Hay una nueva alerta en la seguridad de la protección del patrimonio y de sus visitantes: el terrorismo. Cuando España entró en nivel 4 de alarma antiterrorista por los atentados yihadistas de París, en noviembre de 2015, el Museo del Prado se forró de Policía Nacional armada hasta los dientes en el entorno del Paseo del Prado. Unos meses antes se había inaugurado la reforma faraónica (60 millones de euros) del Museo Arqueológico Nacional (MAN), con un diseño limpio que amplió el espacio expositivo y llevó de 7.300 a 9.715 metros cuadrados. Más de 30.000 metros cuadrados, el doble de visitantes y ni un arco de seguridad, ni un escáner en el acceso a la institución que conserva y expone los rastros el pasado más remoto de la península ibérica. El emblema del patrimonio nacional.
Este fin de semana han entrado 2.000 personas al día, un repunte de visitas que se repite todos los sábados y domingo. El único criterio de control de acceso a la institución es de mochilas grandes, no. “El nuevo diseño puso mucha vitrina para evitar percances y eso es una ventaja para los pocos que somos, pero no tenemos ni arcos detectores de metales a la entrada. Estamos con el culo al aire ante el terrorismo. Puede entrar alguien con un bolso, con una mochila media y no hay control”, explica uno de los trabajadores del MAN, que llegó hace un año y medio y prefiere no dar su nombre.
Los sindicatos han denunciado la situación en varias sesiones de Conmité de Salud Laboral, reiteradamente desde hace un año. “Es un miedo de los trabajadores”, comentan a este periódico los sindicatos, que sólo tienen por respuesta evasivas. El Ministerio de Educación, Cultura y Deporte asegura a este periódico que "no hay obligación normativa de tener que disponer arcos detectores de metales y escáner a la entrada de los museos estatales".
"No obstante, tenemos un protocolo de actuación establecido con las empresas de seguridad que prestan servicio en nuestros museos", añaden desde el departamento de prensa de la Secretaría de Estado de Cultura. "Entre las actuaciones que comprende figura hacer chequeos aleatorios y a todos los bultos sospechosos", aseguran, a pesar de no haber empresa de seguridad en el MAN.
Condiciones laborales desastrosas
En 2014, cuando se abren las puertas de la nueva obra, el museo fulmina el récord de visitas, sin control de acceso: 768.836 personas pasaron desde marzo a diciembre. La cifra se ha estabilizado en torno a los 550.000 visitantes al año, un volumen que duplica a los mejores años de su anterior etapa (250.000), pero que accede sin garantías de seguridad. Tampoco la tienen las piezas que se exponen: “Los trabajadores nos cuentan que no pueden responsabilizarse de todo, porque la falta de plantilla es gravísima. No pueden llegar a controlar varias salas”, cuentan fuentes de UGT.
La Ley de Prevención de Riesgos Laborales es bastante clara en esto, las instituciones deben hacerse cargo de implantar “todas aquellas medidas que minimicen los riesgos” de sus trabajadores y de sus visitantes, a través de los dispositivos de seguridad. En el artículo 51 de la Ley de Seguridad Privada también leemos que se debe “impedir o dificultar el acceso a determinados lugares o bienes mediante la interposición de todo tipo de barreras”.
En el MAN no hay ni una. La entrada es diáfana, a la derecha la mesa de información y taquillas, al fondo la isla de la taquilla. Frente a la isla, las puertas de acceso a la visita de las colecciones, que se cruzan con el código de barras de la entrada adquirida previamente. Nada más. No hay ningún vigilante, no hay control. La denuncia es de los trabajadores, pero el Ministerio no actúa.
Un agujero de seguridad
“Es un problema muy serio. Hay un agujero de seguridad muy peligroso en uno de los mayores emblemas culturales de este país”, explican fuentes de UGT. El desorden en la prevención de estos riesgos es mayúsculo, porque los sindicatos tampoco tienen los planes de protección y emergencias, que fueron solicitados hace tiempo. Indican a este periódico que es probable que ni siquiera los trabajadores los tengan. El Ministerio calla.
La base de esta situación crítica desvela un problema real diario: unas condiciones laborales que ponen en peligro la conservación del patrimonio. “No damos abasto. Somos muy pocos para atender a tanta gente”, comenta a este periódico uno de los 12 vigilantes que ha pedido el traslado laboral a otro lugar de la Administración. El concurso de traslado del personal laboral se ha resuelto con la fuga de 40 personas a otros puestos, lejos de los museos, como adelantó este periódico. Es una debacle para la seguridad de 16 museos estatales, tal y como denunciaron la semana pasada los sindicatos UGT, CCOO y CSIF.
Por eso Fernando Benzo, secretario de Estado de Cultura, ha dado la orden de frenar la marcha del personal para evitar el cierre mañana de esos 16 museos ante la ausencia de trabajadores. Tiene tres meses para resolver la crisis ya que no lo ha hecho antes. Los trabajadores huyen ante unas condiciones laborales “desastrosas” que el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte de Íñigo Méndez de Vigo conoce, pero no ha resuelto. Entre el relato del día a día de los trabajadores del MAN -desmotivados ante una dirección sin coordinación y falta de rumbo- llama la atención que no reúnen las mínimas condiciones de seguridad para el patrimonio y las personas que pasan por el edificio.