El viaje altruista de Take: de Japón a España para jugar al béisbol sin cobrar un euro
Takeyuki Yamato es un joven nipón que vuela tres meses al año a Madrid para cumplir su sueño de ser pitcher. En el CBS Rivas sólo tienen palabras de agradecimiento para un 'turista' que les ayuda hasta en lo imposible.
28 junio, 2017 01:45Noticias relacionadas
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El Polideportivo Cerro del Telégrafo de Rivas-Vaciamadrid, en la esquina donde está emplazado el campo de béisbol, es un cóctel de diferentes variedades del castellano. Aquí, las exclamaciones que portan el deje madrileño se diluyen entre vocablos y acentos latinos, como el dominicano o el argentino. Pero en esta comunidad de hispanohablantes despunta por encima del resto una entonación con notables rasgos asiáticos, obra de un joven nipón que se esfuerza por completar correctamente todos los elementos gramaticales de las oraciones.
Su nombre es Takeyuki Yamato, tiene 26 años y vive en un pueblo a las afueras de Tokio. Ha fundado una academia de béisbol donde es monitor y, al mismo tiempo, comercia con materiales para practicar este deporte: guantes, protectores, máscaras, etcétera. No piensa más que en bolas y bates. Su visión no abarca más allá de las cuatro bases que conforman el terreno de juego. Take, como lo conocen en Rivas, está loco, obsesionado con el lanzamiento.
Pero… ¿qué hace en España?
Cada año, Take aterriza por tres meses —el tiempo máximo que le permite el visado de turista— en este municipio madrileño. Viene a jugar al béisbol en el CBS Rivas, a ser el pitcher estrella del equipo. Pero su gran contribución procede de una calidad humana asombrosa: a Take no le preocupa el balance de victorias y derrotas, él sólo quiere ayudar a un humilde club, ubicado a 11.000 kilómetros de su hogar, a ser una pizca mejor.
Y todo ello lo hace de forma voluntaria, gratis, sin recibir un euro a cambio. Ahorra durante el resto del año, completando agotadoras jornadas de doce horas, para poder pagarse de su bolsillo el billete de avión, el alojamiento —a pesar de hospedarse en viviendas de la gente del club— y los gastos del día a día. Take es altruismo puro. Sus sueños no tienen precio.
* * *
El calor que envuelve Madrid es sofocante. Son las ocho de la tarde y el termómetro roza los 40 grados. El brazo de Take dispara bolas —rectas, curvas, slider— sin respiro. Viste medias oscuras, unos pantalones piratas blancos y la camiseta del club. Es de complexión fuerte y hombros anchos. Luce una medio melena muy morena, más una barba de tres o cuatro días. Su rostro se refugia detrás de una gorra y unas gafas de sol. Recibe a EL ESPAÑOL con un saludo frío, distante, y pide empezar la entrevista cuando termine el entrenamiento. Luego, habla con una naturalidad sorprendente. Explica su caso, las motivaciones y las dudas, sin vacilar. En la conversación también destapa su faceta más inesperadamente divertida y simpática.
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—Vienes a España a jugar, a enseñar, pero no recibes retribución económica por ello. ¿De verdad te compensa?
(Take clava la mirada en el suelo y el silencio se entromete en el diálogo. Piensa la respuesta. Diez segundos después empiezan a fluir las palabras).
—Pagarme dinero o no es problema del club. A mí me importa el dinero para vivir, pero yo estoy trabajando para intentar que el club reciba más dinero. Cuando voy a las promociones en los colegios me esfuerzo para que se apunte el mayor número posible de niños. Si el club cobra mucho dinero, cuando pueda, me paga. Pero todavía necesitamos muchos más jugadores, sponsors, público, subvenciones… Yo quiero trabajar para ayudar. Y si necesito dinero voy a tener que trabajar. Si no me pagan, tengo que esforzarme más, pensar cómo mejorar el club.
