Esta botella de Jerez, con el escudo de Pedro Domecq —quien tenía un hijo luchando a las órdenes de Franco—, fue hallada junto a 22 cadáveres en una fosa común aledaña al campo de concentración de Castuera (Badajoz). "Los restos arqueológicos muestran que fueron asesinados por milicias derechistas locales que iban con una lista al campo y se los llevaban, porque no son balas reglamentarias, sino que tienen cuatro calibres distintos", señala el arqueólogo del CSIC. Los milicianos, probablemente, actuaran borrachos, fusilasen a los prisioneros y arrojasen la botella de Jerez, que tenía más graduación que el vino, a la fosa. "Esto explica que matar es muy difícil, especialmente cuando uno no ha sido entrenado para ello y cuando pones una pistola en la nuca de otra persona", añade González-Ruibal.