Fue una Beyoncé en la Zarzuela, capaz de parar el país y en diferido. Los móviles han logrado que un acto público en privado para 1.200 personas colapse la batalla por la hegemonía cultural del país en plena división. Marta Sánchez (Madrid, 1966) ha dado un paso adelante y ha conquistado la cima del monte patriota, con una letra escrita por ella misma para el himno nacional: “Rojo, amarillo, colores que brillan en mi corazón y no pido perdón”. En plena jarana independentista, su vestido rojo y su melena rubia rimaron mejor que nunca con la bandera nacional.
Ha cantado sobre el escenario alineado con el Congreso de los Diputados, en el eje más poderoso del país, donde el rojigualda colorea la corte de políticos de todo corte, y Mariano Rajoy ha aplaudido. Albert Rivera y Rosa Díez, también. Ya la piden para que pise el centro del campo del Wanda y haga de la final de la Copa del Rey una Super Bowl a la española.
Los aplausos saltan en el mismo escenario en el que el público abucheó y boicoteó la función de ¡Cómo está Madriz!, de Miguel del Arco e interpretada por Paco León. Alberto Ruiz Gallardón abandonó la sala, ofendido por las referencias a sus compañeros de partido en el número de los Ratas, que alude directamente a Bárcenas, Rato y Camps. A gritos de "¡Fuera, fuera!", los ofendidos querían parar la función cuando a un cardenal se le practica una felación, en un prostíbulo recreado sobre el escenario.
Ha sido un golpe maestro en el reclutamiento de voluntades. Porque la cultura es el perfecto instrumento para la creación de identidades colectivas y Marta Sánchez -que reside en Miami- ha cerrado el concierto a sus 30 años de carrera, con un giro político inédito entre los creadores musicales. El nuevo himno es un efectivo producto cultural que afianza la conciencia de la ciudadanía unionista ante el reto catalanista, representado en mítines y Spotify por La estaca de Lluís Llach (que compuso en 1968).
Minorías mayoritarias
La política es una construcción de verdades compartidas, que se levantan en una batalla cultural, estética e intelectual por la primacía simbólica. Es una pugna diaria y nunca definitiva, en la que la izquierda lucha contra las desigualdades y las injusticias (las Cabalgatas con Drag Queen, la Memoria Histórica), y la derecha a favor de la identidad nacional. En la Zarzuela se demostró la reflexión de Mao Zedong: “Una minoría en la línea correcta revolucionaria ya no es una minoría”.
Y los móviles elevaron la minoría a la mayoría, mientras la izquierda volvía a caer derrotada en la pelea por el símbolo mayúsculo. Lo tiene tan atragantado como la derecha las injusticias y las desigualdades. La propia Marta Sánchez protagonizó hace años una agria polémica al advertir a quienes se manifestaban contra los recortes del Gobierno Rajoy que de la crisis se sale trabajando “y no jodiendo al prójimo”.
El filosofo César Rendueles explicaba a este periódico que "la derecha ha logrado desarrollar instrumentos de creación de opinión mucho más potentes que la izquierda". Se refería a Bertín Osborne, porque es más importante legitimar la televisión como un espacio de intervención política. "No sólo en los centros de arte contemporáneo se interviene políticamente", añadía.
Orgullo y satisfacción
La letra de su himno dice: "Vuelvo a casa, a mi amada tierra, la que vio nacer mi corazón aquí. Hoy te canto para decirte cuánto orgullo hay en mí, por eso resistí. Crece mi amor cada vez que me voy, pero no olvides que sin ti no sé vivir. Rojo, amarillo, colores que brillan en mi corazón y no pido perdón. Grande España, a Dios le doy las gracias por nacer aquí, honrarte hasta el fin. Como tu hija llevaré ese honor, llenar cada rincón con tus rayos de sol. Y si algún día no puedo volver, guárdame un sitio para descansar al fin".
No es la primera vez que Marta arenga a las tropas a resistir y a luchar por la patria. A finales de 1989, Olé Olé es elegido para actuar ante las tropas españolas destacadas en la Guerra del Golfo Pérsico. Aquél día Sánchez hizo de Monroe, en la Guerra de Corea, en 1954. Llegaban con el disco 1990 a pleno rendimiento, gracias a temas como Soldados del amor, en el que canta: “Amar es jugarse la vida”; “Amar es quedarse sin fuerzas, es volver a intentarlo otra vez aunque tú no comprendas”. Un año después posó para Interviú y se convirtió en la portada más cara de los 41 años de historia de la revista (40 millones de pesetas, más de 240.000 euros).
¿Cantautores rojigualdas?
Ha dedicado su carrera a cantarle al amor y ahora a la patria. Dos asuntos imbatibles -y mucho más hermanados de lo que nos creíamos- en la carrera por conformar una mayoría política, de la que no pueden sustraerse ni los adversarios. Así como Beyoncé cantó contra la desigualdad racial en el evento retransmitido más importante del mundo, Marta Sánchez ha salido del armario vestida de rojigualda para ser la primera en romper un tabú postfranquista.
Llegará a Spotify, cruzará los platós y las plazas, llegará a los mítines y será el mito con el que el ala conservadora seguirá ampliando su comunidad. ¿Habrá versión dance? ¿Saldrá algún cantante de izquierda a ponerle el cascabel al himno?