El 26 de marzo de 1996 se reunían en los estudios EGREM Compay Segundo, Ibrahim Ferrer, Eliades Ochoa y Rubén González, entre otros, para dejar testimonio de la herencia musical cubana. Un disco que se convertiría en todo un hito de la música de la isla, atesorando todo el sabor del son cubano y legándolo a las siguientes generaciones.
La influencia de Ry Cooder en las grabaciones, la inclusión de percusiones alternativas por parte de su hijo, Joachim Cooder, y el extensísimo repertorio de los músicos que participaron en el álbum, dio lugar a un disco que ponía sobre la palestra un tapiz de canciones e influencias que habría de relanzar las carreras de todos sus participantes.