Cristina del Valle no pierde fuelle: sigue siendo la mujer inspiradora, discursiva y comprometida que comenzó a arrasar en 1989 con su grupo Amistades peligrosas y dio siempre ejemplo de coherencia y bravura en un sistema musical espinoso, adormecido y masculinizado. Ella jamás se cosió los labios. No sabe vivir de otra manera que no sea luchando, dejando estela humana y creativa. Sus himnos guardan memoria: de Me quedaré solo a Estoy por ti pasando por Me haces tanto bien.
Hoy, tras seis álbumes publicados y tres millones de discos vendidos después, regresa con Ya no vives en mí, adelanto de su nuevo disco Pacto de sal: un rosario de canciones hermosas cargadas de empatía, poesía y conciencia social, ahora que el paisaje político se puebla de radicalismos. A su lado ya no está Alberto Comesaña, sino Marcos Rodríguez -su alma gemela artística-, y se siente "más radical que nunca". Charlamos con Cristina sobre música, feminismo, amor y militancia artística.
¿Cómo se define Cristina del Valle a sí misma? ¿Es más amistosa o peligrosa?
Uy… yo diría que una amiga muy peligrosa (ríe). Soy una persona, creo, bastante empática. He sido educada por una mujer valiente y transgresora que se enfrentó al sistema hace muchos años. El modelo educacional de mi madre me ha servido para tener sentido de lo social. Mi casa era una casa de acogida y de convivencia, un espacio de compartir. El norte es muy matriarcal, muy de arropar, muy familiar… por mi profesión, no he tenido familia, pero mi familia es extensa: son las gentes y las mujeres que he ido conociendo en muchos lugares del mundo. He luchado por ellos también a través de mi profesión y mi música: quiero un mundo que se escriba con amor, con cultura y solidaridad. Me da la sensación de que vivimos separados del alma, desconectados, como mecanos… nuestra música también pretende romper con todo ese modelo neoliberal y capitalista que pretende convertirnos en personas deshumanizadas, encerradas en círculos pequeños.
Has recibido el premio Meninas por tu lucha contra la violencia de género. Tú misma la padeciste de niña.
Sí, es la historia de miles de niños y niñas… yo lo viví cuando aún no había instituciones ni teníamos leyes para protegernos, ni formas de denunciar, ni de escondernos… hace más de 40 años, tras un intento de asesinato y muchos intentos de agresiones, mi madre escapó con nosotros. Es terrible eso en el hogar, el sonido de la puerta que identificas con la angustia y la violencia. Suenan las llaves y no sabes lo que va a pasar, no eres dueño de tu vida ni de tu tiempo, el hogar es una dictadura y la violencia es un mensaje para imponerse sin consensuar, sin razón alguna. Mi experiencia fue durísima. Cuando pudimos salir de ahí y respirar… estuvimos escondidos muchos meses.
Pienso en Juana Rivas cuando quiso proteger su vida y fue convertida en poco menos que en una delincuente. Yo tengo contacto con ella, siempre la hemos apoyado. Fíjate cómo es el sistema y todo lo que tiene que cambiar. Es un país, un mundo, una cultura patriarcal y machista que legaliza lo inaceptable. Mi madre fue Juana. Mi madre fue a denunciar a la comisaría visiblemente dañada y le dijeron “algo habrá hecho usted para merecerse eso”.
De hecho, ya no es que el sistema no cambie, es que existen nuevas propuestas políticas que pretenden acabar con el feminismo y con las leyes de género.
Totalmente. Mi amiga Silvia Cacho, defensora de los derechos humanos comprometidísima, señala cómo el sistema se está rebelando. La extrema derecha y el machismo más recalcitrante se rebelan porque las feministas les estamos haciendo daño. Nuestra lucha ha calado fuerte y profundo, ha modificado leyes y ha generado manifestaciones multitudinarias en las calles. Las redes internacionales de mujeres dicen “basta ya”. Eso hace daño al sistema: no quieren perder sus privilegios. Por eso se está revolviendo como un tsunami la extrema derecha, reaccionaria, fascista, misógina, racista…
¿Cómo te has enfrentado al machismo en tu vida, como artista y como mujer? ¿Cuáles son los obstáculos que te has encontrado en el camino?