Su compromiso es admirable; en el CBS Rivas no encuentran palabras de agradecimiento. Jesús Pache, el entrenador del primer equipo, define la odisea altruista de Take tal que así: “Él viene y está todo el día ayudando. Viene a trabajar para el club. Podría estar aquí porque le gusta el clima o el país, pero no. Él viene a hacernos mejorar. Si juegan los cadetes en Alcalá, él está el primero; que tienen partido los padres en el barrio del Pilar, pues también va. Ni nosotros mismos hacemos eso. Viene un señor de Japón, se paga el viaje él y ayuda a todo el mundo. ¿Qué más queremos? Es algo que no se lo podremos devolver nunca con dinero, porque no se puede”.
Sueño truncado en Japón
En 2013, Take se presentó a una prueba para entrar en la liga profesional de béisbol de Japón. Convertirse en un jugador de primer nivel era su gran aspiración, pero falló. Fue un resultado decepcionante que, sin embargo, sólo sirvió para espolear ese carácter valiente y aventurero —cabezota también— que reside en sus entrañas.
Emprendió la difícil misión de encontrar un equipo dispuesto a ofrecerle una oportunidad. Desesperado, cuando las tentativas resultaban en vano, conoció a un chico que estaba jugando en Barcelona. Este, a su vez, le presentó a un compañero del CBS Rivas y empezaron a intercambiarse emails. Al año siguiente, en 2014, Take volaba por primera vez de Tokio a Madrid.
La decisión de Take fue un shock para su familia y amigos. Todos le decían que, tras no haber superado la prueba, el béisbol ya se había acabado para él y que, tras graduarse en Historia de Japón, Geografía y las Reglas de Japón, tenía que empezar a trabajar de profesor. “Al principio, a mis padres no les gustó la idea de ir a España”, explica el joven nipón. “Hablé con mi padre muchas veces, le decía que aquí hay gente muy buena, que en el club me iban a ayudar. Al final lo convencí, aunque me dijo: «No te voy a ayudar con dinero». Por suerte yo ya tenía un trabajo…”.
Take voló a Rivas porque sólo quería jugar al béisbol. Cuatro años después, ha tropezado con un grupo que se ha convertido en su nueva casa: “Este equipo me dio muchísimas oportunidades que en Japón no tenía. Yo amo a la gente de Rivas. No echo de menos a mis padres, a mis hermanos o a mis amigos porque tengo mi familia aquí”.
—La primera vez viniste porque querías jugar al béisbol, ¿ahora se puede decir que vuelves más por la gente que has conocido que por el deporte?
—Sí, pero también hay otra parte. Este lugar es el mejor sitio del mundo para que mejore. La gente es muy amable… —responde Take. De repente, se atasca; no le salen las palabras en castellano y bromea preguntando si puede expresarse en japonés. Tras el ligero impasse su rostro recupera las muecas de seriedad. —El béisbol es un deporte educativo (…) Este trabajo me enseña muchísimas cosas para vivir en mi día a día y yo, aquí en España, no sólo quiero enseñar béisbol, también cosas importantes de la vida.
Casi emocionada, interviene Matilde Peláez, la responsable de comunicación del conjunto ripense: “Qué bonito, Take. Como sigas así te haces presidente del club”. El joven japonés sonríe de forma cómplice, pero todo lo que dice destila un compromiso sincero, sus palabras pesan kilos de franqueza.
El Take guasón
En el campo de béisbol, Takeyuki Yamato hace acopio del perfeccionismo de un samurái que rebana el aire con mandobles certeros y precisos. Su 'arma', en lugar de una katana, es la bola de piel, que no descansa hasta que la trayectoria sea impecable. Fuera de faena Take es un japonés muy divertido al que le gusta la guasa, aunque a veces cueste sudor obtener de él una respuesta no relacionada con el béisbol.
—¿Qué otras cosas te gusta hacer?
—Sentadillas, abdominales… Sólo pienso en lanzar.
—Digo en tu tiempo libre.
