Una pareja abandona el Valle de los Caídos tras la visita a la basílica y parecen algo decepcionados con los souvenires de la tienda que Patrimonio Nacional ha montado a la entrada. “Es lo único que he encontrado más… eso”. Es un llavero con un escudo. Es una buena paradoja del lugar que ocupa el monumento en la sociedad democrática española: no puede elogiar la memoria franquista, pero en esencia es un elogio al franquismo. Eso produce fricciones, frustraciones y enfrentamiento entre quienes quieren convertir el hito en un centro de interpretación histórica y aquellos que prefieren dejar a Franco y José Antonio en el altar mayor. Para unos es demasiado, para los otros demasiado poco.
“Lo van a sacar de aquí el 18 de julio, ya lo verás”. Habla Mario Fernández, fundador de Amanecer Español, que se ha acercado con su mujer al lugar que acostumbra visitar para rendirle homenaje, sobre todo, a José Antonio Primo de Rivera. Es uno de los creadores de la consigna “El Valle no se toca” y cuenta que están preparando una gran movilización para este domingo 15 de julio, coincidiendo con la entrada gratuita para asistir a misa de once. Participa en la organización de la cita con el grupo Movimiento por España, que preside Pilar Gutiérrez, y calcula que fletarán un centenar de autobuses para que vengan de toda España.
Más trabajo, menos memoria
“Va a venir mucha gente y no vamos a poder controlar a todos, pero algunos camaradas me cuentan que se van a traer grilletes para encadenarse y que no puedan sacarles de dentro”, explica Fernández, que espera que ese día todo se desarrolle de forma pacífica y puedan hacer entender al Gobierno de Pedro Sánchez que hay cosas más importantes de las que ocuparse en España. “Están obsesionados con Franco y hay mucho paro”, explica. Otro de los participantes en la marcha nos avisa de que ocuparán el espacio de la basílica o la entrada.
Este argumento se va a repetir continuamente entre los visitantes consultados a las puertas del templo: el desempleo es más importante que los restos de Franco. “Nos parece francamente mal”, cuenta esta pareja que sale del primer oficio del día. Él suele venir a menudo, pero ella hacía mucho que no visitaba el Valle y lo ha hecho antes de que se lleven el cuerpo de aquí. “Hay otros problemas en España. Si esto creara dos millones de puestos de trabajo todavía lo entendería, pero para qué quieres remover el pasado. Si no te gusta, no vengas”, cuenta ella.
El último adiós
La mayoría vienen a despedirse. Son las últimas horas de Franco en el Valle de los Caídos y las cifras de visitas se han duplicado en los últimos cinco fines de semana, tal y como adelantó este periódico. El primer sábado y domingo de junio apenas eran 2.000 personas en el centro, y un mes más tarde son casi 5.000. Entre medias, el anuncio del presidente. La entrada son nueve euros.
“Hay que aprender de los errores del pasado no para repetirlos, ni para enfrentarnos de nuevo”, comenta el marido con mucha tranquilidad. Parece haber asumido que es una decisión irrevocable y se lamenta, sin llegar a mostrar ira. “Y esto sólo es el principio. Primero es Franco, pero luego expulsarán a los benedictinos y tirarán la cruz, que lo he leído en La Razón”. Piden al presidente del Gobierno “más respeto”. No comprenden qué hace una persona “de cuarenta y pocos” abriendo este conflicto. “A mí el Caudillo no me parecía un asesino”, se despide ella.
En el interior hablamos con un profesor de Historia, que ha venido con su hijo. Se hacen fotos junto a la tumba de José Antonio, primero, y de Franco, después. Apenas pueden verse las lápidas. Las flores cubren todo menos sus nombres. El traslado de los cuerpos le parece una falta de respeto a la Historia. “¿Y si los visigodos hubieran hecho lo mismo con los romanos?”, se pregunta.
