“Yo no sé qué le pasó a mi ex, se hizo amigo de mi otro ex, se juntaron Mastercard y Visa y eso es lo que me da risa”, canta Paulina Rubio en su último tema, Si supieran. “Yo no sé qué le pasó a ese bobo, que se junta con el otro bobo, muchas amigas en la foto… pero están durmiendo solos”. La mexicana apunta y dispara, como lleva haciendo desde hace décadas, con sus canciones de hembra poderosa y liberada que, lejos de sollozar porque el mundo no es como quisiera, se encara con humor y descaro frente al tipo de turno que no acostumbra a estar a la altura. En esta ocasión, guiña a una actual pareja y se ríe de sus ex, que ahora se reúnen para conspirar sobre ella. “Si supieran quién está en mi cama… por saberlo se mueren de ganas. Si supieran ellos que eres tú (…) ya quisieran ellos tu virtud”.
Paulina nos recibe en el hotel Petit Palace, junto al Retiro, y baja las escaleras del salón a las cuatro de la tarde hecha un auténtico espectáculo en sí misma: enfundada en cuero y leopardo, con chupa y botas hasta la rodilla, con el maquillaje a punto, con el lunar sostenido sobre el labio y las gafas de sol oscuras sobre los ojos. Una diva no descansa. Hay siempre algo de exceso, algo de pose; una levísima exageración en la risa, en la encorsetada cordialidad. Hay siempre una preocupación por el ángulo de la foto, por la luz, por la caída del rizo sobre los hombros. Hay un aura de estrella cosmética que no acaba de liberarse, que no termina de hablar claro, que sueña con volverse marca blanca para contentar a todos los públicos y se llena de fórmulas vacuas, rayanas en la autoayuda: “Persigue tus metas”, “Sé tu mismo, busca la autenticidad” o “La música es un lenguaje universal para el alma”. Ya saben.
La artista tiene frío: normal, viene de Miami. También se sacude el jet lag, pero celebra la gastronomía española. No todo iban a ser disgustos para la estrella. El mundo no era un lugar tan sórdido. Activemos foco. Retoquemos los polvos de la nariz. “Madre mía, cómo se come aquí. Fue algo muy, muy rico. Y casero. Milanesa, burrata...”, fantasea. Al finalizar la entrevista le pedirá a su representante un carajillo y un caramelito, quizá para empezar a entrar en ser. No anda muy inspirada, pero siempre ha parecido que sabe mucho más de lo que dice -o, al menos, eso dejan entrever sus canciones-. “He aprendido muchas cosas de los hombres desde que era jovencita. Pero no quiero compararme con el pasado, porque tu presente tiene que ser tu mejor versión. En las canciones, en cada historia de amor uno juega un papel diferente… ¿no? Creo que el amor no es perfecto, eso seguro. Y en mí es el motor de mi vida, del mundo. Me encantaría que el amor fuera la razón del planeta. Seguramente si así fuera tendríamos menos problemas”. Tampoco ha venido Paulina hoy con la verdad revelada. Nos hemos quedado igual.
Paulina y el feminismo
“Del sexo aprendí muchísimas cosas… el tiempo me enseñó muchas cosas, no nada más en esa materia, ¿ah?”, sonríe. La entrevista no coge vuelo. Casi ningún tema la hace soltarse. Suelta obviedad tras obviedad. También se embarra cuando se le pregunta por el feminismo -dado que sus canciones siempre han resultado muy expectorantes, como de mujer que se lía el moño a la cabeza y anuncia que hará lo que quiere-. Ni siquiera pronuncia la palabra. Resulta sorprendente si uno recuerda el "yo no soy esa mujer que no sale de casa y que pone a tus pies lo mejor de su alma", o el "aunque a mí me causes pena, hoy yo tiro tus cadenas", o el "este corazón ya vino y fue de vuelta, el que se hace el divo sale por la puerta". O, cómo no: "No me digas que tú quieres ser mi amante, yo no necesito ningún vigilante... para ti yo soy mucha mujer".
