Es el pan nuestro de cada verano: cuando junio arrecia, una fuerza sandunguera se nos agarra a los talones, nos aprieta el glúteo y nos suelta las muñecas. El sol nos desinfecta los ojos, nos independiza de la pantalla, nos neutraliza la cara de oficina. Pasan los días y nos vamos sacudiendo el drama. Aquí sólo se sueña con jugueteo y ligereza, que para eso llevamos todo el año tragando heces de realidad. Esta distensión, esta receptividad al despiporre, es el gran síntoma de que el temazo estival está llamando a las puertas de nuestro cuerpo. Y, para ser honestos, no tardamos mucho en abrirle, porque andamos con el paladar risueño y nos entra igual de bien Georgie Dann que de Danny Ocean.
Lo que resulta curioso de la canción del verano es que, julio tras julio, se encarga de liberarnos y nos hace canturrear en voz alta sentencias que jamás emitiríamos en una cena familiar, metáforas locas de trasfondo sexual que nos sonrojarían de recibirlas por whatsapp, proposiciones felizmente sucias que pasan inadvertidas en el contexto del musicón. Lo poderoso de las canciones del verano es que nunca sabemos de qué van, no nos enteramos, en realidad, de lo que dicen, pero se nos pegan al alma como un chicle y nos hacen repetirlas una y otra vez como en la mejor de las sectas.
Este año tenemos delicias como Despacito, de Luis Fonsi y Daddy Yankee, que dice que “esa belleza es un rompecabezas, pero para montarlo aquí tengo la pieza” -haciendo una clara alusión al miembro viril- o espeta que quiere ver “cuánto amor a ti te cabe”. O Felices los cuatro, de Maluma, que invita a una relación poliamorosa y a agrandar el cuarto para que quepan todos: “Y lo hacemos otro rato, y lo hacemos otro rato...”. Ahí Shakira en Me enamoré para Piqué: “Contigo yo tendría diez hijos, empecemos por un par, solamente te lo digo por si quieres practicar”. Guiño, guiño.
De C. Tangana a Georgie Dann
También C. Tangana se viene arriba en su Mala mujer en el momento en el que cuenta que él estaba “en la cabina preparando el show”, pero quería bajarse “y arrancarle el crop”. Suaves son estas insinuaciones, sin embargo, si las comparamos con los temas ya consolidados, como esa mítica Barbacoa de Georgie Dann, en la que el cardadísimo dice que “la vecina, que es muy mona, toma el sol en la tumbona, yo le saco algo sencillo, pero quiere el solomillo”.
O El chiringuito: “Las chicas en verano no guisan ni cocinan, se ponen como locas si prueban mi sardina”, verso rezumante de machismo, cosificación y testosterona, se mire por donde se mire, aludiendo a la labor esperable de la mujer -los fogones- y a su impresionante diligencia a la hora de practicarle sexo oral al bueno de Georgie. Una oración por el Chupa Chupa de El médico: “Mami, dime qué caramelo te gusta: el chupa, chupa”. Demencial.
Ojo al toquecito de Marta Sánchez en Colgando en tus manos "Quiero tener tu fragancia conmigo... y beberme de ti lo prohibido". Proyecto Uno nos dio un verano del 94 duro con El tiburón, que dejaba claras sus intenciones desde los primeros acordes: “Fui a la discoteca a ver si me conseguía una fresca”, lástima que al final sus aspiraciones no se vieran colmadas, ya que siempre venía un “tiburón” -otro tipo- que llamaba más la atención de la chica. El “no pares, sigue, sigue” se dio sólo en términos de baile en aquella historia. Por no hablar del Papi Chulo de Lorna con su “mujeres vírgenes, que se quiten los pelos” o el “le gusta mi caballo y mi forma de montar, nos iremos a la costa, que no hay moros y hay langostas” de No te olvides la toalla cuando vayas a la playa de Puturru de Fua.
El 'mango bien madurito'
Daddy Yankee no se queda atrás con su eterno Gasolina, donde dedica el tema a “las gatas de tó los colores, pa las mayores, pa las menores, pa las que son mas zorras que los cazadores”; difícil de olvidar como la severa exigencia de Kiko Rivera: “Quítate el top, ay, ¡quítatelo!”. La mexicana Paulina Rubio es una de las más picantes: ahí su sencillo Y yo sigo aquí, donde le recuerda al maromo que “si a ti te gusta morder el mango bien madurito, ven, mírame a mí, tengo colorcito”.
Otros que no se anduvieron jamás con rodeos fueron Alberto Gambino con Purpurina -“Yo la tengo grande o tú lo tienes pequeño, hablo de tu ****, quiero ser su dueño, a ver si te depilas, hazte algo de diseño”- o Calle 13 con la salserísima Atréteve, te, te: “Salte del closet, destápate, quítate el esmalte, deja de taparte, que nadie va a retratarte”. Obsesión, de Aventura, tenía ese toque pretencioso de “hoy conocí a tu novio, pequeño y no buen mozo, y sé que no te quiere por su forma de hablar” rematado de testosterona con “además tú no lo amas, porque él no da la talla… no sabe complacerte como lo haría yo”.
“Y haciendo el amor te he nombrado sin quererlo yo, porque en todas busco lo salvaje de tu sexo, amor”, decía el tema de Lalo Rodríguez reinterpretado por las arrolladoras Azúcar Moreno. “Devórame otra vez, ven, castígame con tus deseos más, que el vigor lo guardé para ti”, siempre con la sugerente información de que las sábanas acababan empapadas de tanto extrañar. “Para hacer bien el amor hay que venir al sur”, como cantaba la grandiosa Rafaela Carrá. Ya saben, disfruten de los únicos meses del año en los que se pueden gritar barbaridades sin que los jueces de la corrección política nos den toquecitos al hombro.