—¡Lanzar! Siempre estoy pensando en el lanzamiento. Cuando voy caminando por la calle, pienso en el lanzamiento; ¡es una droga! —dice con ese entrañable tonillo asiático antes de estallar en carcajadas. —En mi tiempo libre juego a Pokemon, me gusta mucho, pero el de la Nintendo DS, no el Pokemon Go. En España tenéis buen nivel.
A pesar de ser una estancia corta de tres meses, los viajes de Take a la Península siempre dejan una retahíla de anécdotas: no muestra reparos en subirse a un tablao flamenco para taconear y dar palmas, ni tampoco para agarrar un micro en un karaoke y cantar sin camiseta todo el repertorio de temas de Dragon Ball. Cuando en medio de un partido se pone a gritar en japonés, los del equipo rival alucinan.
Con la gastronomía también le brillan los ojos: “La paella es mi comida favorita porque lleva arroz y pollo [¡como si en Japón no tuvieran de eso!]. El marisco también me gusta mucho”, confiesa Take. A su regreso, la maleta vuelve cargada de productos típicos españoles para los amigos: “Todos los años les llevo regalos, aunque la última vez me dijeron: «Take, ¿otra vez jamón serrano? Ya no queremos más aceite de oliva, ¡trae otra cosa!»”.
“Quiero jugar con España en Tokio 2020”
Escuchándolo hablar, Take parece llevar toda una vida viviendo en España. Su castellano no es perfecto, aunque sí asombrosamente correcto para el poco tiempo que lo pone en práctica. "Cuando estaba en la universidad quería jugar al béisbol en EEUU y un jugador de la MLB (Grandes Ligas) me dijo que para jugar en otros países tenía que aprender inglés y español. Me apunté a clase y aprendí a leer. Cuando llegué aquí y escuché hablar, dije: «¡Qué rápido! Van como un avión, como un coche de carreras». No entendía nada. Ahora mi oreja ya está mejorando".
Take es prácticamente un español más y, de hecho, uno de sus grandes planes de futuro consiste en jugar al béisbol con la selección española en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. ¿No es esto una quimera? “Si pienso que puedo, es que puedo. Querer es poder. Si quiero jugar, busco dónde hacerlo”, confiesa con una confianza ciega.
Mucho antes de tan siquiera soñar con los Juegos de 2020, en septiembre, el CBS Rivas disputa la fase de ascenso a División de Honor. Si ganan será su séptimo título consecutivo, pero como compiten en un campo que necesita una costosa reforma para ser homologado no pueden subir de categoría. Y como siempre, Take tendrá que conocer el desenlace desde Japón. El ‘turista’, como lo define Isaac, otro de los técnicos, no puede prolongar más su estancia. “Tengo que volver a Japón porque allí tengo mi negocio. Necesito dinero para vivir esta experiencia”, dice Take.
A pesar de los 11.000 kilómetros de distancia, el joven nipón no se aísla en ningún momento de la dinámica del grupo. “Si estamos hablando por el WhatsApp del equipo a las ocho de la tarde, él a veces nos escribe: «¡Cabrones, yo duermo!» Claro, allí son las tres de la mañana”, revela Pache. “Los compañeros y los chavales de la cantera lo aprecian y lo quieren un montón. Desde enero están todo el rato preguntando: «¿Cuándo viene Take? ¿Cuándo viene Take?» Es una pena que no pueda jugar los seis meses que dura la liga, para nosotros sería un honor”.
—A corto plazo, si consiguieses un trabajo aquí, ¿dejarías toda tu vida en Japón para quedarte en España?
— Bueno, ahora mismo no puedo pensar en eso. Cuando llegue el momento, tomaré la decisión. Pero sí, si hay una oportunidad, me quedaría aquí. Yo quiero vivir en Rivas.
Por ahora, un avión le espera el próximo 19 de julio para volver a Japón y cumplir con sus obligaciones profesionales. Las despedidas son siempre un trago amargo que producen una fisurita en el corazón; y la mitad del de Take se quedará en Rivas con su otra familia. Sin embargo, volverá. Puede que para otros tres meses o para siempre, pero cargado, seguro, con las mismas ganas de ayudar que la primera vez.