Miles de personas achicharrándose en hora punta del sol de julio madrileño, mientras esperan en una fila interminable para ponerse la pulsera que les da acceso al recinto donde iban a tocar Pearl Jam. Bienvenidos a una nueva edición de Mad Cool, el festival donde el año pasado murió el acróbata Pedro Aunión. No hay sombras de camino a las taquillas del Ifema (las dos ediciones anteriores en la Caja Mágica), nadie de la organización se ha anticipado al caos y no hay ni un metro de toldo para proteger a los clientes. Tampoco hay quien atienda al tumulto con un poco de agua o con una explicación. Los afectados hablan de insolación, deshidratación, lipotimia, bajadas de tensión…
Entonces, la organización del MadCool anuncia en su cuenta de Twitter que arrancan los conciertos, mientras la mayoría del público sigue haciendo cola, delante del acceso al Ifema y con los escenarios de EELS o Iván Ferreiro prácticamente vacíos. “Han abierto las puertas de acceso a las pulseras 15 minutos antes de que arrancara el primer grupo. No ha servido para nada estar cuatro horas antes o comprar el bono para los tres días con ocho meses de antelación. Es el último año que vengo, voy a reclamar la devolución”, explica a este periódico una de las asistentes.
Elizabeth es inglesa y asegura que la fila para la pulsera es “una locura y tan poco profesional”. “Hemos estado en muchos festivales y no hemos sido tratados como aquí en ninguna parte”. Quienes pagaron más por la entrada VIP se encontraron sin los privilegios prometidos y pasaron por la misma situación. Otros niegan que las puertas estuvieran abiertas cuando lo anunció la organización. “Estamos atascados en controles sin sentido que no avanzan. ¿Cómo es posible que la organización sea peor que la del año pasado?”, preguntan a la organización desde las redes sociales. “Llevo una hora y media de atasco de entrada al parking, ya me he perdido Ivan Ferreiro y no sé si llegaré a Fleet Foxes. ¡Me debéis tres conciertos! ¡Quiero mi dinero!”, grita otro.
Para llegar a este punto de atoramiento, los más de 80.000 espectadores que se han acercado a la primera jornada del MadCool han tenido que llegar al recinto ferial. Quienes trataron de acceder en Uber con entrada preferente -acordada con la organización del festival- se encontraron con más de dos horas de retención y se quejaban por “estafa”. Quienes acudieron con su coche particular sufrieron la misma escena, porque sólo el acceso desde la rotonda de Campo de las Naciones estaba abierto el acceso al parking. El resto, cerrados y sin aviso. Las retenciones en las carreteras aledañas las sufrieron los vecinos de Valdebebas que trataban de llegar a su casa.
En Metro fue fácil llegar hasta la estación, pero no salir de ella. La organización había decidido colocar unas vallas para cortar el acceso al túnel que transita bajo la M-11 y termina en la entrada del recinto. Ante la retención y la acumulación de personas, el público ha derribado y saltado las vallas para escapar de la situación. Algunos de los asistentes cuentan a este periódico que han temido por su vida y recuerdan una situación similar a la ocurrida en el Festimad 05. “Es la peor organización que he visto en más de cincuenta festivales”, cuenta Adrián.
Una vez dentro las sorpresas continuaron. Los espectadores de Tamelmpala se encontraron con un recinto para VIP gigante delante del escenario y otro para la entrada normal a unos 50 metros del grupo. El abono normal cuesta 200 euros. Tampoco funcionaron los datáfonos para cobrar las consumiciones. Las colas se reprodujeron en el interior para poder comprar bebida o algo de comer.
Por si fuera poco, y pese a la extensión del recinto de unos 200.000 metros cuadrados, los conciertos se pisaban unos a otros. En las dos ediciones anteriores, los responsables del Mad Cool han organizado eventos de 40.000 personas. Este año, con el cambio de ubicación, han logrado duplicar el negocio y llegar hasta las 80.000. Para los tres días de festival se esperan 240.000 visitas, que se reunirán en un espacio equivalente a dieciocho campos de fútbol.