No es una canción ganadora y lo sabemos. Ni siquiera en Eurovisión. Tampoco representa España 2018. Lo malo, sí. Y a pesar de todo, Amaia y Alfred tienen muchas posibilidades de mejorar las últimas apariciones estelares del producto musical español de los últimos años. La pareja triunfal representa la bandera de lo que no ha podido ser Europa nunca, pero a lo que aspira siempre. O sea, amor y concordia. En medio del auge de los fascismos, del deterioro de la libertad de expresión, del empobrecimiento de los trabajadores y de sus condiciones laborales, cantemos a la esperanza.
Tu canción es eso, un canto a la posibilidad de estrenar lo manoseado, una segunda oportunidad para el entendimiento. “Siento que bailo por primera vez junto a ti”, dice la letra de Raúl Gómez. Porque todo lo anterior no ha valido, no ha salido, ha sido un fracaso, pero ahora hay una nueva oportunidad. Otra. Europa es esa relación que no cree en sí misma, pero que lo intenta por conveniencia. Europa es una relación desgraciada, que sigue adelante con chutes de la droga que más engancha, la ilusión. Es un espejismo económico sin solución cultural.
De ahí Eurovisión. De ahí la letra: “Todo es perfecto si estás a mi lado creando una nueva ciudad”. La canción por sí misma no superaría jamás el ñoñómetro del jurado más relamido del mundo Disney. Es ingenua hasta el delito, contraproducente para la madurez democrática y una escandalosa bomba de humo que esconde una realidad europea en crisis.
Esperanza en bruto
Esto gusta. Es esperanza en bruto, sin destilar por el pudor ni la decencia crítica. Todos estos defectos tienen una oportunidad en la Europa de la frustración, que podría entregarse del todo a la participación española gracias al relato del amor construido en una operación triunfal. Hace años que no se ve un producto televisivo tan bueno como Amaia y Alfred, la pareja que se conoce y se enamora en su camino hacia el triunfo, hacia el reconocimiento de una figura en la que creer en medio de la miseria política y la mugre social.
Por si fuera poco, hay algo más que hace del enamoramiento retransmitido la punta del iceberg de uno de los mejores relatos de la historia de la televisión española: lo que cantan, lo que representan y lo que representan que son, no tienen que ver entre ellos. Lo que cantan es Disney, lo que representan en La La Land y lo que representan que son es Albert Pla. Resultado: verosimilitud en la profundidad y amplitud transversal, de una historia que llama a las puertas del independentismo.
Lo que cantan es Disney, lo que representan en La La Land y lo que representan que son es Albert Pla. Resultado: verosimilitud en la profundidad y amplitud transversal, de una historia que llama a las puertas del independentismo
¡Amaia y Alfred no viajan juntos a Lisboa! “Que no cunda el pánico”, se aclara en una de las crónicas publicadas estos días sobre la pareja en su camino al festival. Vuelan desde Pamplona y Barcelona y volverán a reunirse en la capital de Portugal. “Que no cunda el pánico”. Porque el pánico es el fracaso del amor y el triunfo no es el disco, ni las ventas. Ni la horrible canción. Lo que hace especial a Amaia y Alfred ante la audiencia es el amor, un producto insuperable en el mercado de las emociones fabricadas. Nada ha podido destronar al amor en el relato favorito de las masas. Fíjense en el logo del festival.
Del concierto al Deluxe
Si se rompe la unión entre Amaia y Alfred, ¿qué podemos esperar del futuro? ¿Y de la humanidad? Si se rompen, la pareja dejará los platós musicales para pasar a los platós Deluxe. Y seguirán siendo un fenómeno. Pero de momento, la humanidad puede respirar tranquila, se reunirán en Lisboa, una ciudad para el amor. Que no cunda el pánico… en España. Porque en Europa están asustados ante la fuerza de este relato construido en Prime Time.
Los macedonios, asustados ante el huracán romántico, ya han dicho que no se creen nada de los besos y arrumacos de la pareja, porque el producto es de primera y cuando sean presentados ante la audiencia europea se dirá de ellos que se conocieron y se desearon amor y unión para siempre entre canciones y ante los espectadores. Y contra eso, no hay nada que hacer. La canción es la banda sonora de una historia de amor, la canción es lo de menos. Lo que importa es el relato.