A Miley Cyrus, por lo que se ve, no le gusta demasiado Miley Cyrus. De vez en cuando, la cuñada de Elsa Pataky y gran estrella estadounidense del pop se detiene, se observa desde cierta distancia y decide que ha llegado el momento de dejarse a sí misma atrás.
Y quién podría culparla. “Eso es lo que mata a un hombre: la falta de cambio”, escribe Bukowski en La máquina de follar a propósito de una conversación entre Luke y Hank. Reinventarse o morir. Lo que le ocurre a Miley Cyrus no es muy distinto, al fin y al cabo, de lo que nos ocurre a todos. En el principio de los tiempos, cuando todavía era una adolescente, Miley Cyrus fue Hannah Montana, un producto televisivo creado para ser consumido por las mentes más elementales de la familia, como Punky Brewster, el Inspector Gadget o las escenas de socorristas en bañador corriendo a cámara lenta de Los vigilantes de la playa.
De esa etapa provienen los discos que contienen las primeras canciones escritas por Cyrus (Meet Miley Cyrus y Breakout), pero su nombre y su imagen todavía siguen estrechamente asociados al universo Disney Channel. Después de Hannah Montana, la película, Cyrus declara: “No quiero ser una cantante en otra película. No quiero hacerlo más. Quiero hacer algo un poco más serio”. Miley se observaba y no se gustaba. Había llegado el momento de probar una nueva personalidad.
Luces y sombras
La cuarta y última temporada de Hannah Montana comienza a emitirse cuando la cantante está a punto de cumplir la mayoría de edad. Tras un par de años de infaustos escarceos cinematográficos, Cyrus regresa al mundo de la música convertida en una mujer subida a una bola de demolición. Literal y figuradamente. Se viste como le da la gana, canta lo que le da la gana y baila con quien le da la gana y como le da la gana. Sólo faltaría. De la imagen angelical de Hannah Montanah no quedan ni los escombros.
Es una época de luces y sombras. Por un lado, alcanza su primer número uno en la lista Billboard con Wrecking Ball y el disco ‘Bangerz’ se convierte en superventas. Pero por otro, escenas polémicas como su aparición en público fumando marihuana, la portada en Rolling Stone saliendo sin ropa de una piscina o el twerking con Robin Thicke durante una gala de los premios MTV la convierten en objetivo de innumerables críticas.
De repente se encuentra en el medio de un fuego cruzado entre la moral más puritana, que carga contra ella tanto por su comportamiento como por su imagen pública, y la mentalidad más liberal, que cree que la cantante ofrece una imagen de sometimiento que resulta perjudicial. Años después declararía que en aquel entonces “estaba totalmente colocada”, pero la controversia le sirvió para darse cuenta de que necesitaba volver a mudar de piel y convertirse en una nueva Miley Cyrus.
Me di cuenta de que si toda esa gente iba a hablar de lo que yo decía o de lo que yo hacía, sería más interesante que fuese de algo bueno, algo que pudiese cambiar las vidas de la gente en lugar de ser algo polémico
Y así ha aterrizado en el presente. Mucho más centrada. Mucho más seria. Mucho más adulta. “Me di cuenta de que si toda esa gente iba a hablar de lo que yo decía o de lo que yo hacía, sería más interesante que fuese de algo bueno, algo que pudiese cambiar las vidas de la gente en lugar de ser algo polémico”, explicaba hace unas semanas en el programa de James Corden.
La conciencia social
Ahora, declaradamente feminista e involucrada en diferentes causas sociales, echa la vista atrás y se da cuenta de que, en lugar de adoptar una postura de rechazo, su actitud con respecto a su propia vida debe ser exactamente la contraria: “He dejado de huir de lo que fui y he decidido abrazarlo”, le explicaba a Corden, indicando que todo eso era lo que le había permitido ser la persona que es en la actualidad.
El único inconveniente es que, ahora que vive su tercera vida y ha empezado a aceptar su pasado, ha comprendido que la música que lleva años haciendo no es la que le gusta hacer. Y como consecuencia, la hija de Billy Ray Cyrus ha decidido regresar a sus orígenes y publicar un nuevo disco, Younger Now, en el que se acerca al folk y la música country. La crítica no ha sido especialmente amable con este nuevo trabajo de la artista, que tampoco ha encontrado un gran respaldo en las listas de ventas: en la semana de su lanzamiento en Estados Unidos apenas alcanzó las 33.000 copias.
Hay muchas veces que escuchas música en la radio y no te identificas con ella. Soy la estrella del pop aquí sentada y la mitad del tiempo ni siquiera me gusta el pop
Hace unos días, mientras llevaba a cabo su labor como jurado del talent show The Voice, la nueva Miley Cyrus realizó una llamativa reflexión en voz alta: “Hay muchas veces que escuchas música en la radio y no te identificas con ella. Soy la estrella del pop aquí sentada y la mitad del tiempo ni siquiera me gusta el pop”.
Pese a todo, pese a su nueva imagen y su cacareada madurez, cualquiera diría que son las palabras de una artista que no acaba de aceptarse a sí misma. Habría que ver, claro, a qué clase de pop se refiere. Porque a lo mejor se refiere a las canciones de Justin Bieber, Lady Gaga, Ed Sheeran, One Direction, Katy Perry o Pablo Alborán, en cuyo caso no podría estar más de acuerdo con ella. Pero si se refiere al pop de Badfinger, Fleetwood Mac, Supertramp, Wilco, R.E.M., Love o The Divine Comedy, por mencionar algunos ejemplos, resulta difícil coincidir con su parecer.
Por fortuna, la propia cantante nos ayuda a comprender su criterio. “La mayoría de las veces ni siquiera me gusta mi propia música”, añadió. Pues oiga, en eso estamos totalmente de acuerdo, señorita Cyrus.