No hay tanta niña a las faldas del antiguo Palacio de los Deportes de Madrid una hora y media antes de que empiece el concierto de Ricky Martin, donde presentará su disco A quien quiera escuchar: la media de edad de las asistentes -algunas acompañadas de un colega o una pareja masculina- ronda los treinta años. La mayor parte del público se organiza en corros de amigas. Muchas son latinoamericanas. Se hacen fotos, ríen y fuman en las puertas de acceso, al lado de los puestos de algodón de azúcar, rodeadas por policías de rostro tenso. 100 vigilantes del centro -más el despliegue policial-. 200 cámaras en el interior. Y el Wizink Center abierto dos horas antes del evento para realizar con efectividad los cacheos.
Las asistentes no llevan camisetas con el rostro del puertorriqueño ni corazones pintados con cera rosa en los mofletes: lo admiran de otro modo, con la calma que dan los años. Casi todas lo han visto en directo en varias ocasiones y el fenómeno fan se les ha hecho fruta madura. Este evento no es homólogo al que tuvo lugar anoche en Manchester, donde, a la salida del concierto de la cantante pop Ariana Grande, el atentado terrorista acabó con la vida de 22 personas. Estaba lleno de adolescentes y de niños. Georgina tenía 18. Saffie, sólo 8. La inocencia. El entusiasmo. La dulcísima mitomanía. La pureza de las primeras veces.
Aquí las chicas ya se han hecho mayores, pero se les descompone igual el gesto cuando se le pregunta si tienen miedo. Se les quiebra la conversación, la carcajada
Aquí las chicas ya se han hecho mayores, pero se les descompone igual el gesto cuando se le pregunta si tienen miedo. Se les quiebra la conversación, la carcajada. No quieren ni pensar en que la música pueda volver a ser el anzuelo de la masacre. Ya pasó en Bataclán. Ya pasó en Manchester. “Que no pase aquí, que no pase aquí”, repite una de ellas, en oración angustiada.
'A mis padres no les he dicho que venía'
Soledad es argentina y relata que se ha enterado del atentado “a la hora del almuerzo, y me quería morir, porque yo hace poco, hace un par de años, estaba ahí en Manchester viendo a Robbie Williams. Y vi el estadio… y dije boh, qué fuerte”, dice, con tristeza. “Me desperté con muchas ganas de ver a Ricky Martin pero pensé ¿qué hago? Se me agarró un nudo en la garganta que no sabía qué hacer”.
Al final aclara que ha venido “por ella”, y señala a su amiga, entre risas. “Se lo prometí, y además yo tenía las entradas”. Beatriz, su colega, añade un dato importante. “Yo a mis padres no les he dicho que venía. Sé que no les hubiera gustado y prefiero que estén tranquilos. Hasta pensé que él lo iba a cancelar. Como es tan solidario...”.
Yo a mis padres no les he dicho que venía. Sé que no les hubiera gustado y prefiero que estén tranquilos. Hasta pensé que Ricky lo iba a cancelar. Como es tan solidario...
Un hombre, de la mano de su pareja, le pregunta al equipo de seguridad si les da tiempo a tomarse algo en un bar antes de que empiece el concierto. Les dicen que sí, y entonces bromea. “Tú avísame cuando los terroristas hayan entrado. Mientras nos vamos a por una cañita”.
Sara y Katy comentan que les daría tranquilidad que no sólo se cuidase “la seguridad dentro del concierto, sino también en el perímetro, como hacen en el Bernabéu”. Fuen, Marta e Inma forman buena brigada cultural. Dicen que siempre van juntas a los conciertos porque tienen los mismos gustos musicales. Explican que no les ha “condicionado” la terrible noticia de ayer, “porque si no no estaríamos aquí”, pero sí es cierto que les da “respeto”. “Ya no venimos con la misma ilusión. Te piensas las cosas dos veces”, confiesa Marta. “No quiero paralizarme por estas cosas, pero soy un poco asustona”, sonríe. Seguimos en el nivel de alerta terrorista 4.
Fuen tiene el cabello corto y morado. Se muestra más segura. “Las fuerzas que tenemos aquí en España… yo confío en la policía. Claro que puede haber escapes, como en todos los países, pero aquí lo hacen bastante bien”. Marta interviene. “Yo sabiendo que todas las puertas de seguridad están abiertas, que hay el hueco suficiente para que todo el mundo pueda salir ordenadamente y que nadie se pueda agobiar, me quedaría más tranquila. Pero eso nunca se sabe al entrar”. Inma confía en los “registros exhaustivos” y cree que es importante “analizar lo que ha fallado” para que no se vuelva a repetir.
Desalojo en ocho minutos
Según la organización del Wizink Center, un desalojo del edificio sin pánico y sin incidentes se podría hacer en ocho minutos. ¿Tienen los asistentes sensación de inminencia respecto al terror? ¿Creen que España puede ser el próximo objetivo? “Ni siquiera sabemos si en España no ha pasado esto aún. Igual sí ha pasado y no se ha sabido pero no ha llegado a un mal mayor, como en otros países”, reflexiona Fuen. Alexander y Carmen son venezolanos. “Tranquilos no estamos, el peligro está aquí y España no es una excepción. Hay miedo y resquemor pero nos hemos animado”, cuenta ella.
Alexander niega con la cabeza. “Yo no estoy asustado, la verdad. Eso pasó ayer… y hoy seguro que las medidas están extremadas”. Ambos están de acuerdo en que no basta con la seguridad privada, sino que “son los propios cuerpos de seguridad del Estado especializados en la lucha contra el terrorismo los que deben estar en días así, en macroeventos”. “Y la policía debe preparar mucho más al personal privado de lo que ya está, porque la formación de ellos queda muy corta para lo que se vive hoy en día”, añade Carmen.
La policía debe preparar mucho más al personal privado de lo que ya está, porque la formación de ellos queda muy corta para lo que se vive hoy en día
María Pilar ronda los sesenta años y guarda una belleza de folclórica antigua, bañada en carisma y cosméticos. Acude al concierto con su hija Isabel, de unos cuarenta. “Yo me he pensado lo de venir hoy, pero si te pones a pensar… no saldrías de casa”, cuenta la matriarca. “Esto es una ruleta rusa, pero vamos a intentar pasárnoslo bien y quitarnos estos pensamientos de la cabeza. Lo veníamos hablando ahora. Puede tocarnos cualquier día”, comenta Isabel. María Pilar dice que ya no confía en las medidas de seguridad, porque “quien te la quiere pegar, te la pega”.
“Lo que debería hacer el gobierno es mandar a los moros a su tierra. Allí estarían mejor. Es lo que yo opino, ¿eh? No tenemos que dejar entrar a nadie aquí, porque son unos asesinos”, subraya María Pilar. “A esta gente la seguridad le da igual, ¿sabes? Porque son unos suicidas. Y nosotras… pues nada, sabemos que vamos a entrar al concierto, pero no si vamos a salir. ¡Esto es la Primitiva! No sabes si te va a tocar”. Su hija la contradice: “No, no. La Primitiva seguro que no te toca. Pero esto...”.