Hay un lugar donde se atrincheran nuestros amores de instituto y nos lanzan, en forma de guiño, las vidas que ya no vamos a tener: unas que germinaron en los bancos del barrio para ir a romper en besos de portal, allá en esa época en la que el españolito encelado no había perdido aún la valiente tradición de declararse, fíjense qué antiguo. Desde que Dani Martín cantó por primera vez “te sigo esperando tanto, en mí nunca te has fijado… por eso te tengo que inventar” se convirtió en el diastema sentimental de una generación, y El Canto del Loco, su grupo, en esa cálida panda de amigos que andaba inquieta por lo mismo que el chavea medio: la traición de los colegas, los cariños apretaos’, el runrún del miedo, la rebeldía infértil y los garitos clasistas.
Los adeptos se hicieron mayores y cayeron en la zanja del desposorio, el hastío y la hipoteca. Tragaron la filosofía que el niño -salvaje y libre- siempre niega. Pero Dani, independizado de los locos desde 2010, apela constantemente al reencuentro con el chiquillo que uno era, con las verdades sencillas y honestas de antes, con los códigos de honor que aprendimos en el parque y los traumas que expiar para vivir más anchos. Aquí hay memoria y fármaco. Ahora activa el ojo de la nuca en Grandes éxitos y pequeños desastres, una caja que recoge toda su discografía en solitario más nueve temas rarezas. Volverán a sonar en los conciertos tus himnos viejos. Larga vida a Peter Pan.
Mis padres vivieron aquí, en El Rastro. Mi bisabuela Paca tenía una portería en la calle Bastero. Y mi madre en vez de vivir con sus padres, que vivían en Vallecas, vivía en Bastero. Con su prima Neus, de Barcelona. Y mi padre vivía aquí en la calle Arganzuela. Se juntaban en la misma pandilla, y empezaron a salir desde los 14 años; bueno, mi madre tenía 14 y mi padre 17. ¡Y se casaron! Y nos fuimos a vivir a Ciudad Lineal. Ahí estuvimos cinco años aproximadamente y de ahí nos marchamos a un pueblecito, a Alalpardo, a unas viviendas de protección oficial que hizo una cooperativa que se llamaba La Paloma. Y allí, ¿sabes? Entre Algete y Alalpardo. En pleno campo. Asilvestrados total. Ahí fue mi infancia: campo, puertas abiertas, bicicletas, muy ET todo, muy Goonies, muy Stranger things, y muy divertido. Teníamos una pandilla extensa, jugábamos a las chapas, íbamos al cole al pueblo de al lao’, que se llamaba Fuente el Saz.
Fui muy mal estudiante, no lograba concentrarme nunca. ¿Que si no me interesaba, preguntas, que si mi rollo era otro? Bueno, no lo sabía todavía, era muy pequeño, pero sí estaba claro que no quería tener que escuchar a alguien diciéndome que 3x2 son 6 y que la raíz cuadrada, no sé qué. Mi hermana era súper estudiosa, y mis padres trabajaban. Recuerdo a mis padres currando mucho para darnos lo mejor. Los domingos, paella de mi madre. Venía gente a comer a casa siempre. Siempre flamenco, mucho Camarón, mucho Enrique Morente, Los Rolling Stones, Los Beatles. Sí, he crecido en un ambiente muy bonito. Tuve una infancia bonita.
Mi madre, desde hace poco tiempo, nos está mostrando una vena artística que a lo mejor la vida o las situaciones le habían enterrado, ¿no?, o no le permitían sacarla. Quizá por el trabajo, no sé, la vena se la han empujado para abajo. Yo creo que la vena artística me viene de ella. Y de mi padre la generosidad, la cabezonería. Somos muy parecidos, cada vez más, físicamente un montón. Y ahora estamos en un momento muy bonito, de pasar rato juntos, de aprender a encontrarnos. Es difícil, ¿no?, en la adolescencia y la juventud encontrarte con tus padres. Estás en un momento en el que no sabes qué quieres tú mismo… ¡como para encontrarte con ellos! Como para tener un vínculo más allá de “tú eres mi padre, yo soy tu hijo”. Pero con el paso del tiempo vas encontrando ese vínculo y ese sitio donde te sientes a gusto, y entiendes cuántos días puedes pasar con ellos para no llegar a lo contrario (risas). Mis padres son lucha, trabajo, esfuerzo, dedicación, respeto. Eso es todo lo que me han enseñado y lo que yo he recibido.
