Los discos más peleones de 2016
Año horrible por las pérdidas; fiero por la reivindicación política. De Kate Tempest con su 'Let Them Eat Chaos' a Silvia Pérez Cruz con 'Domus' pasando por el 'Ansia viva' de Dellafuente.
29 diciembre, 2016 01:35Noticias relacionadas
Musicalmente, se trató de un año horrible y fiero. Horrible por sus pérdidas: cuando aún no nos habíamos recuperado de la muerte de David Bowie, llegaron las de Prince, George Martin y Leonard Cohen. También se fueron David Mancuso, rey del dance en los ochenta, la diva del jazz Ernestine Anderson, o el patrio cantautor Manolo Tena.
Necrológicas aparte, 2016 fue el año de lo político y la reivindicación en la música. Dejando de lado las guerras culturales que parecieron copar, algo cansinamente, lo discursivo en nuestro entorno mediático, la música y los músicos lograron de una manera u otra hacerse oír. Nunca antes Madonna podría haberse planteado la aceptación de un premio poniéndole un espejo a la cultura machista que la aupó primero por sexy e intentó destruirla después por vieja. No podría haberse visto anteriormente una pelea entre Taylor Swift y Kanye West en la que se sacaran trapos sucios y se tiraran en cara racismo y sexismo respectivamente. Sin duda, en 2016, la etiqueta política llegó al mainstream.
Mientras todo eso pasaba, se hicieron buenos discos. Algunos muy buenos. Y todos ellos tienen una lectura al calor de este combativo 2016. He aquí algunos de los mejores discos peleones del año.
Kate Tempest, 'Let Them Eat Chaos'
“Europa está perdida/ América está perdida/ Londres está perdido,/ aún así clamamos victoria”. Las primeras estrofas de un disco total nos muestran a Tempest, la poeta y rapera que, como Tiresias, nos anuncia quien sabe si lo que vendrá o lo que ya ya llegado. El entorno familiar, la urbe gigantesca, y la belleza de lo cotidiano se entrelazan en historias con personajes que aparecen y reaparecen en su obra. Londres, feroz e inasible, es aquí espejo de personajes que buscan afecto pero se encuentran a su vez, enfermos de pobreza y ketamina. La gentrificación y la soledad hacen mella en una población a la que Tempest describe y que aún así, genera esperanza a través de la unidad, a través de la idea de constelación.
Beyoncé, 'Lemonade'
El segundo álbum visual de la artista total del RNB y el primero completamente conceptual. Beyoncé mezcló hip hop, trap, soul, funk, rock y todo lo que cabía para un trabajo circular en el que permea, por encima de todo la idea de infidelidad, venganza y recuperación. El título de la obra, basado en su abuela y la de su marido Jay-Z, indaga en la idea de la mujer afroamericana como superviviente y centro de su propia existencia. “Me dieron limones e hice limonada”, se oye, como una letanía. La artista, que no tiene parangón a la hora de espaciar y comercializar lanzamientos, cantó por primera vez Formation en la Super Bowl, vestida con un traje inspirado en los Panteras Negras, en el punto álgido de la violencia racial y el movimiento reivindicativo Black Lives Matter.
Solange, 'A seat in the table'
Y llegó la hermanísima y no podía ser menos. Y puede que incluso fuera mucho más. Solange, que hasta la fecha era considerada la versión festivalera y moderna de Beyoncé, exploró durante su hiato entre 2012 y la actualidad sus raíces afroamericanas y sus implicaciones políticas. Solange empezó a liderar marchas en favor de los derechos civiles y contra la violencia policial. Y, sobre todo, Solange se marcó un disco en el que habla de la comunidad negra, de la belleza, del sentido de pertenencia.
