A Amaia Montero le está durando demasiado la mala racha: desde que abandonase su exitoso grupo La Oreja de Van Gogh no ha terminado de encontrar su sitio y ha sido con frecuencia objeto de críticas crueles y sexistas. Han cuestionado su físico y su voz, así como su presencia en los escenarios. No habría recibido el mismo trato de haber sido un hombre. En una entrevista con este diario, Amaia se mostró molesta por esas miradas reprobatorias: "Manda cojones que tenga que dar explicaciones sobre si estoy gorda o delgada. No me pasa sólo a mí, nos pasa a todas las mujeres. El 8-M todo el mundo hablaba de que a las mujeres nos tienen que valorar por nuestras capacidades, por nuestras actitudes, no sólo por nuestro aspecto físico. Pero nos catalogan y encasillan”, comentaba, al respecto de aquellos misóginos que trataban de insultarla al grito de "gorda".
Ha vivido muchos episodios desagradables: "Se metieron conmigo diciendo que me había transformado la cara, que me había operado… era mentira. Si fuera verdad no pasaría nada, pero no es así. No lo contrastaron. Medios supuestamente serios...”, resopla. “Es triste que una mujer como yo, que soy compositora, músico, artista… dé mi primera actuación y lo único de lo que se hable es de eso. Llevo tres años componiendo un disco, dejándome la vida y lo que no es la vida, y resulta que cuando sacas la patita te ponen a caer de un burro y sólo hablan de eso".
Su gran propósito como mujer, señaló, es que los demás hablen "de lo que hace, de lo que vale", pero a ella nunca se refieren como "compositora, pero no lo hacen: con los chicos sí, ¿eh?". "Quiero que se hable de mis composiciones y no de si entro o o entro en los vaqueros o sobre si un día me han maquillado mejor o más erróneamente”, subrayó. Todo este dolor intentó expiarlo en la primera canción de su último disco, Nacidos para creer, donde lanzaba la primera en la frente: “Hay quien encuentra raro que a los cuarenta no esté casada. Pocos me han desnudado, muchos me hacen la cama. Otros juran que bebo y que en persona no valgo nada, que hace dos o tres tallas que no entro en mis vaqueros”, canta, para estallar en el estribillo: “¿A cuánto vendes tú la verdad?”.
Lo reconocía: tiene espinas clavadas. "Claro: si te duele, no hablas de esto. No vivo por encima del bien y del mal. Las cosas me afectan". Poco después del lanzamiento de su último trabajo, volvía a ser duramente criticada por una errática actuación en Cantabria, en la que llegó a pedir a los músicos que dejaran de tocar. Explicó que todo se debió a "problemas de sonido", pero los detractores la acusaron de actuar alcoholizada. Ella se defendió: "Estoy leyendo cosas realmente terribles, que si estaba borracha como una cuba, me están llamando Amy Winehouse... El otro día me decían que me había trasformado el rostro. Está una harta, voy de polémica en polémica".
Parece que todo este cóctel de emociones está afectando a Montero, que ha difundido un mensaje en el que deja entrever su despedida de la música. "Empezando por despedirme y empezando por el principio", ha lanzado en su Twitter, adjuntando una imagen de su primer álbum con La Oreja de Van Gogh. La publicación ha desatado un zafarrancho en redes sociales, también porque iba precedida de otro tuit más misterioso: "The game is over". Sus fans no paran de escribirle, preocupados, pidiéndole que confirme las sospechas.
En sus últimas declaraciones a una entrevista en Faro de Vigo, denunció que "este tipo de acoso sólo ocurre en España". "Es acoso, bullying o lo que quieras. Yo me he sentido mal y no quiero hablar más de esto (...) Este país, es, a veces, bastante duro", deslizó la cantante, antes de recordar que en Latinoamérica la "quieren muchísimo".