Tengo una familia de clase media. No vengo de una familia de cuna, como he oído muchas veces por ahí, ¡que ya me hubiera gustado! Me hubiera encantado, pero no, no me ha faltado de nada. A lo mejor he tenido el VHS más tarde que otro, pero mis padres han trabajado a muerte y nunca nos ha faltado de nada. Ellos vivían en una casa en el campo, tía, y luego mi padre dejó de trabajar donde trabajaba y montó una tienda de fotocopias, luego una de informática, luego una empresa de trabajos auxiliares… y poco a poco les fue yendo bien, y eso fue haciendo que nuestra vida fuera más cómoda y viviéramos mejor. Seguíamos viviendo en esa casa.
No me gusta el clasismo. Sí que es difícil, como tú dices, que a uno no se le suban las cosas a la cabeza, pero yo he tenido la suerte de encontrarme con el miedo en mi vida. Y ser miedoso me ha ayudado mucho: el miedo me ha salvado la vida. Cuando he tenido la posibilidad de creerme que estaba en un determinado lugar, el miedo no me lo ha permitido. He creído que la gente mañana se iba a olvidar de mí, que ya no era tan importante, que mi próximo disco no iba a interesar a nadie, que no iba a vender entradas… vivo con un montón de pensamientos irracionales que son negativos pero creo que me han salvado la vida, porque a lo mejor me hubiera acomodado, me hubiera creído que ya lo tenía todo hecho, y todo eso forma parte de mi camino y me ha salvado.
Yo reconozco que en mi etapa de El Canto del Loco quería tapar toda la sensibilidad que yo tengo dentro, tapar toda la vulnerabilidad. A lo mejor porque desde la adolescencia a ese momento, había estado rodeado de tíos que se atrevían a saltar de una terraza de una casa abandonada, y yo no me atrevía… no sé, a veces dices “hostia, igual lo que mola es esto”. Y nos escudamos en muchas cosas. En tatuajes, en poses, en formatos de vida que creamos para gustar al modelo que hay alrededor de nuestras vidas. Y de repente, en Pequeño, yo sentí, no sé si por la muerte de mi hermana o por qué, que me apetecía quitarme ese escudo y mostrar que soy una persona sensible. Que soy una persona cariñosa, que soy una persona que sufre.
Dices que Acabado en a es una de las canciones más feministas que se ha hecho en el pop-rock español, y además, cantada por un tío. Bueno, yo he tenido un vínculo con mi madre muy fuerte, que nos ha costado cortarlo incluso, rebajarlo. Cuando he ido al psicólogo… cuando pasó lo de mi hermana, después, trabajé ese paso… en ningún momento fui Edipo pero sí ha sido muy heavy el vínculo con mi madre y siempre ella me ha transmitido que la mujer, a lo mejor por todas sus vivencias anteriores, necesitaba ser más valorada en la vida, que la mujer necesitaba muchas cosas…
Yo siempre he dicho que cuando por la noche estamos malitos la primera palabra que decimos es “mamá”. Cuando somos pequeños y de mayores también: de la primera de la que te acuerdas es de mamá. Yo a veces he estado muy malo en la cama, yo vivo solo, y a quién vas a llamar, llamas a tu madre. Ese apego tan grande es muy heavy… Yo hablo con amigos que tienen hijas de 13 o 14 años: joder, las tías sois muy [chasquea los dedos], ¡muy especiales!, y creo que se ha contado poco con la mujer en el mundo desde el pasado hasta hoy. Mi oficina la maneja una mujer, y para mí es increíble que eso suceda, porque la manera de comunicarme que tengo con ella es especial. Yo siento que tengo muchas cosas de mujer: algo en la forma de ser, algo en los apegos.
