Es una semana negra para la libertad de expresión y de creación en España. Ayer martes, el Tribunal Supremo se reunió, a puerta cerrada, para confirmar -o no- la sentencia de la Audiencia Nacional contra el rapero Valtonyc: tres años y medio de prisión por enaltecimiento del terrorismo e injurias a la Corona. Mañana jueves, la Audiencia Nacional juzgará a Pablo Hasel por delitos de enaltecimiento al terrorismo, injurias a la Corona e injurias y calumnias a las instituciones del Estado. El músico ya fue condenado en 2014 por el Supremo por el primer delito. En caso de no poder pagar la multa, serían cinco años de cárcel.
A finales de diciembre de 2017, los doce raperos de La Insurgencia fueron condenados por enaltecimiento al terrorismo a dos años y un día de prisión. "Hemos hecho canciones, no mítines ni argumentarios. Es verso y está descontextualizado", explicaban entonces a este periódico. Pero, ¿qué tiene el rap que no le gusta a la Justicia española? ¿Por qué esta expresión artística es la más perseguida por la Audiencia Nacional y la Fiscalía? “El rap es uno de los géneros donde la política se trabaja de una forma más cruda. Le han tomado el relevo a los antiguos cantautores, porque no veo esa militancia política ni en el rock, ni en el pop, ni en otros estilos. Ni siquiera en el punk”, explica Nega, de Riot Propaganda (y de los antiguos Chikos del Maíz).
Hay cierta venganza por parte del Estado en estas condenas. Piensan: ¿cuántas mentes pueden transformar este tipo de mensajes?
“El rap es directo, explícito y tiene una capacidad que a la Justicia le parece peligrosa: conectar mucho con la gente muy joven. Tienen miedo de que sea didáctico para los jóvenes y se les cuele un mensaje político. Hay cierta venganza por parte del Estado en estas condenas. Piensan: ¿cuántas mentes pueden transformar este tipo de mensajes?”, sostiene. Además, recuerda que es un género “que es fácil de practicar también por gente joven: “Para montar una banda de rock necesitas clases de guitarra, alquiler de un local de ensayo, etc., pero para hacer hip hop pillas un ordenador, un micrófono, una base y tus letras y lo tienes. Es una forma fácil y barata de crear”.
Recuerda que este tipo de condenas entran dentro de una tónica general: “Han venido encuadradas en la época de la censura y de la Ley Mordaza. A raíz del 15-M estamos mucho más vigilados, imputan a los jóvenes raperos como una estrategia más de anti-movilización, igual que cuando te identifican en una mani y después te llega la multa. Pues en la próxima manifestación te lo piensas dos veces”. Él, personalmente, en su obra separa la militancia de la música. “Creo que la principal función de la música es entretener. Si un mensaje no entretiene te va a costar que penetre o que tenga influencia, pero después, si puedo aprovechar para lanzar ideas, lo hago. En cualquier caso, para militar hay caminos menos agradables”, bromea. “Como reuniones, asambleas tediosas y demás”. Señala el concepto de “edutainment”, creado por Kris Parker: education y entertainment.
Fuerza de convocatoria
Sara (Raissa en la banda feminista Las IRA) cree que el rap es “el género más perseguido porque es el que más fácil llega a la gente”. “Entre la juventud se escucha mucho. Te metes a ver vídeos en Youtube y cada canción tiene una barbaridad de visitas. Como el punk en su momento, tiene mucha fuerza de convocatoria, mucha carga reivindicativa. Además es fácil hacerlo, cualquiera coge micro y base y se pone a grabar”, coincide con Nega. “Hay que tener en cuenta de dónde viene el rap: de la calle, del barrio, y sí o sí te va a poner sobre la mesa problemáticas que no gustan”.
Reconoce que ahora se está dando un “boom represivo”: “Yo creo que son los últimos coletazos de la España más rancia. Notan que se les acaba ya el asunto. Siempre, cuando algo va a cambiar, nace una oleada de reaccionarios… es como el machismo. El feminismo está en auge, algo se está moviendo, y sin embargo hay un retroceso entre chavales jóvenes, que muestran conductas súper machistas. El miedo al cambio siempre radicaliza a algunos sectores, como el auge de partidos de extrema derecha en Europa”.
Yo creo que son los últimos coletazos de la España más rancia. Notan que se les acaba ya el asunto. Siempre, cuando algo va a cambiar, nace una oleada de reaccionarios
Pipe Díaz, uno de los raperos condenados de La Insurgencia, está de acuerdo con sus compañeros en los factores. Ante la pregunta de por qué los cantautores han dejado de tener el punch de los años del tardofranquismo, le da la sensación “de que en parte responde a lo que pasó en la Transición con el PCE”: “Hubo muchos cantautores y otros artistas que simpatizaban con el PCE, pero en los cincuenta el partido empezó a caer en una degeneración política brutal y acabó por integrarse en el Régimen. Y como pasa en todos lados, los artistas van a rastras de sus partidos. Lleva pasándole a figuras progresistas todo el siglo XX. Mira Neruda. En según qué momentos escribía a la URSS. Pero cuando desaparece todo el campo socialista y cae la Unión Soviética, sus intelectuales empiezan a bajarse e incluso a abrazar posturas reaccionarias”.
Subraya que la Audiencia Nacional es “un tribunal político”: “Había gente que en según qué momentos, cuando fue juzgado el condenado Pablo Hasel, pensaba que esto era una cuestión sólo de ir contra el movimiento de resistencia que defiende Pablo en algunas de sus canciones. Sus presos políticos y muchas otras cosas. Pero hemos visto que la represión no se selectiva. Antes se fijaba en organizaciones armadas y en partidos políticos muy concretos, pero ahora se ha generalizado y llega hasta a cualquier rapero”, explica.
“Como el caso de Ayax y Prok, a los que juzgaron por mostrar a un policía en su vídeo [canción Polizzia]. Cualquier persona que se oponga mínimamente al sistema está en el punto de mira. El año pasado hubo un montón de juicios de condenados, y este año la tendencia es ir a más”. “Es por el miedo que tienen”, confirma. “Esto sólo refleja debilidad”.