La crisis de los vigilantes de los museos estatales está levantando las circunstancias en las que trabajan y que repercuten en la conservación del patrimonio. Tal y como adelantó EL ESPAÑOL, 40 vigilantes han pedido el traslado de destino. Quieren abandonar los museos, cambiar de ubicación en la Administración del Estado. El Ministerio de Educación, Cultura y Deporte ha reaccionado tarde y con un parche de urgencia: ha paralizado el traslado tres meses, prórroga permitida por ley hasta que resuelvan el ingreso de los suplentes que no tienen.
La situación tercermundista de los museos estatales no es nueva. De hecho, esta fuga de trabajadores desanimados ante la falta de coordinación y gestión con la Secretaría de Estado de Cultura, arranca con la inauguración de la reforma del Museo Arqueológico Nacional (MAN), en 2014. Entonces, el novísimo museo que creció en miles de metros cuadrados, pero no en personal. Dos turnos de 35 personas para vigilar 40 salas, en el mejor de los días.
Pero ha habido días con sólo 26 personas por baja por enfermedad. A cada vigilante le corresponde el control de dos o tres salas del recorrido. “Tenemos un problema muy serio de seguridad en el MAN”, aseguran fuentes de UGT a este periódico. “Los trabajadores nos cuentan que no pueden responsabilizarse de todo, porque la falta de plantilla es gravísima. No pueden llegar a controlar varias salas”.
Sin personal suficiente
De hecho, advierten que “el plan de protección y emergencias del museo está contemplado para 45 vigilantes y sólo trabajan 38”. Tres más de los que comenta el vigilante con el que se ha puesto en contacto este periódico. Es decir, según comentan los sindicatos consultados y el trabajador, el Museo Arqueológico Nacional no cumple con los requisitos mínimos para realizar una evacuación correcta en caso de una emergencia como un incendio.
El Manual de Autoprotección es obligatorio para todas las empresas e instituciones, y determina cómo los procedimientos de actuación en emergencia “deberán garantizar, al menos: la detección y alerta, la alarma, la intervención coordinada, el refugio, evacuación y socorro, la información en emergencia a todas a aquellas personas que pudieran estar expuestas al riesgo, la solicitud y recepción de ayuda externa de los servicios de emergencia”. El plan del MAN dice que eso se garantiza con un mínimo de 45 trabajadores, pero no se cumple desde el momento de su inauguración.
Una crisis de cuatro años
De hecho, la biblioteca del MAN, una de las más importantes de Europa sobre arqueología, nunca se ha llegado a abrir al público por falta de personal desde 2014. En estos momentos, su uso es interno y sin bibliotecario. La propia reapertura fue un problema: en octubre de 2013 estaba la obra cerrada y entregada, los 60 millones de euros gastados, pero no había vigilantes para abrir las puertas.
La Secretaría de Estado de Cultura, entonces dirigida por José María Lassalle, no había reparado en este hecho. Aquella crisis se resolvió quitando vigilantes a otros museos, como el de América, que gracias a la decisión se vio obligado a cerrar sus puertas por la tarde, incumpliendo con la accesibilidad que ordena la Constitución española.
“La gestión del museo es un desastre: el director no dirige y el Ministerio no coordina”, asegura a EL ESPAÑOL uno de los trabajadores que no se quieren quedar en el MAN. Y pone un ejemplo: el pasado diciembre el SAMUR y Bomberos desalojaron el MAN porque hubo varias personas intoxicadas, trabajadores y visitantes. Se estaba pintando el sótano y la pintura provocó irritaciones y mareos. El Ministerio de Cultura comunicó que la situación era de “normalidad”, pero lo que cuenta este trabajador es que el director no quiso cerrar y desalojar el museo.
Intoxicados por negligencia
“El Director General de Bellas Artes [Luis Lafuente] vino y dijo que esa obra debía haberse hecho a puerta cerrada sin exponer a los visitantes a este riesgo. El director [Andrés Carretero] se negó a cerrar todo el día por la estadística, las visitas”, cuenta la fuente del museo. Por supuesto, nada de esto trascendió a los medios. Los sindicatos plantearon una comisión de investigación sobre estos hechos: ante las primeras quejas de los trabajadores, gerencia los ignoró. Abrieron las ventanas.
Pero los dolores ya aparecieron en la garganta y a los cuatro días, una trabajadora avisó al SAMUR y el día anterior una mujer y su bebé. El propio SAMUR pidió al director el cierre del museo por prevención, porque había seis trabajadores intoxicados. Y había previstas varias visitas de colegios. “El director del museo decidió no cerrar y llamó al servicio de prevención para que tomaran una decisión. La autoridad laboral decidió cerrar, no el director”, explican las fuentes de UGT. El director alegó que cumplió con el protocolo de seguridad. Pero lo cierto es que cerró por presión de la autoridad competente y la decisión la tomó el jefe de seguridad de la empresa privada. Estamos valorando una denuncia a la Inspección laboral.
Falta de gestión, falta de prevención, falta de organización, falta de previsión, la crispación es tan evidente que los trabajadores no aguantan más en este museo y en otros 15, como denuncian los sindicatos. “No nos compensa”, comenta el trabajador. “Trabajamos de martes a sábado y domingos alternos, no podemos estar con nuestras familias, no podemos disfrutar de los días acumulados y cobramos 1.140 euros al mes. ¡No podemos cumplir ni con el plan de evacuación de incendios!”.