Te acuerdas tú de cuando me daba picos con David Otero en los conciertos de El Canto del Loco y dices que te parecía muy revolucionario en ese momento (risas). Yo sigo haciéndolo con Robert, mi guitarrista, nos sale así de vez en cuando. Mira: cuando quieres a alguien, darse un beso es precioso. Yo beso a la gente que quiero en la boca, a los hombres también, ¿y qué? Hombre, con Rober, mi amigo, no me sale meterle la lengua, pero sí me sale darle un beso, me sale del corazón. O a mi amigo Iñaki, el pianista, ¡o a mi padre!, le doy besos en la boca y le produce una situación de risa nerviosa muy graciosa. ¿Qué más da, tío? Somos seres humanos, y los sentimientos hay que dejarlos salir. A mí me encantan las mujeres, no me gustan los hombres para eso, no sé si es por educación, por modelo de vida o por lo que sea, pero sí te digo que me sale de aquí dentro cuando miro una cara, unos ojos bonitos y algo que me revoluciona… pues siempre es con una mujer. Si fuera gay lo habría dicho hace tiempo. Lo de los besos es muy del rock, de los Stones o así, o de Robbie Williams, me parece que también. Siempre rescatas cosas como que...¡ah!, y dices “voy a hacer esto”. También hubo una época en la que subía a una chica y le daba un beso.
Nunca me han ofrecido ser jurado de OT, sino de La Voz. A ver, para mí Operación Triunfo y La Voz me parecen dos formatos de entretenimiento que te hacen quedarte enganchado a la pantalla del televisor. Sobre todo, las primeras ediciones de las dos cosas nos dejaron impactados, joder, te enganchas a la familia del chico que está ahí con toda la ilusión, y de todo. Lo que a mí me pasa es que me da mucho pudor decirle a un chico tal cosa, ¿sabes?, ser yo quien decida el futuro de una persona o no. Ése es uno de los motivos. Otro es el pudor que me da hacer todas esas promos para un programa de televisión. Y otro es que me encantaría que hubiera un programa de música en televisión. Tenemos que luchar por los programas de música, porque para mí OT y La Voz no lo son, son programas de entretenimiento. Muy bien hecho, por cierto. Pero no son programas de música.
¿Te acuerdas del programa que hacía Miguel Bosé, Séptimo de caballería? Bueno, pues fue un programa donde estuvieron desde Mick Jagger a Madonna. Miguel en aquella época tenía relación con todo el mundo. Salieron los mejores del momento: Los Ronaldos, Radio Futura… te hacían una entrevista como la que tú me estás haciendo a mí ahora, donde nos tiramos hablando un montón de tiempo, y luego ellos tocaban cinco o seis temas en directo.
A mí este año pasado me llamaron para preguntarme si quería hacer el especial de Nochebuena de TVE, y dije que evidentemente, no. Por cómo lo había visto. Y luego me fui a mi casa y dije “a ver, nos tiramos todo el día quejándonos de que no hay música en televisión, y ahora me acaban de ofrecer hora y media con mi música; un momento”. ¿Podría ser en directo, con mi banda, con mi productor? ¿Podrían ser los invitados que yo decidiera? Sí, sí, sí, y sí. Y lo hicimos. Hicimos un programa tocando en vivo, cuando normalmente esas galas se hacen en playback, y nos sobró un día.Y vinieron Robbie Williams, Leiva, Iván Ferreiro, Sidecars, Sidonie, Ana Belén, Raphael, Joaquín Sabina y Serrat.
Pues para mí lo que falta en este país es un país de música así, un programa donde podamos hablar, pero “ya, es que la gente, cuando ve más de dos minutos y medio de música, cambia, la gente quiere saber algo del cantante...”, bueno, pues es un modelo que le hemos enseñado al público. Pero si reeducamos a la gente y hacemos un programa atractivo donde tus preguntas y tu manera de hacer las cosas funcionen… ¡y que a lo mejor lo grabemos en este espacio tan chulo!, y le damos una vuelta más a las cosas, y consigamos que a la gente le lleguen las cosas hechas con amor y con cariño, no con rutina. Imagínate que ese programa son once días y cada día lo presenta uno. Uno Leiva, otro yo… dices que lo verías, pues yo también, y casi todo el mundo lo vería. Sólo hay que ponerlo en marcha. Igual te dicen “uuh, eso vale mucho dinero”. No, no vale tanto dinero. Vale mucho amor y mucha dedicación, que es diferente.
