Madrid, Teatro Albéniz, febrero de 1996. Enrique Morente ofrece un recital flamenco con el guitarrista Tomatito. Al acabar, cuando se espera el bis por bulerías con el que se despiden los conciertos flamencos, se oye un estruendo y en el fondo del escenario aparece el batería de Lagartija Nick arrancando Omega, el primer tema de un disco que unirá al flamenco con Federico García Lorca y Leonard Cohen. Será histórico, pero esa noche los críticos no saben para dónde tirar, tampoco los músicos, abucheados por el público con gritos de “sinvergüenzas” y “esto es basura” entre los que se colaban otros que llamaban a Enrique “valiente”. La reacción de Morente en ese lance fue una que lo describe a él y a ese disco: “Molestar es necesario. Si no molestas a alguien, es que no estás arriesgando. Y además, si no molestas, sólo eres molestado.”
Esa actitud, que resume la carrera y el carácter del cantaor de Granada, no está en el documental que narra cómo se parió un disco que la crítica de cualquier género reconoce como un hito en la música española. La película, que inaugura el Festival Beefeter In-Edit dedicado a los documentales musicales y que se desarrolla en Barcelona, Madrid y Valencia, narra una historia que tiene tintes épicos, pero ninguna arista. No es raro, pues la dirige José Sánchez Montes, amigo de Morente desde muy joven, y en el proyecto está implicada desde el principio la familia y el líder de Lagartija Nick, Antonio Arias.
Lo bueno de la cinta está en lo que se ve, no en lo que se cuenta, pues casi todo lo que se dice está en Omega. Historia oral del álbum que unió a Enrique Morente, Lagartija Nick, Leonard Cohen y Federico García Lorca, libro que publicó en 2011 el periodista Bruno Galindo. El valor está en los temas inéditos, descartes de Omega que completan la historia del disco y que conforman el 40% de la banda sonora del documental y en las imágenes encontradas en los archivos del desaparecido Jesús Arias, guitarrista del grupo de punk T.N.T, motor primero de lo que acabaría siendo un álbum, una gira y un hito. Y por supuesto, está en volver a escuchar la voz única de Morente y verlo a él, artista de una capacidad creativa que supera el disco al que se dedica la película.
El disco que nadie quiso
Omega explica las dificultades para grabar el disco. No habla de cuál era y es la consideración del flamenco en el panorama musical español: era 1996 y entre los números 1 de Los 40 principales el grupo que hacía algo que al público no iniciado pudiera sonarle a flamenco era Ketama. En las listas de ventas, la situación de lo jondo aún era peor, pues en España nunca un disco de ese género ha estado entre los más vendidos. Para rematar, Morente, cantaor consagrado, se unía a un grupo casi novel (Lagartija Nick acaba de publicar su tercer trabajo), algo que no ayudó a que una major se sumara a la aventura.
La idea de mezclar versos de Lorca sobre Nueva York, con la voz de Morente y unas letras de Cohen aflamencadas sonaba a experimento sin garantías. Al final, el disco lo produjo El Europeo, una revista dirigida por Borja Cassani, que tuvo que improvisar un sello discográfico para editarlo. Hoy, sin embargo, todos los medios hablan de que el disco “reventó” o “revolucionó” el flamenco y apenas se recogen ideas como la del musicólogo Chemi López: “No es un disco de cante, sino de punk-rock en el que interviene un cantaor a quien le encantaba ‘cabrear’ al personal”, escribió alejando el asunto de los círculos jondos y darle perspectiva al debate, demasiado centrado en si Omega era o no era flamenco.
En los círculos más ortodoxos Omega no se considera un disco jondo y hay quien asegura a micrófono cerrado que el único que salió beneficiado de esa unión fue el rock. Pero no es del todo cierto. “A Morente, Omega le sirvió para liberarse”, cuenta Alberto Manzano, traductor de las letras de Cohen y es cierto que después de aquella experiencia, lo que se vio como consecuencia directa de aquel experimento fue que grabara con Path Metheny y con Sonic Youth. No ha ayudado a darle trascendencia que en veinte años no haya aparecido un disco hecho por un flamenco con ese nivel de riesgo creativo.