Lidia Damunt, 'Telepatía'
El regreso de Lidia Damunt, una de las voces más sólidas del folk en España de los últimos años viene marcado por un disco narrativo, ágil y tremendamente personal. Damunt, bregada primero en el grupo Hello Cuca, más adelante en el folk y el blues (En la isla de las bufandas) , y después con coqueteos pop (Vigila el Fuego) , llega ahora con un aire punk que recuerda a sus inicios. Y las historias se entremezclan en un universo nostálgico y certeramente político a la vez, que nos hace gritar que no, que “ya no hay bolleras como tú”, o que “con mi cuerpo puedo hacer lo que quiera, lo que quiera/ pero es que no somos islas, somos un sistema”.
Espanto, 'Fruta y verdura'
El dúo que causa adoración en el underground español regresa con un disco reverenciado y aplaudido a partes iguales. Con un disco pop y sintético producido por otros iconoclastas, Hidrogenesse, Espanto nos sitúa en una selva surrealista, hermosa y peligrosa que recuerda a Vainica Doble y a Astrud, a especies raras, y sobre todo a lo verdaderamente radical: hacer lo que te dé la gana.
Silvia Pérez Cruz, 'Domus'
Es difícil encontrar a una artista más bregada en jazz, flamenco y bolero con una presencia como la de Pérez Cruz. Amante de las mezclas, lo mismo se marca duetos con Toti Soler que homenajea a Salvador Espriu. Pero Pérez Cruz, que podría haberse acomodado como solista de lujo en la escena de fusión catalana, optó por otra cosa. Ya lo avanzaba en su escalofriante versión de Gallo rojo, gallo negro, y Domus lo confirma. Funciona como complemento y banda sonora de la película Cerca de tu casa, que narra con crudeza la realidad de los desahucios en España, pero como se trata de Pérez Cruz, también es mucho más: No hay tanto pan o Sí se puede evidencian que las canciones funcionan como manifiestos o, quién sabe si consignas.
Dellafuente, 'Ansia Viva'
¿Chikos del Maíz vs. C Tangana? ¿Pullas entre raperos pseudogangstas? Olvídense. El disco político español fue trap, flamenco y bachata, y lo trajo Dellafuente, promesa recurrente que ha explotado definitivamente en nuestro país. Si alguien quiere saber como vive, qué piensa y cómo habla un joven de extrarradio, Dellafuente da cuenta de existencia, vida y alma en un disco experimental y popular al mismo tiempo. Precariedad, amor y mucho flow se entremezclan en un disco condenado a ser bailado. Nihilismo del bueno para todos.
Leonard Cohen, 'You want it darker'
De un artista que nos tenía acostumbrados a los adioses de ultratumba, llegó el adiós definitivo. El luto por la muerte de Leonard Cohen arrasó con todo, pero no pudo ocultar un último disco brillante, que muestra a un autor en paz, y esperando su destino. Plagado de arreglos orquestales suntuosos, Cohen vuelve a interrogar a dios, a recurrir al amor perdido, y, con cierto humor y resignación, a aliviarse por el fin del anhelo sexual. Ya desde otro lugar, Cohen analiza el alma humana y el destino, quizás como siempre, quizás como nunca.
MIA, 'Aim'
Decían que lo suyo era flor de un día, de dos a lo sumo, pero MIA -Maya Arulpragasam- volvió, supuestamente en el que será su último disco. La artista de Sri Lanka, ha permanecido como un enigma inclasificable en una industria que podría haberla arrasado en su intento incesante por categorizar a todo el que consigue su éxito como el suyo. Pero no a MIA. En este álbum recuperó su seña de identidad: pop en un mundo globalizado, y lo dotó de un discurso político evidente, especialmente en Borders y su videoclip, una descripción cinematográfica de la crisis de los refugiados.
Anohni, 'Hopelessness'
Era Antony pero siempre fue Anohni. La artista transgénero que cautivó con Antony & The Johnsons volvió este año para desechar el pop de cámara que la hizo famosa en favor de una electrónica bailable que enumera todos y cada unos de los problemas mundiales que tienen que ver con poderes establecidos: los ataques con drones, los presos en Guantánamo, el apocalipsis medioambiental...si ocurrió, Anohni lo cuenta. La desesperanza del título del álbum se mezcla, eso sí, para alertar de la necesidad de superarla y cambiar las cosas.