Ha pasado más un mes desde que la Policía Nacional entrara en la sede de la SGAE con la intención de detener el mayor escándalo de corrupción protagonizado por miembros de la entidad de gestión de derechos de autor. El juez Ismael Moreno determinó en su auto una estafa de más de 100 millones de euros, entre 2006 y 2011. A lo largo de estas semanas hemos leído las declaraciones del presidente de la SGAE, José Miguel Fernández Sastrón, y la opinión de la oposición en bloque cuestionando el control ejercido por Íñigo Méndez de Vigo y Fernando Benzo, ministro de Educación, Cultura y Deporte y secretario de Estado de Cultura respectivamente.
Hace un mes EL ESPAÑOL preguntó a los responsables de Cultura cómo actuarían ante un fraude de estas dimensiones. La respuesta del Ministerio entonces anunciaba una actuación sobre la entidad: “Estamos valorando con los servicios jurídicos del Estado los pasos a dar”. Un mes más tarde siguen valorándolo. No puede extrañar esta dejadez en la dirección de la cartera ministerial cuando las denuncias de “la rueda” se conocen desde hace cuatro años. Fue Antón Reixa, como presidente de la SGAE, quien hizo pública la estafa.
En ese mismo momento se aprobaba la reforma de la Ley de Propiedad Intelectual (LPI), que abría al Ministerio las puertas a las cuentas de las entidades de gestión de derechos de autor para intervenirlas en caso de indicio de fraude. Pero el Ministerio de Cultura miró para otro lado cuando desde la SGAE se denunció las trampas de la SGAE. Entonces el dúo responsable de las políticas culturales era Wert-Lassalle y escondieron el problema donde se meten los muertos con los que uno termina tropezando.
Dejación de responsabilidades
“Se vendió una reforma de la LPI muy rigurosa al respecto. Es recomendable que el Ministerio estuviera más encima”, han dicho desde el principal partido de la oposición, el PSOE. “Había indicios suficientes como para haberse interesado. El Ministerio da la impresión de dejadez o dejación de su responsabilidad. Debe interesarse por la situación de una vez, que la legislación actual ya es bastante garantista”, explicaba a este periódico Ibán García del Blanco, secretario de Cultura en el partido socialista.
Méndez de Vigo y José Miguel Fernández Sastrón cargarán con la condena de haber permitido este fraude, como Ixión sufrió la suya por haber suplantado a Júpiter en el lecho de Juno: eternamente atado a una rueda ardiente, boca abajo, para expirar sus desmanes. Así lo pintó Ribera y así se conserva en el Museo del Prado. El progenitor de la raza de los centauros aparece sufriendo su martirio, en una composición violenta, en la que el condenado en el Hades no puede contener su gesto de dolor ante el sátiro que lo martiriza.
Fernández Sastrón insiste en apartar la investigación de “la rueda” de la SGAE, y lo más curioso es que algunas entidades de gestión rivales también. Prefieren que el Ministerio no tenga motivos para fiscalizar las cuentas de las sociedades que deberían proteger a los titulares de los derechos. Si se animara con las de la SGAE, podría hacer lo mismo en cualquiera.
Autores sin actuar
Pero lo cierto es que los defraudadores condicionaban cada uno de los gobiernos de la SGAE, tal y como señala el juez Moreno en su auto. Y siguen haciéndolo: en la última asamblea de la entidad no hubo debate sobre “la rueda”, a pesar de haberse destapado el tinglado unas horas antes. Nadie alzó la mano y pidió una SGAE que no se enriquezca de madrugada, cuando todos duermen.
Los autores podrían haberse quejado en el turno de ruegos y preguntas, pero no fue así. Las revoluciones se preparan en las asambleas. Una vez fuera, ruido sordo y fotos. De hecho, el fraude parte del Colegio de Pequeño Derecho, el más numeroso de la SGAE y que defiende los intereses de los autores de música.
El presidente de la SGAE ha reconocido al diario El País que no es capaz de frenar “la rueda” a la que está atado: “Yo difícilmente puedo evitarlo”. Esta es la señal. Bandera verde para la intervención del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Pero, a las puertas de agosto, qué podría hacer reaccionar a la pareja Méndez de Vigo-Benzo, que disfrutan de una placidez estival que se alarga tanto como la actual legislatura.