"Como decíamos ayer"… Este mismo sentimiento de Fray Luis de León en 1576 sintió uno cuando por fin el Teatro Real pudo tener una función normal (si es que alguna que lo sea) y con un aforo del coliseo madrileño lleno hasta la bandera, al 100% que ya se permite en Madrid. Todo apunta a que esta vez sí dejamos atrás un larguísimo año y medio de pandemia con todo lo que nos ha traído.
Y qué mejor manera que celebrarlo que con una obra como La Cenerentola, que habla de superación, de aspirar a lo más alto desde lo más bajo, del cumplimiento de sueños contra viento y marea y de "sarà mia vendetta il lor perdono", mi venganza será el perdón… pero no el olvido. Para arrancar la temporada, el Teatro Real ha seleccionado una chispeante coproducción de Stefan Herheim para la Ópera de Lyon y de Oslo, relativamente reciente.
El director de escena noruego es uno de los más sólidos nombres de la escenografía europea. Asistente de Götz Friedich, tiene en su historial algunas de las producciones recientes europeas más polémicas pero también más exitosas: el encendido y duro 'Rapto en el Serrallo' de Mozart en Salzburgo en 2008 era suyo, como también unos estupendos Maestros Cantores de Nuremberg de Wagner en el mismo festival o el Parsifal de Bayreuth.
En Madrid tuvimos la oportunidad de disfrutar su Salomé de Strauss… y poco más. Pero vuelve Herheim con esta producción que ya viene rodada y engrasada y que supone uno de los mejores trabajos del regista. Se nota el amor y la pasión del noruego por este título y el conocimiento exhaustivo de la obra, que convierte en un precioso cuento de hadas en el que no hay un segundo de duda o falta de ideas.
La función está llena de referencias, guiños, escenas trepidantes… Desde la misma obertura, en que una limpiadora recibe un libro de cuentos literalmente del cielo, arrojado por el Dios Rossini. Ahí arranca el sueño de Angelica y durante las siguientes casi tres horas su devenir está lleno de ideas y una dirección escénica plena de acción.
Quizá la única pega que se le puede poner a la propuesta de Herheim es que ha optado más por el "Dramma" que por el "giocoso"
No hay un segundo que no estén pasando cosas. El trabajo de Herheim es respetuoso con la partitura… o eso creemos, hasta que llegamos a los segundos finales de la función en los que súbitamente asistimos a un giro brutal del planteamiento ideado por Jacobo Ferreti (libretista).
De Herheim es también la preciosa escenografía, riquísima en elementos y sobre todo extraordinariamente apoyada por una serie de propuestas visuales fascinantes. En todo caso, la reposición adolece de una a ratos fallida iluminación que empobrece algunas escenas, más oscuras de lo que debieran y que apagan el exquisito y bellísimo vestuario, una delicia, diseñado por Esther Bialas, en el que destaca el uso de amarillo, un color prohibido en el teatro pero que la alemana usa sin recato para Dandini en conjunto con unas piezas de una gran belleza, especialmente los trajes de los roles masculinos, mucho mejor tratados y visualmente relevantes.
Quizá la única pega que se le puede poner a la propuesta de Herheim es que ha optado más por el "Dramma" que por el "giocoso" y en estos dos actos, a pesar de la abundancia de elementos propios de un musical, con toques de cabaret y mucho trajín escénico, uno echa en falta la parte "giocosa" de Cenerentola y acusa un exceso del "dramma". Aunque el trabajo de Herheim está lleno de soluciones simpáticas, los personajes son menos bufos. Hay situaciones cómicas muy bien resueltas, sí, pero esta ópera se presta a más locura que no terminó de verse.
Para Herheim, Angelina (Cenerentola) no es la pobre chica atolondrada, lastimera y aplastada por sus circunstancias sino una mujer empoderada desde el primer momento que sabe que no está en su mejor situación y aprovecha la oportunidad por salir adelante, superar las dificultades y acaba tomando el poder no solo de su familia, a la que deja claro quién manda, sino de su marido y por ende del reino.
En todo caso en Herheim el protagonismo no recae en la joven criada. No es la 'Cenerentola' quien ocupa la mente del regista sino que esta producción es un homenaje hasta el infinito a Rossini. Es Rossini el que se reproduce de forma constante durante toda la función, ya como Dios hebreo, transformado en Don Magnífico o clonado en todos y cada uno de los miembros del coro.
Grandísimo plantel de voces. El nivel es brillante en el primer reparto y están casi todos estupendos en sus roles
El gran Rossini lo ocupa todo y lo maneja todo, bien directamente con una inspirada pluma que usa ya para componer ya para dirigir a los personajes, ya a través de Alidoro, que es el Papa, el Sumo Sacerdote que convence y transforma a Angelina para dejar de ser Cenerentola y convertirse en reina.
