Entre goleada y goleada, el Real Madrid atraviesa el vacío de la Copa con la torpeza del recién jubilado que descubre la mopa: ni sabía que estaba allí. Y acaba en el bar. Sin fútbol, hay días que al mirar al Madrid no queda claro si a lo que se enfrenta es una due diligence o una competición. Los ecos de barullo administrativo dibujan un Valdebebas del que huyen los futbolistas a volar por la M-40, y donde permanece una tropa de oficinistas emergidos de un cuento de Kafka: corren en ruedas de hámster mientras se lanzan borradores de notificaciones compulsadas.
El último producto de esta maquinaria ha sido un comunicado oficial para decir que David Bettoni no es el segundo entrenador de Zidane, aunque lo parezca. Entre otras razones, porque no podría serlo. El club se adelanta así a quienes investigan si Bettoni es lo que dicen que no es. Se ve que van a indagar si ha dado instrucciones a los jugadores durante los partidos. Por ahí asoman profundidades ontológicas. No hay que descartar que acusen a alguno de los reservas de ser segundo entrenador, o incluso al propio Bernabéu, muy metido en la parcela técnica. El riesgo es que a falta de Copa echen entre semana una disputa jurídica en la que acabará saliendo la célebre defensa de Clinton en lo de Lewinsky: "Depende de cuál es el significado de la palabra 'es'".
Zidane ya se está preparando. Después de cumplir el trámite de decir que Cristiano es el mejor del mundo, estuvo a punto de prometer que no conocía de nada al tal Bettoni que se sienta a su lado. Como si lo hubieran pillado con droga. Fuera del estadio le están dando un guión horroroso al héroe de la novena. El comodín que sirve para borrar a Benítez y evaporar a Mourinho. Además, aporta cuatro hijos sobre los que se apoya la defensa del Madrid contra el castigo de la FIFA por los menores. Aunque ahí bien podría haberse visto una cierta salvación. Para el Madrid no poder salir al mercado con los millones es como cuando no hay manera de encontrar un bar abierto. A la mañana siguiente se agradece.
De la última semana de surrealismo administrativo, lo máximo que hemos sacado es enterarnos de que si le pasa algo a Zidane, queda Chendo. Para llevar a todo el mundo a casa cuando se enciendan las luces del garito (también al recién jubilado). Sólo la llegada de la primavera, con sus cuartos de Champions, puede acabar con esta inquietante melancolía de oficina. La del campo la barrió de golpe Zidane al llegar.