Cuando los 'millenials' se engancharon al metal
La primera edición del Download Festival ha congregado en Madrid a más de 40.000 personas que pudieron disfrutar de la primera gran cita del metal en España desde hacía varios lustros.
25 junio, 2017 16:33Noticias relacionadas
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Existe un vacío ideológico, una ausencia de pertenencia al grupo, a una tribu, entre quienes no nos enmarcamos ni en el concepto de millenial ni en el de pollavieja. Parece, a tenor de la polémica terminológica que lleva un par de semanas incendiando opiniones, que uno debe posicionarse junto al breve turboconsumismo y aceptar la digitalización de su yo; o bien, recurrir a una nostalgia atávica para defender el inmovilismo social y cultural. Incluso parece, por momentos, que el cisma generacional es insalvable. Y, sin embargo, cuando la desubicación amenaza con obligarte a tomar partido, algo tan simple como la música establece una comunión total entre dos mundos aparentemente antagónicos.
Sucedió este fin de semana durante el Download Festival, en Madrid, donde más de 40.000 personas pudieron disfrutar de la primera gran cita del metal en España desde hacía varios lustros. En un amplio recinto dispuesto en la Caja Mágica, gentes de todas las edades y géneros se empacharon de rock, heavy, new metal, death o core durante 36 horas de infarto. El viernes, System of a Down ofreció el recital más memorable del evento con casi 120 minutos frenéticos en los que el cantante, Serj Tankian, se tomó apenas un par de pausas para agradecer al público el apoyo masivo y en el que se enlazó éxito tras éxito para delirio general. En total, 63 conciertos repartidos en cuatro escenarios, con una zona común al aire libre que permitió el fácil tránsito entre actuaciones y en la que se organizaron todo tipo de actividades para complementar la experiencia sonora: desde una improvisada ruleta con merchandising oficial como premio hasta una hilera inacabable de barras para atender a los sedientos asistentes, quienes dieron cuenta desde el primer día de la ola de calor que asola la capital estos días.
Una organización casi impecable
Aunque no se habilitó zona para acampar como era frecuente antaño, hubo quien aprovechó la escasa sombra que proporcionaban las casetas para refugiarse durante las horas de sol. Hasta que, durante la segunda jornada, la organización improvisó una fuente de agua colgando una manguera de uno de los postes de luz del recinto. De hecho, los promotores se esforzaron durante los tres días para cuidar hasta el más mínimo detalle en materia de seguridad y confortabilidad: salidas de emergencia cada pocos metros -señalizadas de cuando en cuando a través de los LEDs gigantes habilitados para retransmitir todos los conciertos-, multitud de baños dispuestos en cada una de las zonas de actuación, así como bebida y víveres para haber sobrevivido otros tres días más.
Y eso que el arranque del festival coqueteó con el desastre. A las 17:15 del jueves, cuando se suponía que InMune debía inaugurar la avalancha de conciertos, frente al escenario 4 apenas nos congregábamos una decena de personas, periodistas incluidos. Según la organización, al público que aguardaba en el exterior aún no se le permitía la entrada al recinto porque los operarios no habían terminado de montar el resto de escenarios. Al cabo de un cuarto de hora, comenzaron a tocar “un concierto privado”, porque la organización les obligaba “a salir ya”, en palabras de Morti, vocalista del grupo.
Y, sin embargo, sonaron endiabladamente bien. Combinando el metal más oscuro con la voz melódica, apuntalada por una primera guitarra más acústica, lograron cautivar a los presentes. Eso sí, siete canciones después, desistieron. “Gracias por haber venido al gran circo del Download Festival” -en referencia a su tema El circo del terror-, llegó a espetar el cantante antes de que InMune se marchase por donde había llegado. Tres cuartos de hora después del comienzo oficial del Download Festival, se abrieron las puertas al público y decenas de hojas de reclamación comenzaron a amontonarse en la oficina de información. Pero, más allá de esta nota discordante, que desde la organización se achaca a imprevistos inherentes a que se trata de la primera edición del festival en España, todo -o casi todo- sonó como debía.
Del éxtasis de Five Finger a la 'espantada' de Linkin Park
Code Orange fue el primero en poner a prueba los 700.000 vatios que la organización había distribuido en el escenario principal. El suelo, enmoquetado con césped artificial para aislar el calor del asfalto, retumbaba bajo los pies con cada berrido de Jami Morgan, baterista y vocalista de la banda. Unos metros por delante, Reba Meyers edulcoraba el metal con su voz aterciopelada, mientras que la guitarra de Eric Balderose, enfurecida, imponía ritmos infernales. Fieles a su público, no se dejaron ningún éxito y tocaron emblemas como Forever, Kill the Creator o Bleeding in the Blur.
Más tarde, Five Finger Death Punch embelesaba a los presentes con una actuación de altura. Sin su cantante habitual, Ivan Moody -en tratamiento psiquiátrico desde la semana pasada por su recaída en sus problemas con las drogas-, Tommy Vext se estrenó en esta gira europea como vocalista temporal de la banda. Potentes y rotundos, engancharon rápido al público, que coreó con especial entusiasmo su Jekyll and Hyde y su Bad Company. Por su parte, Jason Hook regaló unos bellísimos y melódicos solos de guitarra dignos del mejor John Petrucci.
