Rocío se sitúa delante de unas pacas de paja. Está concentrada. Pese a que observan cientos de vacas, algún que otro ternero y una nerviosa perrita de raza bodeguero andaluz. Respira Rocío de forma profunda. Marca con la puntera del pie una señal en el árido suelo, libre de boñigas y demás estiércol. Agarra con fuerza en su mano derecha un tosco adoquín de poco más de un kilo. Y empieza a girar sobre sí para tomar impulso. “¡¡Voy!!”. Y vaya que si fue. Unos veinte metros mal contados. Una buena marca para su categoría, lanzamiento de adoquín. Pero no para ser campeona, todavía, de las Olimpiadas Rurales de Añora. Este fin de semana se la juega.
Mugen las vacas mientras que Rocío entrena. Cae la tarde en el valle de los Pedroches, en Córdoba, y toca ordeño. Entre tanto, aprovechando los pocos recesos que permite el oficio, Rocío se afana en tirar, una y otra vez y cuanto más lejos mejor, uno de los tantos adoquines con los que entrena. Pesan un poco más del kilo; el de los hombres supera los dos. No hay problema de espacio —casi tampoco de tiempo—, pero, por seguridad, lanza frente a decenas de balas de paja apiladas. Las moscas incordian. Huele fuerte a estiércol. Hay silencio y paz. Es lo que tiene el ser rural.
En las calles de Añora, raro es la plaza en la que cayendo la tarde no entrenan los olímpicos de la villa. Quedan pocas horas para que los abanderados recorran las calles del pueblo y empiece la competición, las Olimpiadas Rurales, que en este 2017 cumplen diez años.
AÑORA, EN LA COMARCA GANADERA MÁS IMPORTANTE DE ESPAÑA
El pueblo vive de la leche que dan sus vacas. Lo normal en el valle de Los Pedroches, la comarca ganadera más importante de Andalucía y la segunda de España.
La economía de la zona se sustenta en dos pilares fundamentales: el vacuno de leche, en torno a la Cooperativa Covap, y cerdo ibérico de bellota, que engorda en la superficie de dehesa continua más grande del mundo. Cada año municipios como Añora, Pozoblanco o Dos Torres dan juntos unos 35 millones de kilos de leche.
En Covap, de técnico de campo, trabaja Mercedes, natural de Villanueva del Rey e integrante del equipo Fip-Flop de Esparto —todos los nombres deben tener referencia al mundo rural—. Lo suyo es las carreras de cántaros. “La clave es que no se te caiga”, bromea. “Lo difícil es mantener el equilibrio, coger una línea y tratar de que no se mueva mucho”, apunta.
—¿Mercedes, en quién te fijas?
—Los abuelos siempre dan buenos trucos pero, al final, la práctica es lo que hace que le termines pillando el arte.
Y practicando está Hilario, empleado de la Caja Rural del Sur. De un tiempo a esta parte las triviales charlas con sus vecinos ya no las protagoniza el tiempo. “Saben que me participo en las Olimpiadas y me preguntan por ellas o por el entrenamiento”, confiesa.
Mide 1,89 metros y pesa 95 kilos. Y es el representante de su equipo, Los Arrimaízos, en la categoría del pingané, un juego tradicional de Añora que aprendió de su padre. “Se me ponen los pelos de punta”, confiesa. “Él llegó a ser del equipo, pero ya no puede, ahora está mayor y un pelín enfermo”, se lamenta Hilario, que en estos diez años solo ha interrumpido su participación en las Olimpiadas por el nacimiento de sus dos hijos.
El juego, una de las pruebas más complejas, se basa en dos palos, uno largo, la tabla, y otro corto terminado en puntas, el pingané. Con el la parte pequeña en el suelo, el deportista debe golpearlo en el extremo con la tabla para que suba. “Ya en el aire, golpeamos tan fuerte como podamos para alejarlo el mayor número de metros posible”, detalla. Hay cinco intentos para levantar el pingané y dos lanzamientos. Este año espera pasar de los 37 metros. “El record absoluto, unos sevillanos con 48 metros. Ese fue un buen lanzamiento”, apunta. “Lo complicado —zanja—, tener un poco de suerte, estar relajado y, cómo no, tener mucha destreza”.