Me preguntas por las drogas… bueno, el alcohol también es una droga. El alcohol, dependiendo de cómo lo utilices, es una droga, y hay gente a la que le cuesta mucho más desengancharse del alcohol. Pero a mí lo que me gusta el disfrute. A mí me gusta estar sentado en una mesa con mis amigos y que terminemos de comernos algo de jamón, o un cordero o cuatro chuletones y que abramos otra botella de vino, y que hablemos, y disfrutemos de la vida, y tú me puedas decir que te ha encantado el discurso que ha hecho Rajoy hoy y yo te diga que a mí me ha encantado también, pero de esta otra manera; y que luego hablemos de que la oposición está un poco pasiva, y que no sé qué, y no sé cuánto. Eso es lo que me gusta. Lo que ya no me mola esmeterme en una discoteca, beberme catorce pelotazos y al día siguiente pasarlo mal. Prefiero beberme dos botellas de un vino que esté rico y disfrutarlo.
¿Y el sexo? ¿Que si los músicos tenemos más sexo que el resto de la población? (risas). Bueno, pues habrá de todo: algunos seguro, y otros que los pobres no tengan nada. También hay momentos en la vida para que te apetezca tener mucho sexo… es como lo de “¡quiero emborracharme!” o “quiero beberme un buen vino”, que es mejor. Yo prefiero tener buen sexo a tener mucho sexo.
España no es un país de envidias, eso es mentira. En el mundo hay gente envidiosa, hay gente cariñosa, hay gente fría y menos fría, y lo de que España es un país de envidias es un tópico. Yo vivo en un sitio donde el otro día se me salió el agua y mi vecina estaba atenta, con todo el amor del mundo, y ha buscado a mi padre para llamarle, para no sé qué, para no sé cuánto. ¿Que hay envidias? Claro, pero creo que tenemos que centrarnos más en la gente que no tiene envidia, en la gente que tiene pensamientos positivos hacia ti, en la gente que hace críticas constructivas, en la gente que quiere que avancemos, que esto sea mejor para todos.
¡Si lo que hay que hacer es arrimar el hombro! “Es que somos lo peor, tal...”. No, es que está tan redicho ya… Aquella canción que tú dices, la de Eh, tú, la escribí para los críticos musicales, que estaban enfadados con nosotros porque nos iba bien, porque venían chicos y chicas jóvenes a vernos, y ellos a lo mejor tenían una guitarra y un grupo y no tenían ese éxito. Y me salió esa canción como enfadado, con 25 años.
Me preguntas si la izquierda es el Atlético de Madrid de la política. Bueno, el Atlético de Madrid no se asemeja a nada político, por lo menos desde mi punto de vista. Es un sentimiento, es una cosa que tiene mucho que ver con El Rastro, para mí, con mis abuelos, con el tener mucha ilusión… e irte a casa otra vez con toda la ilusión frustrada, con ponerle muchas ganas pero a lo mejor no tener el mejor equipo. El Atlético de Madrid es como ir a una maratón con muchas ganas pero sin haberla preparado demasiado (risas). Entonces… le ponemos todo el amor del mundo. Yo creo que Simeone está haciendo todo lo que puede, y los jugadores igual, pero somos lo que somos, yo soy feliz siendo del Atleti, y lo que más me importa es el sentimiento. ¿Que hay menos fútbol? Hay menos fútbol. ¿Que llevamos unos años atrás en los que hemos podido ver más fútbol…? Vale, pero yo al final quiero al Atleti. La vida es así, siempre hay alguien que está por encima de ti en las competiciones, en el ránking de ventas, en todo.
Yo creo que ahora ni la izquierda es izquierda ni la derecha es derecha, ni nada es nada. Creo que hay que pensar en las personas, en los seres humanos, y pensar en mejorarlo todo para todos. Pensar en los seres humanos.
Yo no cambiaría ninguna cosa de las que he hecho en todo este tiempo. Hoy estamos aquí sentados porque en tal momento me pasó tal cosa, porque me equivoqué al elegir a determinada persona en mi vida y porque gracias a eso conocí otra manera de hacer las cosas… esta vida que me ha tocado es preciosa y es la que quiero y la que volvería a vivir. ¿Lo más importante? Mis padres, por encima de todo; el darme el permiso de empezar una carrera en solitario habiendo estado en El Canto del Loco, y mi oficina, que para mí es el cimiento más estable que he podido tener desde que estoy en la música, porque vamos en el mismo rumbo y hemos hecho una base de hormigón muy sólida. Porque tendremos discos de menos éxito, conciertos donde vendamos menos entradas… pero le ponemos el corazón y todo el amor a lo que hacemos. Ese atrevimiento de montar mi propia oficina es un paso muy importante en mi carrera.