“Todos mis amigos se llaman Cayetano, zapatillas Pompeii, algunos tienen barco. Siempre tres botones desabrochados. Menudo pelazo, CEU San Pablo (...) No votan al PP, votan a Ciudadanos”: así arranca el himno patrio definitivo, el que cantan con idéntico ahínco las dos Españas, el que cohesiona al pijo y al niño más precario. El muchacho bien lo goza porque es para él un retrato “sin maldades”, un selfie rítmico que recoge todos sus amores: “Ibiza, Marbella, la finca en Segovia, el puestazo”. Batas bordadas, banderas de España.
Abraza hasta sus frases hechas, sus fórmulas de generosidad rayanas en la autocomplacencia: “En las Big Four, cien mil contactos. ¿Quieres entrar ahí? Te recomendamos. ¿Salir de fiesta en reservado? No pasa nada, está to’ pagado”. Pero también le toca el corazón al chaval medio, el que no está en el dólar, porque puede estrangular la letra e ironizar con ella: “Hay un poco de parodia. Es verdad que los pijos son un blanco más fácil que el resto de tribus urbanas… quizá porque son minoría. Y entre los demás hay un poco de envidia, pero de buen rollo. Hay algo de ‘quiero tener tu coche, tío’”, ríe al teléfono Martín, el bajista del grupo.
El temazo conciliador que soñó con hilvanar Marta Sánchez corre a cargo de Carolina Durante, una banda de cuatro jóvenes talentosos y espontáneos que saltan al barro con mucho que decir, afilados y frescos, efervescentes y también amargos. Diego, Martín, Juan y Mario se han bautizado así porque “ese era el nombre de la crush [amor platónico] de nuestro anterior batería”: “Por ella se fue del grupo”, guiñan. Qué mejor homenaje a la ausencia de un amigo que llamar a la banda como la mujer por la que los abandonó.
La antítesis de Taburete
Los chicos estaban en el FIB del año pasado cuando les estalló en la cara el paisaje poético que acabarían convirtiendo en canción: “Había cerca de nosotros un grupo de chavales con su guitarrita… y con la bandera de la Comunidad de Madrid. Estaban todo el rato ahí y no sabíamos cómo se llamaban, así que alguien dijo ‘seguro que se llaman Cayetano’, y de ahí empezamos a describir a ese prototipo de persona”, relata Martín. “Además, la exnovia de Diego [el vocalista y letrista] había empezado a salir con un tipo así”.
“Sí, subió un par de fotos con su círculo de pijerío madrileño. Selfies en el barco con sus amigos… y lo vimos claro”, bromea Diego. Andan felices porque “nos ha escrito mogollón de gente diciendo que se sienten muy identificados con la canción y se la toman con humor, y eso es un logro y nos gusta”, relata. “Nos escribe gente de ICADE o ICAI… no salen en Cayetano pero hay guiños a ese rollo. Yo tengo amigos que son muy así y se han partido el culo escuchando el tema”.
"Todos mis amigos se llaman Cayetano, no votan al PP, votan a Ciudadanos”, cantan. “Bueno, ahí nos referimos al lavado de imagen político del niño pijo. C's es el cambio que necesitaba ese sector para seguir adelante
Ellos no se sienten representados en su propia letra y les sorprende mucho estar atrayendo al público de Taburete. “No tienen nada que ver con lo que hacemos en nuestro día a día ni musicalmente”. ¿Los adeptos de Willy Bárcenas le están poniendo los cuernos con ellos? “Somos la amante nocturna”, bromean. Sus referentes artísticos van de Triángulo de Amor Bizarro a Los Nikis pasando por Juanita y los feos o Parálisis permanente, pero no les obsesiona acercarse a ningún estilo en concreto: “Somos la mezcla de muchas cosas, porque cada uno tiene sus gustos personales, y ahí está la riqueza”.
Vírgenes del Rocío y banderas de España
Diego protagoniza el videoclip, que evoca el ambiente de la película Selfie -aunque no la habían visto cuando lo rodaron-: es una especie de documental en el que el joven enseña al cámara su señor caserío.
Llega al porche en un flamante Mercedes descapotable, coge los palos de golf del asiento trasero y acompaña a sus invitados a la kely. “Estamos aquí de retiro artístico”, indica. La merienda son cervezas, y en la nevera cuelga la Virgen del Rocío, un imán de España y otro de las vacaciones en Torremolinos. Inés Arrimadas sonríe desde una postal de los naranjas dedicada. Santi es el empleado encargado de podar el jardín y limpiar la piscina. El Diego ficticio dice que es “como uno más”, pero luego ve una mota en la piscina y le regaña. El chavalillo se refiere a él como “señor”.
Todas estas coñas ácidas entroncan con el estilo vital del grupo, como se descubre en otros de sus temas. Ahí Necromántico: “Ya no pensaba en ti, apenas me dolía hacerlo, y decidiste volver, como siempre en mi mejor momento. A la mierda eso de ser feliz, yo lo que quiero es estar contigo. Seré feliz otro día. Ser feliz es aburrido”. No había nada que rascar en esa recaída: ella para él era un fantasma, y “los muertos no mueren dos veces”… O Niña de hielo: “Desde mi casa se ve tu palacio de hielo, lamento el tiempo perdido en tu reino”. Ahí Diego compara, en tono satírico, a la joven que le trae de cabeza con una nevera, por la frialdad y el inmovilismo emocional.
Martín describe las letras de su amigo: “Yo te hablo como crítico casi, porque a él se le da mal hablar de lo que escribe”, ríe. “Él siente mucho y lo expresa con mucha violencia. Es muy drástico. Como cuando dice ‘tú estabas muerta’ o compara a la chica con la nevera. Es tan exagerado que resulta cómico, pero realmente el sentimiento es doloroso y fuerte… es el sentimiento que todos hemos podido tener, pero que racionalmente vamos limpiando. Es en esa sensación donde sientan bien las frases lapidarias”. Para lo demás, el 14 de mayo en las fiestas de San Isidro.