Augusto regresaba victorioso de Alejandría, después de quitarse de en medio a Marco Antonio y Cleopatra, cuando en el puerto de Brindisi lo esperaban Cayo Mecenas y un joven poeta llamado Virgilio. El emperador conoce al poeta gracias a este mediador, que después siguió los mismos pasos con otros literatos como Horacio o Propercio. Sea por el momento de esplendor romano o por el genio del gobernante, que anticipó la llamada pax augusta, las artes florecieron en el Imperio de la mano de Mecenas. Paradojas de la historia, hoy son otros benefactores privados quienes resucitan la memoria de Augusto.
Mecenas fue más bien una suerte de gran ministro de Finanzas, que colaboraba con el poder al tiempo que utilizaba su gran fortuna para promocionar a los artistas. Y aunque cueste imaginar a estas alturas emprendedores tan refinados, hace unos días la alcaldesa de Roma, Virginia Raggi, le dedicaba unas calurosas palabras a la Fundación TIM (Telecom Italia), a la que le “agradecía la preciosa contribución para recuperar unas de las obras arquitectónicas más fascinantes de Roma, el Mausoleo de Augusto”. Justicia histórica, debe ser.
La compañía ha aportado 6 millones de euros -después aportarán otros 2- para acelerar las obras de rehabilitación del monumento, en las que las instituciones públicas ya han invertido 4 millones. Rescatar a Augusto de las ruinas no sería ninguna metáfora, ya que la tumba se encuentra cerrada desde los setenta y en los últimos años se había convertido casi en un estercolero en el centro de Roma. El visitante no lo valorará tanto como otros grandes rincones resaltados en las guías, pero bastaría con decir que se trata del monumento sepulcral más grande de la antigüedad, que fue construido a imagen y semejanza del de Alejandro Magno y que en él reposaron las cenizas no sólo de Augusto, sino de Calígula, Claudio o Nerva.
Para que todo esto se convierta en museo y se haga comprensible a ojos del vulgar turista, falta que terminen las obras y se abra al público, como está previsto en 2019. “Nuestra actuación no se debe ver como un simple acto de mecenazgo, sino como una nueva modalidad de participación del sector privado en la valorización del patrimonio histórico y cultural del país”, reseñó el presidente de la Fundación TIM, Giuseppe Recchi. La suya, sin embargo, no es la única intervención de este tipo en Italia.
El Coliseo
El mejor ejemplo es el del Anfiteatro Flavio, el gran icono romano, vinculado a la imagen del ‘made in Italy’. El fabricante de zapatos Tod’s, una de las empresas más prósperas del país, aportó 25 millones para su restauración. Maltratado a lo largo de su historia por terremotos y saqueos, el Coliseo necesita constantemente intervenciones que garanticen su supervivencia. En esta última se invirtió tanto en las arcadas externas, como en el graderío interior. A la presentación, celebrada por todo lo alto el año pasado acudió hasta el ex primer ministro, Matteo Renzi, acompañando al magnate del calzado, Diego Della Valle. El resto de trabajos, que plantean cubrir la arena, se financiarán con 18 millones de euros aportados por el Estado.
La Fontana de Trevi
En el caso de la fuente protagonista de las postales de Roma, las cifras son más modestas, pero el procedimiento es el mismo. La casa de moda italiana Fendi puso 2,3 millones de euros para que los tritones disfrutaran de su último lifting tras 17 años. Le sacaron brillo a las estatuas, cambiaron la instalación hidráulica para conservar mejor los mármoles e instalaron un nuevo sistema de luces, accionado por el diseñador por Karl Lagerfeld. Fendi se cobró meses después el favor con un espectacular desfile de moda sobre una pasarela transparente encima de las aguas de la Fontana. Por cierto, que después de las obras son tantos los visitantes y los baños clandestinos que se dan últimamente algunos, que el ayuntamiento estudia la posibilidad de impedir a la gente que permanezca en las escaleras que hay frente al monumento.
La casa de moda italiana Fendi puso 2,3 millones de euros para que los tritones de La fontana di Trevi disfrutaran de su último lifting
La Escalinata de Plaza de España
Los famosos escalones de mármol travertino que unen la Fuente de la Barcaza de Bernini con la iglesia de la Trinidad de Monti también sufren la invasión turista. De ahí que la firma de joyas Bulgari, que tiene su sucursal más famosa en la vecina Via dei Condotti, invirtiera 1,5 millones de euros en su limpieza. Los dirigentes de la marca propusieron que la escalinata se cerrara al público por las noches y, aunque la ocurrencia no llegara a ninguna parte, semanas después de su reapertura el año pasado la gente volvía a ocupar los peldaños con comida para llevar, bebida e inoportunos chicles. En 2015 un grupo de energúmenos del Feyenoord provocaron daños en la Plaza de España, que también fueron financiados en parte por Bulgari.
En el caso de lugares públicos como éste, la gestión corre únicamente a cargo del ayuntamiento de Roma. Mientras que de monumentos, como pueda ser el Coliseo, se ocupan organismos específicos creados por el Ministerio de Bienes Culturales. Tanto uno como otro se han mostrado siempre a favor de la inversión de empresas privadas, que sirven como un maná con el que paliar la escasez de las arcas públicas. A cambio, el Gobierno italiano aprobó en 2014 una ley para que las empresas pudieran deducirse el 65% de sus inversiones en cultura. Con la premisa de “proteger los tesoros” nacionales, también se han beneficiado de estas intervenciones la Arena de Verona, el Teatro San Carlo de Nápoles o la Galería de los Uffizi de Florencia.