Pero ahora, charlando sobre el concepto, despeja balón. “No siempre estás cien por cien segura de ti misma, ¿no? Pero la certeza, la intuición, cuando estás más conectada contigo misma y tomas decisiones o escribes o una canción o cocinas o pintas algo… es algo que te hace sentir muy viva y muy bien. Te das cuenta, aprendes. Yo lo hago con mis canciones desde que era muy niña. Es mi forma de expresarme”.
Reconoce que los artistas viven una doble crisis en la adolescencia, primero por la vaina hormonal, y, más tarde, “porque somos más intensos, más pasionales en lo que sentimos o en cómo lo manifestamos… todo lo hacemos así, con os dientes, lo hacemos así, como si fuera una pintura de Frida Kahlo”. ¿Qué desigualdades ve hoy aún entre el hombre y la mujer? Paulina no acaba de aterrizar: “Yo creo que cada sujeto tiene que ser quien piensa, no tener tantos complejos ni sociales ni culturales… uno tiene que proyectarse y superarse para ser esa persona que sueña ser. Eso es un trabajo constante. A mí me ha ayudado a ser mejor siempre”.
Sobre el Me Too
Pero, ¿cómo ha conseguido escalar ella en una industria aún machista como es la musical y dominada por hombres; cómo ha logrado imprimir su propia marca y su personalidad durante tanto tiempo? “Bueno eso es… es como no respetar a otras etnias, no te lo puedes tomar… no puedes pensar en eso. Creo que mi arte mueve otro tipo de sentidos y otro tipo de pensamientos. Es difícil pero en cualquier sector es difícil, siendo un abogado o un buen doctor o un maestro… Siempre va a haber competencia. Creértelo es la primera forma”. En lo que al Me Too respecta, Paulina Rubio sostiene que “el acoso también puede ser verbal, no tiene que ser físico”, y que “todas las mujeres somos blanco de eso constantemente”.
“Yo apoyo a mis amigas, a mis colaboradoras que han tenido que manifestar o contar cosas como mujer… se sabe que estas cosas siguen pasando y si tengo que estar con una amiga y apoyarla soy la primera que lo hago”, esboza. Pero, ¿ella ha tenido alguna mala experiencia de este tipo? Nunca lo sabremos, porque responde en una línea completamente distinta. “Hay momentos en los que te sientes fuerte, mis canciones expresan muy bien esto… de repente te sientes súper empoderada o eres muy frágil por un beso o por alguien que te mueve… es el corazón lo que nos hace vulnerables”.
Sobre la cultura mexicana
¿Qué opina sobre la polémicas declaraciones de López Obrador, quien sostenía que España debe pedir perdón a México por los abusos de la conquista? Se ríe. “No, no tiene que pedir perdón ni nada. ¡Qué va! No, no, bueno, a mí me da mucha risa estas cosas… las plataformas son increíbles. No sé, me causa risa. Yo no creo en paredes, ni en fronteras, ni en dividir, ni en crear miedo para ser manipulados, ¿sabes? El miedo es lo que maneja a las masas. Han tratado de dividirnos en EEUU con muchas políticas, así que me río no hablo más del tema”. Se confiesa una defensora de la “democracia” y de la “libertad de expresión”: tampoco ha arriesgado mucho aquí. “En eso baso todo lo que está a mi alrededor. De hecho, a mis hijos ya les enseñan desde pequeños en la escuela a votar para recrearles una opción de independencia”.
La cuestión de la apropiación cultural ni está ni se la espera. “No tengo ese complejo”. Bueno, ¿y tres deseos para el año que entra? “Me gustaría que no hubiera niños de inmigrantes separados de sus padres… me gustarían unas vacaciones… y nada, que mi familia esté en fin de año conmigo”. Así sea.