Un grupo de científicos japoneses ha descubierto que algunos de los dibujos que representan las líneas de Nazca no son lo que se creía que eran hasta el día de hoy. Para ello, han estudiado los antiguos geoglifos desde una perspectiva ornitológica y se han enfocado concretamente en las figuras de las aves.
"Hasta ahora, las aves en estos geoglifos habían sido identificadas en base a impresiones generales o unos pocos rasgos morfológicos", ha señalado Masaki Eda a la BBC, investigador del Museo de la Universidad de Hokkaido. Ellos han analizado cuidadosamente las medidas de los picos, cuellos, alas y demás atributos que pudieran condicionar a la especie de pájaro.
De esta manera, han averiguado que la figura que había sido clasificada inicialmente como un colibrí genérico es realmente un Ermitaño Golirrayado, una variante del colibrí que vive en las laderas orientales de los Andes y en el norte, cerca de la frontera con Ecuador. Por su parte, dos aves que habían sido catalogadas como un ave guanera y un pájaro no identificado, han resultado ser en ambos casos pelícanos.
Lo característico de estas reclasificaciones se debe a que, aunque ambas especies puedan ser encontradas en Perú, no son especies autóctonas de la zona. "Nuestra investigación muestra que los autores de esos geoglifos dibujaron aves exóticas, no aves locales", ha comentado Eda. Los habitantes de Nazca podrían haber divisado a dichas aves mientras recolectaban alimentos en la costa.
El agua y la humedad son elementos que coinciden en la catalogación de los nuevos pájaros. Los investigadores han determinado que las líneas de aves podrían ser una especie de ritual para que la época de lluvias fuera abundante —el desierto en el que se encuentran los geoglifos es una de las zonas más secas del planeta—.
Asimismo, las migraciones de las aves marinas también podrían ser uno de los motivos por los que las poblaciones de Nazca pudieran haber trazado aves en la superficie terrestre. Si las aves migratorias no cruzaban el desierto significaba que las estaciones serían secas y calurosas.
¿Astronautas hace 2.000 años?
Lo cierto es que poco se conoce acerca de estos trazos de hasta casi 300 metros de longitud. De hecho, la primera referencia que se tiene acerca de las líneas corresponden al conquistador Pedro Cieza de León en 1547. Por aquel entonces no se conocían las formas que trazaban, puesto que solo son distinguibles desde el aire o parcialmente desde las colinas más próximas.
Desde entonces han pasado casi cinco siglos y los investigadores han especulado con diferentes teorías sobre los geoglifos más famosos del mundo. Erich von Däniken, por ejemplo, llegó a asegurar que en la Antigüedad el hombre había mantenido contactos con extraterrestres y que las líneas eran pistas de aterrizaje para las naves alienígenas.
Entre las figuras descubiertas, aparte de las ya mencionadas aves, se encuentran árboles, arañas, monos y hasta una ballena. Otra, conocida generalmente como el Hombre-Búho, es llamada por algunos pseudoarqueólogos como El Astronauta.
Este conjunto de trazados llevó a los investigadores a pensar que se trataban de centros de adoración. El historiador estadounidense John Rowe sería uno de los firmes garantes de este planteamiento. Sin embargo, su discípulo, el alemán Max Uhle dedicó 60 años de su vida al estudio de los geoglifos y determinó que podían tratarse de un gigantesco calendario.
Lo mismo pensaría el antropólogo Paul Kosok, quien además añadiría que podrían tener referencias astronómicas. Junto a María Reiche estudiaron conjuntamente las líneas durante años. Reiche opinaba que los dibujos podrían imitar las formas de ciertas constelaciones de nuestro cielo.
Los destrozos, tanto naturales como humanos, tampoco han facilitado las conclusiones del origen. El primer daño documentado tuvo lugar en 1928 con la construcción de una pista de aterrizaje. Desde entonces se han notificado corrimientos de tierra y diferentes actividades que han perjudicado el patrimonio. El último caso se dio en 2018: un camionero se desvió de la carretera Panamericana con la supuesta intención de evitar el pago de un peaje y destruyó una superficie de 100 metros de largo.
Por el momento, la última de las investigaciones continuará analizando las formas de ave de los geoglifos peruanos. Las comparaciones con grabados de la época preincaica en piezas de cerámica podrían resolver todavía más incógnitas acerca de la formación de estas misteriosas y milenarias líneas.
Las excavaciones arqueológicas y la búsqueda de restos de pájaros en la zona también ayudarían a concretar las especies de animales. Masaki Eda y sus compañeros solo han podido analizar 16 geoglifos pero pronto podrían identificar a más con los medios necesarios.