Sucedió en 1891: las llamas masticaban las salas y Las Meninas se hicieron ceniza. Cayeron las obras de Velázquez, de Murillo y de Ribera. Los ciudadanos de Madrid salían de sus casas como almas llevadas por el diablo para ir a socorrer a su Museo del Prado. El ministro de Fomento se plantó en el lugar de la catástrofe rodeado por un grupo de soldados de artillería. Ardía El Prado y “España estaba de luto”, como anunciaba el periodista Mariano de Cavia en su noticia exclusiva en El Liberal, tan exclusiva que era falsa. Decía el reportero que la desgracia le había asaltado a las dos de la madrugada.
En ese momento, los trabajadores del museo vivía en los sótanos del recinto, a pesar de que no estaba permitido, aumentando los riesgos de incendio. “Un brasero mal apagado, un fogón mal extinguido, un caldo que hubo que hacer a media noche, una colilla indiscreta… y ¡adiós, Pasmo de Sicilia!, ¡adiós, cuadro de Las lanzas!”, escribía De Cavia, consternado, como un Orson Welles prematuro. Su intención, no obstante, no era lúdica, sino reivindicativa: quería colocar en el centro del debate social las malas condiciones de seguridad y prevención que entonces tenía El Prado. Y lo consiguió: todos respiraron aliviados cuando llegaron a las puertas de la pinacoteca y vieron que andaba, aún, impoluta, compacta, llena de valor, memoria y belleza. “Hemos inventado una catástrofe… para evitarla”, escribía al día siguiente De Cavia, desdiciéndose en la performance.
El incendio que ha devorado el Museo Nacional de Río de Janeiro -arrasando con más de 20 millones de piezas de diferentes periodos de la Historia, entre ellos el esqueleto de la “primera americana”- ha traído al presente esta angustia vieja: ¿qué hay más irrecuperable que el arte y el patrimonio, qué hay más irreproducible? Asegura el ministro de Cultura de Brasil, Sérgio Sá Leitao, que esta tragedia es “lamentable” y “consecuencia de años de negligencia”: “Que eso sirva de alerta para que tragedias como esa no se repitan en otros museos y otras instituciones”, ha aseverado.
¿Puede quemarse El Prado?
En 1891, antes de la intervención de De Cavia, el Museo del Prado ya había sufrido dos incendios menores que fueron rápidamente extinguidos. ¿Podría esta situación volver a repetirse en 2018? El experto José Ignacio Olmos -Director de Seguridad y profesor acreditado en Seguridad Privada por el Ministerio del Interior-, que imparte un curso en el INISEG llamado “Gestión de la Seguridad en Museos, exposiciones y patrimonio histórico”, cuenta a este periódico que aunque en el caso de Río de Janeiro aún se desconocen las causas del incendio, “parece que había problemas en cuanto a presupuesto, mantenimiento y prevención”.
“Al menos ha sucedido a museo cerrado. A museo abierto sería muy complicado, y más con las características de los visitantes de El Prado. Hay mucho aforo y gente muy diversa (discapacitados, personas en sillas de ruedas, colegios de niños, excursiones de ancianos, extranjeros que no hablan el idioma…). Todo eso complicaría la evacuación, por eso hay que estar muy preparado con la cuestión de la prevención y los simulacros”.
Señala que, aunque obviamente existe una normativa regulatoria, “siempre es fundamental plantearte cuáles son tus necesidades”: “Por ejemplo, la estrategia cambia cuando en el museo tienes obra pictórica u obras peculiares, como tapices o archivos de Biblioteca. Ahí cada vez se complica más la prevención. Tienes que contar con agentes extintores que no dañen esas obras, no te puedes liar a soltar agua sin más”, recuerda.