Pero en Herheim no hay un Rossini, hay muchos y todos hacen girar la rueda de la suerte con cierta trampa, con más o menos magia, para que Angelina consiga alzarse con el éxito… o no. Sin duda Herheim es el principal responsable del éxito de la función. Bravo por él.
Riccardo Frizza llega de nuevo al foso del Teatro Real como flamante ganador del Premio Ópera XXI al mejor director musical que recibió hace apenas unos días en el Teatro de la Zarzuela por las funciones de Lucia di Lammermoor que dirigió en la ABAO en 2019.
Frizza, a pesar de vivir en España, no se ha prodigado por el Teatro Real tanto como querríamos. En 2007 dirigió el Tancredi de Rossini y hasta estas funciones de La Cenerentola no había vuelto. En estos 14 años, Frizza se ha consolidado como uno de los mejores directores de orquesta internacionales, especialmente en el periodo belcantista -es un reputadísimo interprete de Donizetti, siendo el director musical del Festival Donizetti de Bérgamo- y gran maestro verdiano.
Habitual de los grandes coliseos mundiales (MET, ROH, Scala…) ha tardado en llegar pero lo ha hecho por la puerta grande: su dirección de este título estuvo inspirada, llena de brío y una luminosa lectura de la partitura. El maestro no dudó en ser parte de la escena, cameo incluido o interpelando a los cantantes desde el foso dándoles réplica.
Frizza es un concertador consumado, un amante de las voces a las que cuida sobremanera. Esta Cenerentola no solo era brillante y audaz sobre el escenario sino también desde el foso y el bresciano supo concertar con grandísimo talento pero optó por enfocar esta Cenerentola desde su vertiente más belcantista y quizá menos rossiniana.
El Teatro Real dedica las funciones de 'La Cenerentola' a Teresa Berganza. Y a uno le parece un merecidísimo homenaje. Berganza es la mejor Cenerentola
Grandísimo plantel de voces. El nivel es brillante en el primer reparto y están casi todos estupendos en sus roles. Sin duda la gran estrella de la noche es la francesa Karine Deshayes, una luminosa, talentosa y sobrecogedora mezzosoprano con un férreo -a veces excesivo- control de su voz que sin embargo cuando la deja volar en algunos pasajes de la función pero especialmente en su gran escena Nacqui all’affano… brilla con maestría: voz amplia, agudos preciosos e inteligencia para la coloratura, que resolvió con gran técnica.
No obstante, su Angelica adolece en todo caso de ser menos graciosa, divertida y ocurrente. A su lado, el Don Ramiro de Dimitri Korchak es delicioso, canta con mucho gusto, tiene un color viril y armónico y sale excelentemente de su gran momento, Per ritrovarla II iuro, aria de grandísima dificultad pero que de hacerse bien, como lo resolvió el tenor ruso, queda muy lucido.
Espectacular el Alidoro de Roberto Taglivavini, bajo al que tenemos la inmensa suerte de tener con cierta frecuencia en Madrid. Lo tiene todo: un color de voz magnífico, estilo, grandeza, elegancia en el canto y una gran potencia que le hace llenar el espacio.
Un depurado belcantista, le da a Alidoro la solemnidad y hechuras que requiere el personaje. Es un cantante fabuloso. Estupendos y muy encajados en voz e interpretación tanto Florian Sempey (Dandini) como Renato Girolami (Don Magnífico). Y muy bien tanto Rocío Pérez como Clorinda y Carol García como Tisbe, muy entonadas en escena y estupendas vocalmente.
El Teatro Real dedica las funciones de 'La Cenerentola' a Teresa Berganza. Y a uno le parece un maravilloso y merecidísimo homenaje. Berganza es la mejor Cenerentola, la más grande. Su interpretación del personaje ha marcado a todas las Angélicas que han venido después.
Tanto en su grabación en estudio con Abbado como en las varias versiones piratas que se grabaron en vivo, Berganza recreó este personaje hasta convertir su versión en académica. Luego vendrían las Valentini-Terrani, la Baltsa, Bartoli o Di Donato. Pero ninguna, a pesar de sus excelentes interpretes de este rol, ha conseguido llenar los zapatos de Berganza.
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FICHA
Equipo artístico:
Director Musical: Riccardo Frizza
Director de Escena: Stefan Herheim
Reparto:
Don Ramiro: Dmitry Korchak
Dandini: Florian Sempey
Don Magnífico: Renato Girolami
Clorinda: Rocío Pérez
Tisbe: Carol García
Angelina: Karine Deshayes
Alidoro: Roberto Tagliavini