradio: “por supuesto, la movida era pija. Era tremendo ver cómo se llevaban a gente marginal a sus fiestas, orgías incluidas. Era normal ir a buscar a gente a los supermercados de la droga para que amenizaran sus reuniones, algo lastimoso”.
La movida era pija. Era tremendo ver cómo se llevaban a gente marginal a sus fiestas, orgías incluidas. Era normal ir a buscar a gente a los supermercados de la droga para que las amenizaran
El bakalao, en cambio, pese a ser muy variado en su composición social, se estigmatizó como “de catetos ignorantes, aunque no tanto como se dice”, explica López. “Las reticencias tenían que ver mucho más con la peligrosidad que se les atribuía a los eventos”. Chimo Bayo confirma que las multitudes eran heterogéneas: “Allí había de todo. Abogados, arquitectos, mecánicos y recogedores de basura”.
Una narración mediática
La Movida resistió como relato mediático incluso mucho después de los ochenta. Lo que se explicó como el triunfo cultural de la Transición española ha devenido mito, como sus integrantes. “La revisión de la movida ha sido un gran negocio y ha tenido mucho rendimiento económico para mucha gente. Fíjate en Almodóvar, presentándose como 'Emperador de la Movida' en el Baile de la Rosa en Mónaco, el culmen de un despropósito”, explica Moreno-Ruiz.
La revisión de la movida ha sido un gran negocio y ha tenido mucho rendimiento económico para mucha gente. Fíjate en Almodóvar
En cambio, la Ruta, despreciada en su momento, recupera en documentales y libros un espacio que le negaron los medios. “Que la Ruta fue pionera, como lo fue el verano del amor [la eclosión de la cultura rave entre 1988 y 1989] en el Reino Unido fue evidente desde el principio”, explica López. “Pero de la misma manera, por incomprensión y temor a lo desconocido, se hablaba de ella desde la peligrosidad: accidentes de coche, excesos con las drogas...el relato era de los que estaban fuera, intentando relatar algo que pasaba dentro y de lo que no formaron parte”.