Bueno, la música es una industria muy masculinizada. Técnicos, músicos, compañías discográficas… lo más duro para ellos es reconocer una autoridad femenina. La autoridad profesional de un hombre nunca se cuestiona. Yo, como fui educada por una superviviente, jamás me callé, fui una “malportada”, fui siempre lo más rebelde posible y no acepté lo inaceptable jamás. He pagado un precio por eso. He vivido en un sistema que sexualizaba el cuerpo de la mujer, y que en cuanto tú tenías determinadas actitudes te decían “qué masculina, qué mal carácter”. Yo te digo una cosa: nosotras somos malas, pero podemos ser peores. Yo acepto el castigo gustosamente: he llegado hasta aquí haciendo lo que quiero y siendo coherente. Hoy tengo un compañero maravilloso, Marco Rodríguez, con un ideario igual al mío. Es un trabajo entre iguales que cantan, que luchan y que denuncian.
Has dicho en más ocasiones que has pagado un precio fuerte por tu compromiso. ¿No notas que cada vez la comunidad artística está más silenciada y autocensurada por miedo al acoso, a la avalancha de opiniones polarizadas?
Absolutamente. Cuando entrevistan a un artista y le preguntan por más cosas allá de la música… hay miedo. Si cuestionas el sistema, despídete. Quieren que las mujeres sigamos calladas, que no dejemos en evidencia a nuestro gobierno frente a situaciones internacionales como la guerra de Irak, por ejemplo. Ahí te enfrentas en primera línea de fuego.
¿Manifestarse ideológicamente conduce al ostracismo y/o a la pobreza?
Se sabe que si eres un artista cómodo que se adapta a todo tienes más posibilidades de ser contratado. Si eres feminista, animalista… pues no te contratará todo el mundo. Yo tengo todas las papeletas, vaya. Pero seguimos yendo a donde nos quieren.
¿Qué opinión te merece la revisión de canciones desde la perspectiva de 2018? Por ejemplo, la musicóloga experta en género Laura Viñuela señaló que Contigo, de Joaquín Sabina, perpetuaba roles machistas.
Bueno, una cosa es la libertad de expresión, que no tiene nada que ver con la responsabilidad social: se trata de expresarte dentro de la diversidad. Pero hay cuestiones de extrema sensibilidad que tienen que ver con una realidad social gravísima, y aquí tenemos las cifras de mujeres asesinadas. Eso se basa en una cultura que lo alimenta. Tolerancia cero contra la visión misógina de las mujeres en la música, en el arte o en el cine. Hemos sido menospreciadas. También se ha relacionado el modelo de amor con el dolor, con la violencia, con la pasión a cualquier precio. Esas canciones están construyendo nuestro pensamiento y eso contribuye al índice de violencia. Hay que ser intransigente con cualquier lenguaje que alimente la discriminación.
Pero la expresión igualitaria es compatible con la sexualidad.
¡Claro! En Amistades siempre hemos hablado de sexualidad, de erotismo… la sexualidad forma parte de la vida y ha sido otro de los ámbitos muy reprimidos. Teníamos una canción llamada El Génesis con extractos de la Biblia, y decía algo como “y al principio de los tiempos, dios creó al hombre… y también a la mujer, los dos por igual”. Cambiamos el texto. Siempre que hemos hablado de sexualidad hemos tenido presente que las dos personas son activas en lo amoroso, que se elegían mutuamente. No como en el reguetón, donde el varón, por ser varón, se impone, dirige, controla, sexualiza y cosifica. Convierte a la mujer en un cuerpo desposeído de derechos.
También ha habido cantautores de izquierdas muy machistas, y eso que se les presuponía cierta sensibilidad social…
Por supuesto. Mi admirada Petra Kelly, una de las primeras feministas ecologistas, contaba lo indignada que se sentía por ver a grandes académicos hablando de la lucha de clases, citando a Engels y a Marx, pero maltratando a sus mujeres. O vivían rodeados de amantes. El feminismo es una ideología que ha sido muy traicionada por la izquierda. Cuando se plantearon las listas paritarias, cuando se planteó la discriminación positiva para paliar la discriminación que ya existe… a la izquierda aún le queda mucho para entender al feminismo. Además, si hablamos de la lucha de clases, no es lo mismo ser pobre y mujer que ser pobre y ser hombre. Es una doble desigualdad, una doble discriminación.
¿Qué podemos encontrar en Pacto de Sal?
