La explosión del movimiento Me Too ha colocado el feminismo en el centro del debate social. No sólo ha destapado numerosos casos de abuso sexual y ha sacudido las vergüenzas de la industria del cine, sino que la reivindicación ha contagiado al resto de sectores: el mundo del libro, del arte y de la música también han comenzado a reflexionar, a organizarse, a crear plataformas de visibilización y a proponer protocolos para combatir el machismo normalizado.
La cultura del silencio está empezando a transformarse en cultura de la conversación. Es tiempo de repensar, de reedificar: entre las cuestiones surge la problemática del pogo. ¿Debe convertirse en una cuestión de género? ¿Qué riesgos conlleva esta práctica? El pogo tiene sus inicios en el punk y consiste en moverse frenéticamente al ritmo de la música en un concierto, empujar al de al lado con caderas y hombros y dejarse arrastrar por el fervor de la masa espectadora. “Se da mucho en festivales y depende de un instinto muy primario, de un frenesí general y de algo rítmico: la música te mueve por dentro y esa agitación puede sacarse fuera en forma de pogo”, cuenta Rayden a este periódico.
Las mujeres salen peor paradas en el pogo, primero, -y siempre en términos generales-, por una cuestión de fuerza física; y, en segundo lugar, porque son las principales víctimas de acoso
La naturaleza del pogo es alocada pero amistosa, y trata de integrar a los demás en un baile desenfrenado y común -aunque una de sus premisas es intentar no involucrar a quien prefiere mantenerse fuera, a veces con poco éxito-: uno sabe cómo entra al pogo, pero no cómo va a salir, porque la agitación puede descontrolarse y generar daños físicos. Es fácil acabar magullado: pequeños hematomas, heridas fruto de algún codazo desafortunado -sacar los codos hacia afuera está muy mal visto- o piernas rotas. Como en cualquier concentración humana, los comportamientos inapropiados desembocan en episodios de violencia o de acoso en los conciertos y las mujeres vuelven a ser las que salen peor paradas: en primer lugar -y siempre en términos generales-, por una cuestión de fuerza física; y, en segundo lugar, porque son las principales víctimas de los acosadores.
¿Cómo revertir esta situación? ¿Tiene sentido que se cree un pogo no mixto en los conciertos para subrayar la seguridad de las asistentes? “A mí, en general, cualquier propuesta no mixta me parece bien. Es una especie de laboratorio, una forma de crear un espacio donde poder desarrollarte sin tener en cuenta los límites habituales con los que te ves reducida por el patriarcado”, reflexiona Paula, de Las Odio.
“El grupo no mixto genera un espacio seguro en el que se pueden poner en práctica muchas teorías que no son realizables en los espacios no mixtos”. A su vez, le ve “peligros” a esta aplicación: “El problema de que el pogo sea no mixto es que, al final, es un blaming the victim. Reduces tu espacio en vez de conquistar el otro. Generas un espacio de seguridad, sí, pero al final no estás contribuyendo a la realidad, que es que el pogo sea un espacio amigable para todes, no sólo para ellos. Es un poco eso de ‘no te pongas minifalda, que te van a violar’; pues ‘no te metas en el pogo, que te van a tocar’”.
La concepción binaria no funciona
Paula cree que hay que “reeducar el pogo”: “Yo llevo gafas y mido 1,50. Evidentemente estoy jodida para entrar en un pogo violento. Igual es que no es mi pogo, pero tiene una razón de ser y una idiosincrasia. Una tía de dos metros que esté tocha puede entrar perfectamente”, relata. “En la violencia hay ‘igualdad’. Da igual si eres tío o tía porque puedes acabar con un codo en la boca. Pero la agresión sexual es otro tema: si eres tío no te van a tocar la polla, pero si eres tía te pueden manosear… sí es un espacio hostil para nosotras”. Su idea va más por “instaurar nuestras formas de pogo”. Cita este vídeo del Ladyfest Madrid 2013, donde se proponen pautas para un pogo feminista: “Va de frotarse, no de atacarse. Evitamos clavarnos los codos. Si te caes, nos levantamos juntas. Metemos mano si hay consentimiento”.
