Cuando las llamas devoraban la catedral de Notre Dame el pasado 15 de abril, una sensación de angustia, de inquietud, de horror, se propagó por todos los rincones del mundo. El templo gótico, corazón de París, símbolo de la cultura e historia de Francia, escenario de la más crítica literatura de Víctor Hugo, amenazaba con venirse abajo, con engrosar la lista de catástrofes patrimoniales causadas por un despiste, por una imprudencia. Milagrosamente, resistió a los efectos del fuego, y también a la cascada de agua utilizada para controlar el incendio.
Ahora, cuatro meses después, mientras una serie de sindicatos y organizaciones no gubernamentales claman por una solución ante los preocupantes niveles de contaminación que se registran en los alrededores de la catedral, el debate sobre cómo abordar las tareas de reconstrucción sigue candente: ¿hay que restaurar el templo de forma idéntica al aspecto que lucía antes del incendio o es oportuno darle un aire más modernista? Propuestas se han registrado a multitud, incluso alguna descabellada, como la de colocar una piscina sobre el tejado.
Más realista es el proyecto elaborado por un equipo de investigadores de la Universidad Politécnica de Madrid, encabezado por el catedrático de Arquitectura Josep María Adell Argiles, que apuesta por un edificio con más luminosidad y con una nueva aguja situada a mayor altura, accesible para los visitantes. "Notre Dame es un hito para el mundo, la esencia de la espiritualidad de la sociedad occidental. Pienso que hay que revalorizar el bien, que la gente disfrute viéndolo, construyendo un circuito de visitas que le dé vida y no altere el culto", explica el profesor a este periódico.
Adell parte de la premisa de que Notre Dame presentaba una contradicción de tamaños y proporciones en la volumetría del templo. En concreto, cree que la aguja incluida por el arquitecto neogótico Eugène Viollet-le-Duc en las obras de reforma de 1845 y que se derrumbó durante el incendio, quedaba oculta, en una visión desde la fachada principal, detrás de las dos grandes torres, de casi 70 metros de altura. Tras el derrumbe de la cubierta del crucero, dice el experto, "existe ahora la oportunidad de darle a la aguja la proporcionalidad que por tecnología, por presupuesto o por prisas no se hizo en su momento".
El proyecto liderado por el profesor de la Escuela de Arquitectura de la UPM, que ya ha sido depositado en el registro territorial de la propiedad intelectual de la Comunidad de Madrid para defender su originalidad, propone elevar 25 metros la aguja respecto a su apoyo original en la estructura de la cubierta. En ese espacio, y sobre la bóveda del crucero destruida que no se cerraría, se construiría un lucernario intermedio compuesto por una rampa de doble hélice —como la de los Museos Vaticanos— y dos escaleras de caracol similares a la de la Sagrada Familia para facilitar el ascenso y descenso de los visitantes.
El objetivo, según se detalla en el dossier del proyecto, es "poder disfrutar
de las vistas de París (sin atascos ni dificultades) accediendo al interior de la propia aguja de Viollet reconstruida, llegando hasta una altura de unos 45m sobre la cubierta de la nave y por lo tanto, de unos 20m por encima de las torres de la portalada". A la zona intermedia se llegaría desde la planta baja gracias a un ascensor.
Justificación mística
"A partir de ahora, Notre Dame tendrá un doble atractivo: el religioso y el hecho de que se haya recuperado del fuego", asegura Josep María Adell, que apuesta por revitalizar el templo haciendo hincapié en su componente místico gracias al aumento de la luminosidad y a la mayor proximidad del cielo: "La idea de conexión cielo-tierra, de que ascender es el esfuerzo de trascender, es la esencia de nuestra religión, y con este lucernario la experiencia será vivida más intensamente por los que sean muy religiosos", asegura, citando la simbología de la escalera de Jacob.
Para la construcción de esta nueva aguja, mucho más esbelta y ligera, y de las estructura de madera —el llamado bosque de Notre Dame— que fue pasto de las llamas, el catedrático de Arquitectura apuesta por materiales mucho más avanzados como las vigas huecas o vigas cajón, hechas con fibra de vidrio y más resistentes al fuego y al desgaste provocado por el tiempo.
Asimismo, para "darle vida" a la catedral, Adell vería con buenos ojos incluir un museo o una suerte de cafetería en una de las naves. "Es necesaria una reconstrucción moderna frente a un edificio antiguo, que la gente pueda subir a la aguja para contemplar todo el templo", defiende el experto. También de esta forma los visitantes podrían contemplar mucho más de cerca los ángeles de la cúpula que se salvaron del fuego gracias a una carambola.
Ahora bien, ¿es viable este proyecto?, ¿confía el catedrático en ver su proyecto ejecutado? "Inicialmente no", lamenta, asegurando que participará después del verano en un congreso internacional de restauradores para presentar su idea con el objetivo de ser escuchado —e incluido— por el equipo de Phillippe Villeneuve, arquitecto jefe de los Monumentos Históricos y encargado de las tareas de reconstrucción de Notre Dame. Por ahora, Josep María Adell se muestra satisfecho con su trabajo, hecho, al fin y al cabo, con planos sacados de internet: "Nosotros hemos cumplido con nuestra función de investigadores y de respeto hacia la historia".