El Festival Internacional de Benicàssim es ya un evento cultural con relieves políticos que admite debates sobre privilegios y clases: todo desde que Pedro Sánchez acudiese a Castellón el pasado julio en su avión oficial y disfrutase del concierto de The Killers, aunque su visita también incluyó reuniones con la alcaldesa Amparo Marco y con Ximo Puig, presidente de la Generalitat Valenciana. La polémica se ha reavivado con el comunicado de Moncloa, que cifró hace un par de días el gasto del desplazamiento en 283 euros. Ahora el Gobierno ha aclarado que este dato se refería sólo al computado por el Departamento de Protocolo y ha apuntado que los viajes del presidente son “materia clasificada”.
Las opiniones están divididas: hay quien piensa que es una buena noticia que el presidente apoye con su presencia eventos frescos y juveniles -saliendo de la tónica de citas culturales más reservadas a las clases acaudaladas, como la ópera- y hay quien sostiene que ha abusado de su posición para su recreo personal, especialmente teniendo en cuenta que el ciudadano medio acude a festivales en condiciones muy diferentes. ¿Qué piensan sus asistentes habituales?
"Que me apunte para la próxima edición"
Cuenta Alberto Bonilla que él suele hacer el viaje desde Pamplona hasta Benicàssim en Blablacar o “dejándome una buena pasta en depósito, gasolina, peaje, tal…: al menos 100 euros, y se tardan unas 6 horas”. “Y si tienes que llegar, comer, buscar alojamiento (los Airbnb están a precios desorbitados)… despídete. Me jode que se aproveche de su situación como mandatario para irse a un festival sin ningún tipo de acto de representación”, opina. “Es bueno que los políticos estén más cerca de los jóvenes y no en tantos eventos casposillos, pero no vale asistir con dinero público. Y si publican una cifra, que al menos sea real. Por no contar que la entrada se la habrán regalado, el pase VIP, la cena y todo”.
Apunta a que "si vives los festivales tan apartado de la gente, como una estrella de Hollywood, no disfrutas de su esencia", pero no sabe "qué haría en su posición, posiblemente sería peor que Sánchez".
Carlos García, asistente asiduo al FIB, cree que “con esto nos han demostrado directamente que somos tontos por ir al festival en coche compartido, porque sale casi más barato coger el avión privado”: “Le pediría a Pedro Sánchez que me apunte para la siguiente edición, que yo me subo. Aunque esté en Castellón (porque soy de allí), me voy a Madrid y me pego el viaje. Normalmente, a pesar de tener alojamiento en Benicàssim me acabo gastando más de 290 euros”, sostiene. “Yo entiendo que un presidente acuda a festivales en su tiempo libre y que por razones de seguridad, si se considera así, lo haga en un vehículo oficial, pero está fallando el sistema de transparencia”.
Elvira cuenta que sólo por la experiencia de ir en avión privado "pagaría encantada los 290 euros para ir con mis colegas, el próximo año me uno", pero reconoce que es "una pijada innecesaria".
Calor, cámping y malabares en gastos
Carmen Prieto cree que con 283 euros habría “hecho maravillas”: “Fui en coche. El típico de la madre de una amiga, con la tienda de campaña en el maletero, el macuto y una nevera porque dormíamos y comíamos en el camping”, recuerda. “Hacía tanto calor que con la resaca había guiris que iban al Mercadona del pueblo a estar un rato en la sección de congelados”. Fueron unas 4 horas de viaje y gastó aproximadamente unos 200 euros. “No sé si cogería un avión privado por ese dinero. Yo soy más de gastarlo en comer y beber”.
Sixto Martín desprecia que “se pague ese viaje con dinero de las arcas públicas”: “Me parece un trato de privilegio tremendo. Aquí cada uno se paga las cosas de su bolsillo. Pedro Sánchez tiene sueldo suficiente para hacerlo. Pero, a la vez, la acusación del PP me parece muy tramposa”. A él la entrada le costó 90-100 euros (con cámping) porque la compró antes de las primeras confirmaciones. Fue con cuatro amigos en un Seat Ibiza y “nos gastamos más dinero en Lambrusco que en comida, y más en porros que en otra cosa”: “Entre la gasolina (unos 50 euros por cabeza) y el resto de gastos me pude gastar 300 euros. Es una desgracia que sea noticia que un político vaya a un festival, porque debería ser norma”.