Simulacros y presupuestos
Olmos entiende que la posibilidad de que suceda en El Prado “es más remota” que en Río de Janeiro. A pesar de todos los cuidados que ya se tienen, apostilla que “España no tiene una gran cultura de la seguridad”, por lo que sería necesario apostar siempre por un “mayor presupuesto”: “Cuando no pasa nada, nadie se acuerda de la seguridad, pero cuando pasa algo, todo el mundo la menta y la critica. Nunca viene mal más presupuesto y más mentalización. Mejorar en formación a los trabajadores, a los empleados, a los clientes… por ejemplo, es complicado trabajar los simulacros con clientes, con personas externas. Tienes que encaminar la situación a lo peor que se te pueda presentar, que es un incendio con el museo lleno. Aquí, por ejemplo, si tienes en cuenta todos los museos que dependen del Estado, que son más de 150… sólo hay una persona encargada de su seguridad, y es Sonsoles Navas [jefa de Seguridad de Museos Estatales]. Eso en cuanto a recursos es muy limitado”.
Deberíamos aprender, sostiene, de los países nórdicos o de EEUU, donde “en cualquier edificio entras y te dan un plano con indicaciones sobre cómo actuar en situaciones de emergencia, pero aquí se hace en sitios contados”: “En España vamos aprendiendo a base de golpes. Aquí tuvimos el incendio en el Hotel Corona de Aragón, que fue un atentado; tuvimos un Madrid Arena… y a raíz de esas vamos actuando, pero a veces, la legislación no es suficiente y tenemos que ir más allá”.
La prioridad, recuerda, siempre es “salvar a las personas”: “¿Qué se rescataría primero en cuanto a patrimonio? En los museos hay fichas donde se catalogan las obras en función de la importancia. Ahí se establece la prioridad en la evacuación. Hay que tener en cuenta las dimensiones de la obra pictórica para establecer si, además de equipo, se necesitan carros. No es lo mismo un cuadro pequeño que el Guernica. Los grandes museos tienen un plan consistente y las obras que se salvan van directas a unas naves con medidas de seguridad y almacenamiento. No vas a dejarlas en mitad del Paseo del Prado. Es importante el traslado: se cuida la temperatura de los camiones para no dañar la obra. Es toda una ciencia, y hay que empezar por trabajar con el departamento de conservación y restauración”.
El Ministerio: "Es muy poco probable"
Fuentes del Ministerio de Cultura cuentan a este periódico que “el riesgo cero no existe en materia de seguridad”, pero que “los Museos Estatales cuentan con las infraestructuras necesarias y con los profesionales adecuados para minimizar este riesgo, resultando muy poco probable un suceso como el acontecido en Brasil”. Estas mismas fuentes subrayan que entre sus sistemas de protección contra incendios disponen de “dispositivos de alarma para la detección precoz de fuego y centrales de extinción de incendios en sus diferentes formatos conforme a la normativa vigente, además de las infraestructuras para la sectorización y compartimentación como las compuertas y cortinas cortafuegos”.
Además, los Museos Estatales cuentan con “circuitos cerrados de televisión, con cámaras y monitores, y personal de vigilancia privada que supervisan los diferentes espacios de los Museos”. El Ministerio, conforme a la Ley de Seguridad Privada, “contrata el servicio de control de accesos, vigilancia y seguridad que es objeto de licitación pública y que garantiza la prestación de estos servicios en los Museos de titularidad estatal. El citado servicio se presta las 24 horas del día todos los días del año”.
Los bomberos del Ayuntamiento de Madrid explican a EL ESPAÑOL que en la capital “existen los edificios singulares que además tienen riesgos singulares, muy altos, como es el caso de los museos, y todos esos tienen planes de autoprotección”. Recuerdan que son planes conocidos por los trabajadores del edificio y por los propios bomberos, así que, de darse una situación tan extrema como que se incendiase El Prado, la estrategia y los procedimientos ya están planificados. Todo, por supuesto, intentando causar el menor daño posible.
A pesar de que en España la seguridad no sea tan deficiente como en Río de Janeiro, siempre es recomendable reforzar cuidados para no perder nuestro patrimonio más valioso. Ya lo escribía Rafael Alberti: "¡El Museo del Prado! ¡Dios mío! Yo tenía / pinares en los ojos y alta mar todavía / con un dolor de playas de amor en un costado, / cuando entré al cielo abierto del Museo del Prado".