Pero no es cierto que Omega no dejara semillas. “Con ese disco, Morente abrió puertas muy interesantes para los guitarristas flamencos a los que nos interesaban otras cosas”, cuenta Tomatito y Miguel Ángel Cortés, tocaor de Granada presente en ese disco y en la película, que confirma esa idea y la inquietud que sabía despertar el cantaor en quienes le rodeaban. Su cuñado, Antonio Carbonell lo resume con este ejemplo: “Las letras sobre mujeres morenas de ojos negros… Esas eran las cosas que cantábamos los flamencos. Y de pronto, Enrique canta ‘América es un cocodrilo / que no necesita careta…’ Abrió otro mundo.”
Ni flamenco, ni rock: música
En la película se ven algunos de los conciertos de la gira que hizo Morente con Lagartija Nick de 1996 hasta 2003. En ellos, se reunían miles de personas cuando “juntar mil en un recital flamenco ya era mucho”, dice Miguel Ángel Cortés. Quizás en eso se fijaban también los aficionados que aseguraban que el cantaor se había salido del tiesto. “El cante debe ser para la mayoría. Yo soy de la opinión que para minorías sólo debería ser la música mala”, se le escucha comentar en la película con su peculiar sentido del humor.
“A mí me gusta verlo así: lo que hicimos fue aportar música al mundo”, contesta Antonio Arias al preguntarle si cree que fue la música punk o rock la que salió ganando con la alianza de lo jondo y la guitarra eléctrica. “Sin duda, Enrique nos abrió las puertas de un mundo increíble, nos dio una oportunidad, pero la prueba de que trasciende los géneros es que todo el mundo se rinde ante ese disco.”
Otra Andalucía
“Enrique cantó ahí siguiriya, tangos, soleá… ¿No es eso flamenco?”, dice Aurora Carbonella zanjando con una frase la discusión. Ella no aparece como testimonio en el documental, pero sí en las imágenes de archivo, donde se la puede ver con Estrella, Soleá y Kiki, los tres hijos de la pareja, colaborando todos haciendo palmas y coros. “Era la manera habitual de trabajar de Enrique. Nos llamaba para cualquier cosa: a mi hermano para hacerle un toque, a mí para que le hiciera palmas o para que le dijera veinte veces olé.”
Porque algo que sí queda claro en la película es que Morente tuvo muchas dudas con el proyecto. Le asaltaban cuando veía que nadie les apoyaba o cuando llegaba a Madrid y le decían sus amigos que los Lagartija lo estaban engañando. Arias también recuerda la inquietud de Morente hasta que vio la reacción de su mujer y su hija Estrella, muy positiva, cuando escucharon los primeros temas de Omega. “A él gustaba aprender, empezar cosas nuevas, hacerlo todo distinto de lo que había hecho antes. Le gustaba provocar, pero en casa siempre nos buscaba para enseñarnos un cante o una idea. que nos gustara lo que hacía”, explica Carbonell.
Soliviantar a quienes él llamaba “flamencólicos” no le importaba, pero estos aparecen sólo de pasada en la película a pesar de que la crítica fue dura, no sólo con el disco, también con los primeros directos. Tampoco se le pregunta a los grandes sellos por qué, a menos por una vez, no asumieron el riesgo y quizás sea porque Universal compró los derechos de Omega unos años después, apostando ya sobre seguro, y en breve será la encargada de publicar la versión remasterizada y ampliada de lo que ya es un clásico.
Pero el documental que abre el In-Edit tiene otro punto fuerte que lleva el sello de Gervasio Sánchez. Quien fuera productor de La isla mínima, es aquí codirector y se ve su mano en una tarea en al que insiste: mostrar otras caras de Andalucía. “Esta es una gran historia, una que muestra la cultura andaluza de otra manera”, dice sobre esta cinta quien hace tres años ganó como productor el premio al Mejor Documental Nacional en el mismo festival con Triana pura y pura. En ella se explica como la especulación eliminó una forma de vivir y de entender el flamenco al llevarse a los gitanos de ese barrio sevillano a un suburbio que dio lugar a lo que hoy se conoce como Las Tres Mil Viviendas. Era también un documento único, una gran historia y además, algo molesta. Esa incomodidad se ha evitado en Omega, aunque la película sea una buena oportunidad para recordar (o conocer) la capacidad creativa y la voz de Enrique Morente y un disco que su mujer califica de “mágico.”