“El coño es la nueva polla” es una frase maciza y descomunal. De alguna forma, te oprime. Te vence. Notas cómo se sacude y te golpea. Es una frase material, tangible. Puedes repasar con las manos su silueta. Sentir cómo pesa. Es auténtica y real. Tan auténtica y real que, a fin de cuentas, parece falsa.
Figura al final de un texto como corolario impostado. Como un añadido falso; de cartón piedra. Si se fija uno bien, puede incluso apreciar la torpe ensambladura. En la escueta nota de prensa que el colectivo feminista ruso Pussy Riot ha difundido a propósito de su participación en el proyecto ’Adult Swim’s Singles 2016’, se expone, en primer lugar, una revisión sumaria de la frágil situación de la mujer a lo largo de la historia que se detiene en la reprobación tajante de los repulsivos ultrajes de Donald Trump:
“Las mujeres han sido esclavas del mundo durante siglos. Consiguieron el derecho a votar hace menos de cien años. Rusia en 1917, Estados Unidos en 1919, Suiza en 1971. Aún estamos construyendo nuevos papeles, normas y éticas para las propietarias de la vagina. Y el propietario de las vaginas no es un estúpido y narcisista orangután naranja que asegura que fácilmente puede agarrar a las mujeres por sus coños. La propietaria de la vagina es la mujer, que porta su vagina como insignia de honor”
Vienes de la vagina
A continuación, unido a lo anterior por un raquítico punto y seguido, tratando de fingir un eslogan a modo de resumen, se cose el infeliz colofón: “El coño es la nueva polla, señoritas”.
Es entonces cuando, en algún rincón somnoliento de tu intuición, se activa una alarma. Repasas el texto buscando un enlace entre el discurso y su última frase, pero no lo encuentras. Los siglos de desigualdad, la lenta conquista del sufragio femenino, la pelea actual contra la discriminación, la censura de los agravios del candidato a la presidencia de los Estados Unidos y, por último, pretendiendo condensar todo ello en una sola idea, “el coño es la nueva polla”.
Como si la sola frase, maciza, descomunal y pesada, fuese suficiente. Como si la asimetría con todo lo anterior fuese lo de menos y en el fondo existiese cierta coherencia al enarbolar como lema feminista una frase intrínsecamente machista. Ni siquiera es una bravata sobre objetivos o intenciones. Qué va. ¿Se imaginan a una asociación contra el racismo defendiendo que los negros son los nuevos blancos? ¿Podría resultar que los negros, en lugar de querer ser iguales que los blancos, lo que querían era ser blancos? Pues el coño, directamente, es la nueva polla. Qué frase. Cómo atruena.
¿Se imaginan a una asociación contra el racismo defendiendo que los negros son los nuevos blancos? ¿Podría resultar que los negros, en lugar de querer ser iguales que los blancos, lo que querían era ser blancos?
Los pequeños detalles a menudo no significan nada y a menudo lo significan todo. Al buscar en qué consiste la canción con la que el colectivo Pussy Riot participa en el proyecto ’Adult Swim’s Singles 2016’, uno se encuentra con una a oda al empoderamiento feminista llamada Straight Outta Vagina en la que destaca el estribillo “no seas estúpido, no seas tonto, la vagina es realmente de donde provienes”. Hasta ahí, todo normal.
Sin embargo, al rascar un poco más, aparece también un videoclip rodado en Los Ángeles. Y aparece la participación en el tema de las raperas Desi Mo y Leikeli47. Y la producción de Dave Sitek, exintegrante de Jane’s Addiction y TV on the Radio y productor de bandas como Beady Eye o Yeah Yeah Yeahs. También aparece la dirección y realización de Phillip R. López, así como un considerable despliegue de medios y, cómo no, la frase de marras cada dos por tres ante la prensa.
Todo ello para armar un single publicado por un colectivo punk que hasta hace nada se presentaba con escasos recursos en actos políticos o eventos públicos con la cabeza cubierta por un pasamontañas denunciando situaciones de injusticia contra la mujer o rebelándose contra Vladímir Putin y que incluso acabó con tres de sus miembros en la cárcel por protestar en 2012 en el interior de una iglesia ortodoxa de Moscú. Y, de repente, el coño es la nueva polla.
Márketing y autenticidad
Algún malpensado podría apreciar en todo esto cierto tufillo a marketing. Como si, de un día para otro, las Pussy Riot, su posición marginal, su rebeldía, su rabia, su discurso crudo y agitador y contra la opresión, todo lo que tienen de underground, de punk, de suburbano y de insurrecto se hubiese convertido en un producto muy vendible. Como si alguien hubiese decidido crear un mercado donde no lo había. Un mercado diseñado para un consumidor que, precisamente, no quiere ser consumidor ni formar parte del mercado.
No sería la primera vez que ocurriese. Malcolm McLaren ya convirtió en un producto apetitoso el descontento y la contracultura al dar forma a principios de los setenta a los Sex Pistols y arrojar a la juventud inglesa del no future una cuerda de plástico y tachuelas a la que agarrarse. La autenticidad es tan fácil de vender que tampoco será la última.
El problema está en que, para introducir sigilosamente en el sistema aquello que se precia de estar fuera de él, se requiere de la discreción de un urólogo y la precisión de un cirujano
Porque lo asombroso de las cosas auténticas y originales es que son tan apreciadas que todo el mundo quiere una copia. Una reproducción perfecta. Tan auténtica y original como la que tienen todos los demás. Basta con coger un puñado de esa autenticidad y fabricarla en serie. El problema está en que, para introducir sigilosamente en el sistema aquello que se precia de estar fuera de él, se requiere de la discreción de un urólogo y la precisión de un cirujano. Y gritar “el coño es la nueva polla” es como si el bueno de Andy Dufresne se hubiese puesto a lanzar fuegos artificiales en cuanto escapó de Shawshank.
Una de las chicas encarceladas hace unos años por pedir a voz en grito a la Virgen frente al altar de la Catedral del Cristo Salvador que “echara a Putin” fue Nadezhda Tolokónnikova. Es una de las protagonistas del videoclip. En un momento dado, la letra de la canción dice: “Si tu vagina acaba en prisión, entonces el mundo entero te escuchará”. Honestamente, si el mundo entero fuese a escucharme y quisiese formular un alegato feminista, yo habría elegido otro mensaje. Claro que a lo mejor estoy equivocado y el coño, efectivamente, es la nueva polla. Qué se le va a hacer. Otra victoria del patriarcado.