“Dueña de un corazón tan cinco estrellas que hasta el hijo de un dios, una vez que la vio, se fue con ella. Y nunca le cobró, la Magdalena”, canta Joaquín Sabina en uno de sus temas más emblemáticos -y arrebatadoramente hermosos-, dedicado a “la más señora de todas las putas, la más puta de todas señoras”. Relataba el de Úbeda su aproximación a un prostíbulo, a medianoche, y su embelese por el guiño de esas bombillas “azules, rojas y amarillas” del cartel del club. El escarceo nocturno acababa poéticamente “entre dos curvas redentoras” donde “la más prohibida de las frutas” lo esperaba “hasta la aurora”. Decía que “las malas compañías son las mejores”. Sabina hizo de la prostituta un personaje fundamental en su imaginario canalla y herido, y de alguna manera su mirada y sus versos lograron visibilizar una realidad incómoda que siempre ha existido. La colocó en el centro del escenario, le sacudió el tabú.
Sin embargo, ahora que dentro del feminismo -y de la sociedad- se debate más que nunca la cuestión de la prostitución -¿regularla o abolirla?-, es de recibo analizar cómo se ha blanqueado la figura de la mujer prostituida en la canción popular. Es cierto que a la prostituta se la ha barnizado poesía mediante y se la ha convertido en un modelo de mujer oscura e interesante en el espectro musical, pero, ¿dónde está la denuncia? ¿La hay, la ha habido alguna vez? ¿O el trato que ha recibido este rol sólo ha afianzado más la imagen de la mujer que está ahí porque lo desea, acercándose a la postura regulacionista? ¿Se ha clavado en el imaginario popular a la prostituta como un ser autónomo, poderoso, e incluso cool?
Laura Viñuela, musicóloga experta en género, cree que estas canciones tienden al regulacionismo. “Se romantiza a la puta, se la viste como algo que mola y se pasa por encima del problema. Aunque Sabina intente darle una posición de respeto, no lo consigue, porque no le da voz realmente: la mira siempre desde fuera”, relata. “La prostituta es un personaje que sirve para ilustrar muy bien el bajo fondo y se ha pintado como algo positivo. Pero en realidad, es un atrezzo de la figura del músico”.
Cree Viñuela que es “como revivir a María Magdalena y toda esa historia”: “En realidad se trata de lo de siempre, de que se vea la sensibilidad del músico y su capacidad para encontrar belleza en lo malo y en las mujeres de la calle. Parece que quieren redimirlas, pero sólo se ensalzan ellos. La prostituta de las canciones no es real, es un arquetipo más. No se les da voz a las prostitutas reales. Cuando hablan de ellas, el oyente ve la noche, el bar, el humo, y al tipo de mujer de la que hablamos”.
De Perales a Serrat
Más ejemplos: Piel de pantera, de Javier Álvarez, Con nombre de guerra, de Héroes del silencio, Mujer pantera, de Melendi, Samaritanas del amor, de Perales o La primera de Serrat. “El cantautor habla de la mujer mala porque la buena da menos juego. La mala es interesante: es la que hace que pasen cosas. Aunque su intención sea la de hablar de esa gente que no habla o dar voz a quienes no la tienen, siempre acaban tirando de lugares comunes”, sonríe Viñuela.
“Yo soy abolicionista, y me preocupa que se presente a la mujer prostituida como algo positivo. ¿Qué hay de bonito en eso? Entiendo, por un lado, que quieren humanizar a una figura deshumanizada, pero en el fondo no hay nada bonito. Son mujeres que llevan una vida que no querríamos: ve a una clase de primero de la ESO y pregunta. Ninguna niña quiere ser puta. Tampoco ningún niño. El problema es que nunca se ha hecho desde la denuncia”.
Para Viñuela es importante el intérprete en temas tan sensibles. “En este caso para mí es interesante que lo cante una mujer. El género aquí es importante. Sería recomendable que esa historia se contase en primera persona. Me estoy acordando ahora de Ojos verdes, la copla. Es una canción que cuenta un fragmento muy corto de una noche con un cliente, y cómo acaban: yo te dije ‘estás cumplío, no me tienes que dar ná’. Ahí se pone en el lugar de una mujer capaz de elegir”.
Claro que en esa copla “no se juzga todo el sistema de la prostitución”, señala la experta, “pero sí que habla ella y cuenta su historia”. “No podemos olvidar que estamos hablando de convertir en una transacción económica algo que se debería hacer por deseo, o por amor, si quieres, pero cuando metes ahí el dinero se genera el problema de la duda de la libre voluntad”. ¿Y La bien pagá? “Pienso en cuando la cantaba Miguel de Molina. Él era homosexual, fue perseguido, tuvo una vida muy atormentada… es un buen ejemplo porque aquí canta una persona que vive tan en los márgenes él mismo, que no parece tan malo que cante sobre los márgenes. Lo expresa en un plano de igual a igual”.
Privilegiados hablando del lumpen
Diferente es, señala, “cuando viene un músico que vive muy bien a contar historietas del lumpen”: “Otro debate fuerte es la autenticidad. Si es auténtico lo que cuenta el músico, si son sus experiencias reales, si ha entrado de verdad en el barro. No es lo mismo si estás hablando de prostitución desde tu súpercasa”, expresa. “Es el efecto Pretty woman, que viene con príncipe azul y todo, y con esa idea de que el sexo se redime con amor verdadero”. Ojo a Puta de Luis Ramiro, que crea un diálogo entre el cliente y la prostituta: “Me habló de su pasado, yo le dije que a mí a veces me llamaban ‘cantautor’. ‘Aunque no seas Sabina, ¿me prometes que me harás una canción? Pon que soy muy guapa y los defectos ni los nombres, que la vida no fue fácil para mí. Y sobre todo, que soy puta, pero puta no nací”.
Y el estribillo, donde ella vuelve a hablar: “Tú haz lo que quieras con mi cuerpo, pero ten claro, mi vida, que lo de dentro ni se alquila, ni se paga, ni se vende, ni se presta, ni se deja, ni se ofrece por dinero”. A Laura Viñuela esta idea le interesa más: “Claro que una mujer prostituida es mucho más que una puta. Pero hay una concepción errónea, yo creo, del cuerpo. Oyes esto por ahí: ‘el cuerpo es algo separado de ti, es algo que tienes’… no, el cuerpo también es algo que eres. Todo lo que somos es cuerpo. Del cuerpo no puedes abstraerte”. Sostiene que “otro argumento flojo es este que habrás escuchado, de los tipos, incluso amigos, que te dicen ‘no, pero si yo a las prostitutas las trato muy bien, hablo con ellas’… ya, pero ellas están hablando contigo porque eres un cliente y el cliente tiene que marcharse satisfecho. No te hagas la ilusión de que eres diferente al resto”.