Pero el plato fuerte del jueves estaba por llegar. Minutos antes del concierto de Linkin Park, las carreras se sucedían entre el público para alcanzar las primeras filas, donde se había habilitado un foso para que Chester Bennington pudiese acercarse a sus fans. Minutos después, el líder de la banda estadounidense apareció a escena con un look que recordaba bastante al icono del pop Pitbull: rapado al cero, con gafas de sol, unos vaqueros y una camiseta negra ajustada. Más de la mitad del público enmudeció al comprobar que los primeros temas que tocaron pertenecían al último disco del grupo -el cual es considerado por buena parte de sus seguidores como un giro imperdonable a la música más comercial-. Sin embargo, la polémica se disipó a los pocos minutos, cuando Chester se deshizo de las gafas de sol y terminó por dejar su torso desnudo a lo Michael Socfield en Prison Break, exhibiendo un cúmulo de tatuajes de épocas más heavys.
Precisamente cuando tocaron el primer single del último EP -Heavy-, se produjo el momento más incómodo de la noche. Aquello era pop en un festival de metal. Y muchos de los detractores de este renovado Linkin Park aprovecharon para abstraerse con sus smartphones y emitir tímidos abucheos, mientras en las primeras filas se coreaba cada estrofa de la canción. Sin embargo, cuando sonaron Faint, In The End, One Step Closer, What I've Done, Numb o Paranoid, las miles de gargantas que allí se concentraban gritaron al unísono y, por unos minutos, pareció que el metal había logrado mediar entre millenials y pollaviejas. Tal fue el acuerdo que la decepción fue generalizada cuando el grupo se despidió tras hora y veinte minutos de concierto -estaban programadas casi dos horas- con su ya clásico Bleed It Out.
System of a Down, por la puerta grande
La jornada del viernes comenzó con jugosos entrantes antes del concierto de System of a Down, cumbre del Download Festival. Hamlet puso el acento español, gracias a una soberbia actuación en la que Molly electrizó el escenario principal con interminables carreras que lograron encender al público. Más tarde, Opeth ofreció todo un recital a sus incondicionales. El metal progresivo de los suecos se mezcló con el humo narcotizado que se estancaba a la altura de nuestras cabezas y logró poner en pie a los asistentes: ritmos oscuros encauzados con la guitarra acústica de Mikael Åkerfeldt, acompañados de su voz oscilante entre lo melódico y lo gutural. The Cult fueron el otro plato fuerte de la tarde. Ian Astbury y los suyos ofrecieron todo un recital de rock clásico para puristas que no defraudó a nadie.
Minutos antes de las 23:30 -hora de comienzo del concierto de System of a Down-, ya no había manera de hacerse con un sitio, ni en mitad de pista. Sin duda, fue la actuación más multitudinaria del evento. Tocaron todos los imprescindibles: de Toxicity a Chop Suey!, pasando por B.Y.O.B., Sugar, Suite-pee, Mr Jack o Psycho. Era una cita especial con Madrid, pues la banda armenia no pisaba la capital desde hacía 12 años -en aquel Festimad de 2005 que acabó con graves incidentes, saqueos y coches incendiados-. Quizás por ello, este viernes no dieron opción a la dispersión mental y enlazaron canciones, una tras otra, sin dejar tiempo ni para el aliento a un público totalmente entregado.
Hubo espacio para temas más suaves como Lonely Day, que permitieron a la muchedumbre seguir con su voz a la de Serj Tankian, impecable e implacable con cambios constantes de registro, scats y bramidos guturales durante las casi dos horas que duró el espectáculo. Los fans corearon cada nueva canción desde que Daron Malakian punteaba los primeros acordes. Con Radio/Video, Pictures, Highway Song, Needles, Deer Dance, Hypnotize o Suggestions se ganaron a un Madrid más civilizado que hace una década, pero absolutamente entregado a sus ídolos.
Prophets of Rage para cerrar un festival irrepetible
Con el cansancio acumulado tras 48 horas de desenfreno, los asistentes aún tuvieron tiempo de disfrutar de Iced Earth, In Flames y Apocalyptica -con su ya clásico repertorio de canciones de Metallica interpretadas con cellos- en un cierre que terminó siendo épico gracias a la soberbia actuación que dejó Prophets of Rage. La banda, que combina a miembros de la mítica Rage Against The Machine junto a otros de Cypress Hill y Public Enemy, regaló un concierto exclusivo para el público madrileño, que asistió a la puesta de largo del recién estrenado grupo, el cual anunció hace tres semanas la grabación de su primer álbum.
Lo único que le faltaba hasta entonces al festival era el rock político, la crítica social cruda. Y precisamente eso fue lo que aportaron Tom Morello y los suyos: un cierre de fiesta al ritmo de Unfuck the World, The party's Over o la legendaria Killing in the Name. Y Madrid, una vez más, correspondió con una entrega total a pesar del cansancio acumulado tras tres días de jarana. El listón ha quedado altísimo. Pero las mentes de los asistentes ya se hacen agua imaginando cómo puede ser la segunda edición del Download Festival el año que viene.