Hay una ciudad enterrada a los pies de Sierra Morena cuyos muros fueron expoliados y sus materiales reutilizados. Sólo dejaron allí tirada la piel de las paredes. No les interesó la decoración, esas losas de mármol con las ramas del árbol de la vida entrecruzándose en un sin fin se partieron en miles de pedazos. Durante siglos cubrieron los suelos de la ruina total de la Versalles musulmana de la que nadie se quiere ocupar, pero que acaba de ser incluida en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Los mejores arquitectos y escultores trabajaron aquí y en la Mezquita de Córdoba a finales del siglo X, donde perfeccionaron algunas soluciones puestas en práctica en la ciudad palatina.
Si hay que pensar en la postal de Medina Azahara que ha cruzado fronteras y ha tocado el corazón del jurado de la UNESCO es una en la que aparecen los arcos de herradura califal, con policromía bicolor y con la alternancia de dovelas en rojo y carne. Es el Salón Rico, que conserva relativamente bien sus arquerías porque éstas se derribaron tirando de sus columnas y aplastando a alguna persona durante su expolio. Esto lo contaba el primer cuidador de la medina, Félix Hernández, que no dio cuenta al juzgado de los restos óseos que se encontró en este espacio, bajo los materiales derruidos.
Por eso hoy también se premia una de las anastilosis más llamativas, gracias a la cual se ha podido reintegrar espacios fundamentales y conocerlos tal cual. En la Medina Azahara del siglo XX y XXI compitieron arqueólogos y arquitectos por restaurar el conjunto desde la verdad y la belleza.
A la cabeza del patrimonio
Ahora hace un siglo de la llegada de los primeros arqueólogos y arquitectos a preguntarse por lo que había allí enterrado. Habían desaparecido los fustes de las columnas, los capiteles cayeron al suelo, las planchas de mármol (atauriques) se arrancaban a tiras para extraer la piedra a la que se agarraban y a pesar de su destrucción total sigue siendo un milagro arqueológico que ya es el número 47 en la lista de hitos con los que España cuenta para convertirse en el segundo lugar del mundo -por detrás de Italia e Italia- donde más patrimonio relevante se conserva.
Medina Azahara es importante por la decoración más que por las soluciones arquitectónicas, que no son especialmente novedosas. De hecho, se configuraron en la mayoría de los casos como espacios basilicales. No eran derivaciones de las basílicas clásicas, sino de mezquitas con naves paralelas de igual altura. Pero la ciudad supuso el planteamiento y aplicación de la esencia de la arquitectura doméstica y palatina del Islam andalusí.
Líderes en desinterés
Y, sin embargo, sigue a la espera, como metáfora del Patrimonio de este país, de una inversión que vuelva a unir y a levantar sobre los nuevos muros la vieja decoración. Todas esas ramas que se cruzan entre sí, que cada maestro tallaba a su antojo como marca personal y que continúan esparcidos por los suelos, aguardan la inversión que haga de este lugar un espacio digno de la medalla que acaba de colgarle la UNESCO.
Espacios como Dar al Visir, el palacio de Yaafar, la casa de los califas (Dar al Mulk) en la parte más alta, la casa del Ejército (Dar al Yund)… conforman una laberíntica ciudad donde los poderosos omeyas y su corte se apartaron a vivir para desaparecer del todo a los pocos años de fundarla. Esta ciudad invisible es el punto de partida, junto con la Mezquita de Córdoba, de un largo proceso evolutivo arquitectónico y escultórico que afectó a toda la arquitectura hispanomusulmana y que desemboca en la Alhambra de Granada.
Hoy cada fragmento de esa historia repartida por los suelos cuenta en unas ruinas pendientes de atención y voluntad. Medina Azahara reclama una intervención definitiva y un compromiso político tan invisible como el 75% de la ciudad que falta por excavar y descubrir. El misterio de la medina -un Escorial medieval- podría resolverse con este milagro cultural.