Ladyfest Madrid 2013 from teclista on Vimeo.
Paula recuerda que el pogo “siempre va a ser corpóreo”, pero que más le preocupa “cuando suben a una chica y la pasan por el público… eso es más jodido y en los tumultos la gente se pasa”. Tampoco ve claro cómo podría efectuarse: “Mola mucho que exista un pogo feminista en un espacio no mixto, pero generar un espacio no mixto dentro de un espacio mixto… no lo acabo de ver. Tener que reducirnos para poder disfrutar de un espacio es poco ambicioso. Y, ¿dónde te dejas el gender fluid? La concepción binaria del tema no funciona. ¿Qué vamos a hacer, dejar en un grupo a todos los hombres cishetero y en otro grupo a todos los demás? No podemos ir pidiendo carnets de identidad de género”.
¿Vagones de hombres y de mujeres?
Rayden explica que entre el público nunca ha visto nada “chungo”: “No más allá de la típica caída. El pogo no se genera en un instante, sino que hay un poco de tiempo de reacción. Hay una preparación, lo notas y tienes tiempo para quitarte si quieres”. No cree en el pogo no mixto: “No es una conducta que se dé sólo en los pogos. También pasa en el metro, por ejemplo: al final tiene que ver con un problema de educación, pero no creo que la solución sea hacer vagones de hombres y otros de mujeres. Ni en los cines, los estadios, los gimnasios, las piscinas… se nos va de las manos la vida si lo intentamos compartimentar todo. ¿Qué vamos a poner: antiavalanchas en mitad del espacio para separar a los hombres de las mujeres?”.
El artista cree que todo deviene “de la conducta de una generación degenerada, que está paliando la inseguridad que tiene con diferentes monstruosidades, y una de ellas es el babosismo”: “Eso no se arregla con segregación, sino con educación social y emocional”. Nega -antes de Los Chikos del Maíz y ahora en Riot Propaganda- relata que no sabe si la solución son los pogos no mixtos: “Lo que sé es que en el concierto de Iruña el círculo lo empezó una chica y que otra chica que medía 1,60 y pesaba 50 kilos se quedó sola dando patadas y empujones la muy jefa. Igual es que el pogo no es para ti. Y no pasa nada, a mí no me gustan y por eso no bajo”.
Pedir respeto desde el escenario
Comenta que su obligación es “desde el escenario, pedir que se haga el pogo con respeto, y por supuesto sin ningún tipo de acoso y sin sobones, pero pedir que se haga un pogo de baja intensidad o algo así… no lo veo”. “Respecto a los pogos no mixtos, creo que es victimizar a la mujer y quizá una forma de discriminación para las chicas que los disfrutan y participan de ellos”. Adolfo, de Airbag, está de acuerdo en que “en general, las chicas suelen tener menos fuerza y pueden salir malheridas de algún pogo, y en cuanto a lo de que alguien se propase con ellas, puedo decirte que en todos los años que llevamos dando conciertos nuestro público siempre ha sido respetuoso y no hemos vivido ningún incidente desagradable en ninguno de los dos sentidos”.
Creo que el pogo no mixto es victimizar a la mujer y quizá también una forma de discriminación para las chicas que los disfrutan y participan de ellos
Sólo una vez: “Un chico en Albacete se rompió una pierna. Pero, en general, la tónica es gente que va a pasárselo bien y que no hace daño a nadie. A nuestros conciertos vienen incluso padres con sus hijos, y los chavales se tiran del escenario y la gente los coge, súper atenta… están muy al loro y los tratan con suma delicadeza mientras los hacen pasar por encima de las cabezas del público”. Cuenta que es “el primero que si ve a alguien sobrepasándose con una chica lo digo por el micro”, pero cree que el pogo no mixto no es factible, al menos en conciertos de Airbag: “Empiezas en un sitio y en la segunda canción ya estás al otro lado de la sala”, ríe al teléfono. “Estamos en contra de la segregación en colegios y en los deportes, ¿y ahora vamos a segregarnos a la hora de divertirnos? No lo veo: en un pogo puede salir mal parado cualquiera, yo mismo, si me toca al lado un tío más grande que yo. ¿Segregamos también por estatura?”.