Son diez canciones, ocho las ha compuesto Marcos. Marcos ha llegado en un momento de mi vida muy especial. Este es un disco que habla mucho de amor, pero de un amor diverso, de un amor que cuenta historias… no son canciones sueltas, todas están atravesadas por un deseo de libertad en estos momentos de regresión y retroceso.
Hay temas sociales como Amor que entiende, que cuenta el romance de dos lesbianas de 70 años.
Sí: iba Marcos un día al mercado y encontró a dos mujeres muy mayores… yo prefiero llamarlas sabias, que iban de la mano, y él pensó que eran amigas, que eran dos mujeres que se cuidaban, se acompañaban… y entonces escuchó que una le decía a la otra: “Pero, ¿quién te va a querer más que yo?”. Y se dio cuenta. Pensó: ¿cuánto habrán luchado estas mujeres para estar juntas, qué valentía han tenido que tener, si todavía hay que luchar hoy contra las agresiones homófobas? Es un homenaje a las mujeres valientes que rompieron las leyes cuando tanta falta hacía. Cuando las leyes son injustas hay que transgredirlas, siempre. Si ante un desahucio la policía o los bomberos se negaran a participar de algo tan aberrante… la sociedad cambiaría.
En Caer de pie habláis de la droga.
Sí, de toda aquella generación que se vio afectada por las drogas. Es la parte humana de cómo vive alguien que ama a otra persona que se está autodestruyendo. ¿Cómo tener al lado a alguien que amas y no poder salvarle, cuando levantarse cada día le supone un gran dolor? Es una reflexión sobre el desamor y la empatía. Plantea el desamor como algo natural.
Has dicho que hoy te sientes más radical que nunca.
Cómo no. Imagínate: si hace 30 años ya estábamos denunciando a la Europa racista que discrimina a miles de seres humanos a los que no se les permite pasar las fronteras… se binda vergonzosamente el paso de seres humanos que huyen de conflictos en os que participa Europa y nuestro gobierno a través de la venta de armas a Irak. El fin es muy claro: crear una nueva geopolítica para robar recursos energéticos. Es todo un imaginario que dibuja a los otros como enemigos por ser diferentes. El mediterráneo es hoy el mar de la muerte, de la deshumanización absoluta. Son tiempos para la rebeldía y la revolución.
Por eso vuelve la música de los ochenta y los noventa, vuelve toda esa generación con la que se intentó acabar cerrando los locales de Madrid. Nuestro querido Gallardón sangró y machacó a todas las salas cosiéndolas a impuestos. Se acabó con la música en las calles, en las salas, en los bares… ellos eran el elemento crítico y diverso. Este nuevo modelo de construir artistas en cursos acelerados, en programas, en academias… son productos manipulados. Se busca a gente muy joven que persigue un sueño y se los manosea. Pero la gente tiene cosas que contar cuando las ha vivido. El sufrimiento construye. Estoy en contra de ese modelo de músico amable y sumiso. Ahora el público ha perdido el respeto por el artista porque es consumible y rápido. Todo es banal y está al servicio del entretenimiento.
¿Qué hay del cambio de Alberto Comesaña a Marcos Rodríguez como compañero musical?
Bueno, Alberto Comesaña fue un compañero de vida con el que tuve una relación compliacda y se hizo pública. Éramos dos personas muy diferentes y nos unió una historia de amor que antes de consolidarse fue superada por el éxito de un fenómeno, Amistades peligrosas. Vivimos juntos. SE vino a vivir a Madrid de un día para otro, casi sin conocernos… fue una locura. El éxito nos devoró, también por la falta de madurez de la relación. En esos momentos no hay casi tiempo para la reflexión, estás siempre viajando de un sitio para otro. Ambos caminamos y evolucionamos hacia lugares muy diferentes ideológicamente, eran caminos dispares, incompatibles. Para mí el grupo tenía que tener un posicionamiento social muy comprometido. Mi música no es para tocarla en campos de fútbol o en plazas, no solamente, es necesaria en cárceles y en centros de acogida de menores. Para mí tuvo sentido la música cuando la pude llevar a Palestina, a Irak y al Sahara para denunciar la violación de los derechos humanos.
Con Marcos Rodríguez tengo una relación transgresora y especial: sentimos gran admiración el uno por el otro, y mucha química. Se escapa de nosotros mismos, cuando subimos al escenario ocurre magia pura y se está transmitiendo al público. Es la Amistad con la que siempre soñé. Es mi alma gemela y la compenetración es incuestionable. Disfrutamos de lo que hacemos.