Mejor, no jugar con los muertos
El profesor es contrario a convertir el Valle de los Caídos en un centro de interpretación histórica para dar a conocer lo que ocurrió en la Guerra Civil y durante la dictadura y cómo se levantó este monumento, porque es un lugar sagrado. “Hay que respetar su importancia. Hay que respetar la Historia y conservar el Valle de los Caídos como era. No podemos culpar a nuestros abuelos, hay que pasar página y convivir en paz”, explica. Cree que este es un monumento a la reconciliación, porque hay muertos de las dos partes. “Hay que honrar a los dos y a los beatos que hay aquí enterrados. Creo que son 57. Es un cementerio de mártires porque la Iglesia sufrió mucho. Es mejor no jugar con estas cosas, porque ya ha habido muchos muertos”.
A estos tres chicos de 20 años también les parece una falta de respeto exhumar el cuerpo, porque eso “es negar la Historia”. “Por quitar el cuerpo no se corrige la Historia”, dice uno de ellos. Tampoco ven con buenos ojos que la basílica se convierta en un centro de turistas, porque “no deja de ser un sitio para la oración”. Sin embargo, en cualquier catedral gótica, por ejemplo, es posible el turismo y la devoción.
Protestar lo justo
Los tres ya habían venido antes a visitarlo, pero se van de vacaciones en breve y quizá cuando vuelvan ya no esté dentro. Tampoco son muy de protestar, así que no vendrán este domingo. Reniegan de las manifestaciones, porque eso más propio de los del 15M, “que protestan por todo”. Muestran interés por la verdad y por conocer las versiones de los dos bandos, aunque reconocen que con cuidado, porque los contrarios “pueden decir cosas que no son verdad”. Y lanzan una clave contra la manipulación: “Hay que estar bien informado”.
“La Historia ya está escrita y hay que dejarla como está, ¿o es que ahora vamos a derribar las Pirámides de Egipto?”. Un señor de Sevilla ha venido a visitar el monumento con su hijo. Han madrugado para llegar a las once de la mañana, a misa. No es el único que comparará el Valle de los Caídos con las Pirámides. Quizá aquellas estén mejor conservadas. Entre unos y otros, este lugar se mantiene comido por el olvido, como quien está en una esquina, sin molestar ni hacer ruido. Los hierbajos se comen las losas de granito que componen la explanada de entrada, donde los expertos de la Comisión de 2011 proponen hacer un gran monumento a las víctimas del franquismo para resignificar el lugar.
Turismo a gogó
“He traído a mis hijos para que lo ven antes de que lo quiten”. Él tiene unos cuarenta y sus hijos siete y diez. “¿Qué daño hace Franco?”, se pregunta. “Me parece una medida cobarde, porque un muerto no puede defenderse”. Otra pareja. Tienen 40 y 33, no lo habían visitado nunca. Quieren verlo antes de que desaparezca. No son capaces de explicar y de entender por qué en España no es capaz de homenajear a sus víctimas como se hace en EEUU. Comprenden a las familias que quieren rezar a sus muertos y no pueden porque están enterrados junto a quien los mandó matar.
Este grupo de turistas es de Almería, pero vienen desde Galicia. Allí han pasado unos días y ahora cruzan España de vuelta a su casa. Han parado porque no hay buenas noticias. “Franco hizo cosas malas pero también muchas cosas buenas, como salvar la patria”, comenta. Advierte que tenía ganas de encontrarse con una cámara para decirle cuatro cosas a los espectadores del telediario. Un periódico también le viene bien. “Si no hubiera sido por Franco hoy seríamos como Lituania y Rumanía, porque el comunismo no funciona”. Tiene 47 años y es la primera vez que viene. Esta vez han parado porque es “ahora o nunca”. Luego habla del miedo al Islam y a la dominación árabe de España.
Ahora llegan cuatro mujeres sexagenarias, que duermen en la hospedería. Vienen en busca de paz. “Aquí uno viene para pensar en uno mismo”, dice una de ellas. Creen que se debe respetar la Historia y ser optimistas, no mirar a los errores del pasado, porque las cosas que se han hecho mal… “hay que olvidarlas”. “Lo que necesitamos es trabajo y déjate de levantar muertos. Lo negativo hay que dejarlo atrás”. No saben que la cruz no se puede visitar porque está cerrada por peligro de derrumbamiento. El conjunto necesita una inversión de unos 15 millones de euros para librarlo de la decadencia. “¡Quince millones! ¡Que la dejen caer y lo inviertan en educación”.