Berta Gómez fue al FIB en 2017 y 2018 como trabajadora. Cuenta que son "muchísimas horas" pero que está "bien pagado, unos 700-800 euros la semana y todas las comidas incluidas, más un cámping de trabajadores". Las dos veces fue en coche con una amiga y desde Barcelona: "Unas dos horas y media, y unos 100 euros de ida y vuelta porque hay peaje toda la carretera".
Gómez señala que se imagina que "pagar un avión privado será mucho más caro [que 290 euros]", pero a la vez le daría "bastante pereza ir allí con un avión": "Nosotras teníamos un millón de cosas que llevar y tuve que traerme el coche hasta la puerta de casa. Total, para ir con traje a un concierto, bien, pero para pasarte una semana allí de cámping no lo veo", ríe.
Guiño hacia la música alternativa
El experto musical Alan Queipo cuenta a este periódico que él fue este año: “Y vi a Pedro Sánchez y consorte por la zona VIP de pasada. Llevo yendo ininterrumpidamente desde 2009: el primer año por placer; los siguientes, también por placer, pero con hotel y abono pagado porque Notodo, el medio en el que trabajaba, era asociado”, relata. Siempre hizo el viaje en coche. En esta última ocasión, alquiló uno con su pareja “y entre alquiler y gasolina nos habrá salido en total a unos 130 euros cada uno, se tardan unas cuatro horas y media desde Madrid”.
“Si pudiera ir en avión por 300 euros no iría, porque me gasto más del doble. Si tuviera pasta probablemente sí, pero creo que el contexto es diferente: por un lado es un gesto positivo hacia la cultura y la música alternativa y la juventud que un presidente asista a un festival como el FIB. Me lo tomo como un guiño hacia algo que nunca se ha hecho, y no como un capricho”, reflexiona Queipo. “¿Podría haber ido en ALSA, en tren, en coche o en autostop? Sí. ¿Quién delimita cuál es el uso que hay que hacer del avión oficial? Creo que, de momento, nadie. Hasta donde yo sé, Rajoy lo utilizó para hacer campaña del PP en Galicia dos veces; campaña del PP en las europeas y, para, al menos, un partido de fútbol en Polonia”.
A él le llama la atención “que tras años de uso del avión para asuntos extragubernamentales, sea con la asistencia al FIB que salte la alarma”: “Creo que hay que delimitar cuál debe ser el uso del avión y a partir de ahí poner líneas rojas si alguien lo usa como si fuera un Cabify”. Considera “un error” el comunicado del Gobierno con respecto a la cifra del viaje, pero “ojalá la asistencia del presidente a eventos que incitan a la cultura alternativa se potencien más y pasen a ser no sólo habituales en su agenda personal, sino ‘obligaciones oficiales’ por derecho”.
Horas de coche
Pablo Corzo tardó en llegar al FIB “siete horitas en coche, saliendo desde Málaga”: “Por jóvenes y pobres. A la ida vas con ganas pero después de 4 días de festival… vuelves muerto. Por 290 euros pillaría dos aviones: uno para mí y otro para el resto de mis amigos”, cuenta, y lamenta que la Ley de Transparencia “no sea todavía una realidad”. Su tocayo Pablo, valenciano y asiduo a festivales, explica que “las dos veces que he ido al FIB fui en coche con mis colegas desde Valencia y compartiendo gasolina”: “Éramos tres y son como 70-80 km. Nos quedamos en el cámping que va incluido en el abono. Si el avión tiene aire acondicionado merece la pena, que en julio hace mucho calor y ese coche no tenía aire”.
Álvaro Albadalejo fue en coche con tres amigos desde Málaga a Castellón, sin paradas. “Nos costó entre 50 y 60 euros por cabeza, ida y vuelta. Si pudiera tener un avión privado que me dejase en el FIB por 290 euros pillaría uno para cada uno. Si acabas averiguando dónde pilló Sánchez esa oferta, avisa”. Héctor, que ahora vive en Praga, fue al FIB porque tenía un amigo con casa en Oropesa: “Fuimos desde Madrid y el desplazamiento en coche nos salió barato compartiéndolo entre varios. No me plantearía ir en avión desde Madrid, ¡siempre hay una opción más barata hasta Castellón…! Si se diese el caso de volver este año, volaría a Alicante. Sánchez voló a Castellón, que es más complicado. En fin, sólo es algo más a lo que nos tienen acostumbrados los políticos”.