Mayte Pérez, consejera de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de Aragón, informaba esta mañana que una de las 44 obras de arte del patrimonio de Sijena que debían regresar al Monasterio se ha extraviado. Ha indicado, así, que sólo van a volver 43 piezas, de las 44 que tenían que ser recogidas. "Ha habido una que no se ha localizado porque estaba en el Palacio episcopal, estamos buscándola", ha asegurado Josep Giralt, director del Museo de Lérida.
Patricia Siria, de Cultura de Aragón, ha confirmado a este periódico que la obra perdida es una pintura en tela, de nombre Inmaculada. Data del siglo XVIII, tal y como se registra en la relación de bienes de Sijena, que se detalla en la sentencia 48/2015 de 8 de abril del juzgado de primera instancia e instrucción de Huesca.
"Así consta en el acta que se ha firmado a la salida del Museo de Lérida: se desconoce el paradero de esta obra", subraya. Según indica Marisancho Menjón, la mayor especialista en el caso -que ha publicado Salvamento y expolio. Las pinturas murales del Monasterio de Sijena en el siglo XX- la fotografía de la pieza perdida es la que abre el artículo. "La he sacado de un especial de Segre que publicó la relación de piezas hace unos días. No es fácil encontrar imágenes porque era una pieza que estaba, o eso creíamos, en la reserva. Y no se permitía el acceso, o de una manera muy, muy restringida", explica a este periódico.
Pérdidas y robos
Su autor es anónimo, mide 119 x 96 x 2 cm. y su fecha de depósito es 1983. Como señala la ficha, "corresponde al número 28 del documento de compraventa de los bienes procedentes del monasterio de Sijena, de fecha 28 de enero de 1983 y de la escritura pública de esta compraventa, de fecha 22 de abril de 1983". Explica Menjón que lo que supone la pérdida de esta pieza es "una vergüenza para el Museo de Lérida": "Es como cuando se perdieron las otras dos en otra entrega, en 2016. No se justificó de ninguna manera, eso es lo más sangrante de todo. Cuando se enviaron las piezas a Sijena el año pasado en julio -las que están ahí y se pueden visitar ahora-, la Generalitat ni siquiera avisó de que faltaban dos. Tuvieron que ser técnicos de Patrimonio los que avisaron de que faltaban dos frontales tejidos del siglo XVIII", relata, molesta.
"Y luego salió Pepe Serra, el director del MNAC, diciendo que eran dos tapetes de ganchillo y que lo raro es que no se hubieran perdido más cosas". Subraya la experta que esta situación pone en relieve "la incongruencia y la estupidez absoluta": "Qué sentido tiene que de 97 piezas que se reclamaron haya 90 que han estado, desde que llegaron a Lérida y a Barcelona, todo el tiempo metidas en la reserva, ¡en un almacén!". Recuerda que las obligaciones de un museos son conservar las piezas difundirlas y estudiarlas. "Y en este caso, sólo han cumplido la conservación, y ya ves en qué medida".
Subraya algo más: una de las piezas fue robada en el año 91. "Era un portapaz, una especie de relicario con la túnica de Cristo. Una pieza excepcional, riquísima, porque era del siglo XV. Ésa, supuestamente, la robaron de la caja fuerte del Museo de Barcelona. La prensa informó de ello un año más tarde y nunca se ha aclarado bien lo que pasó. No ha habido investigación suficiente, pero se aclaró que no se había forzado nada, lo que levantaba ciertas sospechas".
Iconografía de la Inmaculada
La pieza extraviada hoy no sólo es preciada la pieza por su valor. También iconográficamente, la figura de la Inmaculada Concepción de María es muy relevante: aquí no se representa la imagen de María como madre virgen de Cristo, al que concibe sin que intervenga sexualmente ningún varón, sino a su propia concepción, gracias a la cual queda limpia del pecado original.
Eso es lo que distingue a María de cualquier otro ser humano. Un pasaje del Apocalipsis de San Juan la describe, igual que en la imagen plasmada, como a "una mujer vestida de sol, con la luna debajo de sus pies y en la cabeza una corona de doce estrellas". Así, María aparece joven e incorruptible, con una túnica blanca y un manto azul sobrepuesto, con las manos juntas o cruzadas con dulzura sobre el pecho. Esta imagen empezó a difundirse durante el Renacimiento.
Más tarde, la iconografía se completó con otros atributos: sol, luna, estrella, puerta del cielo, lirio entre espinas, espejo sin mancha, huerto cerrado... todo símbolos de su pureza virginal. Suele completarse con querubines que portan atributos marianos, como azucenas (pureza), rosas (amor), rama de olivo (paz) o palma (martirio).