Amaia Montero es mucho más que la mujer que lideró durante once años La Oreja de Van Gogh, el grupo español que parió todo un rosario de himnos románticos y que vendió más de ocho millones de discos: desde que en 2007 se independizó de sus chicos, la compositora continúa arañando en su voz propia, hurgando en la poesía y sus posibilidades, reivindicándose como una profesional de la música que ha sido juzgada, recurrentemente, con un sesgo cruel y sexista. No habría recibido el mismo trato de haber sido un hombre.
En su último trabajo, Nacidos para creer, se ha acompañado del escritor Benjamín Prado para ahondar en lo que ella llama una suerte de “streptease emocional”. Pero para retratar entrañas antes había que tomarse muchos cafés y muchas cervezas. “Benjamín y yo no nos conocíamos hasta ahora. Para escribir juntos nos hemos contado primero todo, nos hemos desnudado, hemos desgranado nuestra vida… y conectamos desde el principio. Era necesario, si no no habríamos podido hacer ese trabajo tan íntimo”, relata Amaia. “Nos hemos pasado horas y horas escribiendo y horas y horas hablando”.
Ninguno de los dos se ha andado con paños calientes. En el single, que da nombre al disco, la cantante lanza la primera a la frente: “Hay quien encuentra raro que a los cuarenta no esté casada. Pocos me han desnudado, muchos me hacen la cama. Otros juran que bebo y que en persona no valgo nada, que hace dos o tres tallas que no entro en mis vaqueros”, canta, para estallar en el estribillo: “¿A cuánto vendes tú la verdad?”. Montero explica a este periódico que está harta de que “si un tío con 40 años no se casa, es un listo, un soltero de oro, y una mujer sea una solterona”. “Las circunstancias de cada uno vienen como vienen. Si un chico se dedica en cuerpo y alma a su carrera y no tiene demasiado tiempo, o no tiene ganas, o está concentrado en otra cosa que no sea formar una familia, nadie le juzga. Pero a mí sí se me ha juzgado por ello”.
El juicio del físico
Sostiene que “es difícil”, porque en la vida del músico “se está constantemente viajando, y es una profesión que requiere que entregues todo tu ser”: “Yo no he vivido el casamiento, lo viviré cuando me dé la gana y a la edad que quiera. Convivo con mucha distancia, por mi trabajo… pero también te digo: la distancia hacen que las cosas duren más”, sonríe. En cuanto a la referencia de la letra del single sobre la talla de sus vaqueros, suspira: “Manda cojones que tenga que dar explicaciones sobre si estoy gorda o delgada. No me pasa sólo a mí, nos pasa a las mujeres. El 8-M todo el mundo hablaba de que a las mujeres nos tienen que valorar por nuestras capacidades, por nuestras actitudes, no sólo por nuestro aspecto físico. Pero nos catalogan y encasillan”.
Cuenta que hace poco ha vivido un episodio desagradable. “Se metieron conmigo diciendo que me había transformado la cara, que me había operado… era mentira. Si fuera verdad no pasaría nada, pero no es así. No lo contrastaron. Medios supuestamente serios...”, resopla. “Es triste que una mujer como yo, que soy compositora, músico, artista… dé mi primera actuación y lo único de lo que se hable es de eso. Llevo tres años componiendo un disco, dejándome la vida y lo que no es la vida, y resulta que cuando sacas la patita te ponen a caer de un burro y sólo hablan de eso”.
Autobiografía (y puntos sobre las íes)
Subraya que “uno de los grandes propósitos de la mujer es que hablen de lo que hacemos, de lo que valemos”: “A mí nunca se refieren como ‘compositora’. A los chicos sí, ¿eh? Pues yo llevo 20 años trabajando en esto, y no me reconocen, no queda constancia. Quiero que se hable de mis composiciones y no de si entro o o entro en los vaqueros o sobre si un día me han maquillado mejor o más erróneamente”. Explica Amaia que se ha decidido a reivindicar todo esto en su primera canción porque tiene espinitas clavadas. “Claro: si no te duele, no hablas de esto. No vivo por encima del bien y del mal, las cosas me afectan. No sé si ha sido la edad, o mi momento vital… pero sabía que quería dejar las cosas muy claras”.
Amaia cuenta que este disco “es autobiográfico, como todos lo han sido, pero aquí hay verdades como puños, verdades como fotografías”. ¿Cómo han cambiado las canciones de amor desde Cuéntame al oído o La playa hasta ahora? ¿Qué tal se escribe de emociones en los tiempos de Tinder? Ríe. “Bueno, eso depende. Yo no soy de Tinder. Aunque el mundo vaya muy deprisa sigo siendo clásica. Luego me cuentan que salen parejas maravillosas de esas aplicaciones, ¿eh? Cuando se encuentra el amor, bienvenido sea”, comenta. “En cualquier caso, hacer pop ahora es una valentía. El reguetón está muy de moda… pero bueno, como se puso de moda también en su día la música electrónica”.
¿Qué le parece la crisis de libertad de expresión que está viviendo la música en España? “Mi postura es que se puede ser valiente sin ofender. Yo creo que este disco es valiente, pero siempre procuro no insultar… es que no hace falta descalificar para dejar las cosas claras. Cuando te arriesgas a ofender públicamente… asume las consecuencias”.