En otras pruebas, la clave está en la fuerza bruta. Ese es, sin duda, el caso del garrote. Una competición en la que los contrincantes se sientan en el suelo, uno frente al otro con las suelas de los pies juntas y agarrando un garrote. Gana el que consiga levantarle el culo al rival.
GANADEROS Y JORNALEROS OLÍMPICOS
Y ahí Eulalio, con sus 115 kilos de peso, es el enemigo a batir. “Pero hay gente que pesa más que yo”, explica. “Me levantan fácil, hay cada bestiego… La cosa está clara, si tienen más fuerza que tú, te levantan”, resuelve el jornalero.
—¿Ser de campo es una ventaja?
—Creo que no, hay mucha variedad de pruebas, de fuerza o de habilidad. Eso sí, los años son una desventaja. Con 54 años, quería retirarme en esta edición, pero mi equipo no me ha respetado. Espero que este sea mi último año. Y no lesionarme. Con eso me conformo. Y si ganamos… ¡Es un alegrón!
Pero, cómo jubilarlo y remplazar a tan portentoso competidor que, además, se deja la piel jalando de la soga, su otra especialidad.
En Añora toca ser polivalente para enfrentarse a categorías como la de porteo de cántaros, carreras de zancos y de carretilla, piola, comba, lanzamiento de adoquín, tirachinas, garrote o mizos, una modalidad de lanzamiento de bolos en la que José María, de profesión ganadero, se ha especializado. “Creo que este año vamos a dar la sorpresa”, vaticina. “La clave —explica el vaquero— está en darle al último, de una fila de cuatro palos, para que puntúe por cuatro”.
Aprendió, como todos, de zagal, con los amigos. Y nunca sospechó que esa distracción con la que pasaba las tardes de verano en la niñez fuese a convertirse en modalidad, aunque rural, olímpica. Tampoco lo imaginaba Rocío Sánchez, empleada de la banca —Caja del Sur—, miembro de Los Gatelvos y participante en las jotas, el baile típico de Añora que este año ha conseguido formar parte de las pruebas.
“Las jotas no tienen complejidad, al menos para los que somos de Añora, que las conocemos. A mí me enseñó a bailarlas Mariquita de Faustino con ocho años, pero entiendo que para los que vienen de fuera sí es una prueba complicada”, explica Rocío, que con 38 años no piensa en su retirada. Por mucho que su madre le diga que con esa edad ya no está para ser olímpica.
CON PARTICIPANTES DE MADRID O BARCELONA
Un altísimo número de los participantes que este fin de semana invadirán las calles de Añora llegan de fuera. Los hay de Pozoblanco, Dos Torres o demás pueblos del valle de los Pedroches, pero también de fuera de la comarca e, incluso, llegados de Madrid o Barcelona.
Se queja amargamente el alcalde, Bartolomé Madrid (PP), al frente del municipio desde el año 1995, que muchos pueblos han copiado las Olimpiadas Rurales que él ideó. “Nosotros somos los originales, las genuinas están en Añora”, zanja.
Cosas del éxito. “El primer año tuvimos que buscar a los participantes, ahora tenemos 48 y lista de espera de hasta 13 equipos”, concreta orgulloso el alcalde.
Bartolomé es un defensor de lo rural. Se le nota en su pasión al hablar de su pueblo y la intensidad con la defiende la recuperación de juegos tradicionales, que de no ser por las Olimpiadas ya se habrían perdido. “Algunos los inventamos —detalla—, tratando de asimilar nuestras pruebas con las de los Juegos Olímpicos, de ahí el lanzamiento de adoquín”.
AÑORA, CIUDAD OLÍMPICA
—¿Alcalde, le gustaría que Añora fuese sede olímpica, pero de las de verdad?
—Ya quisiéramos, pero estamos muy contentos con lo que tenemos. Además, en esto somos los mejores. Nos han copiado, pero nosotros somos los genuinos, los originales.
No se ve nervioso al alcalde. Quizás sea de los pocos que aguanten la calma pose en Añora. Nada que ver con María Isabel González, de Dos Torres pero casada con un noriego. Lo suyo son los zancos y es del equipo Los Tentemozos. “Ayer ya tenía los nervios en el estómago —apunta—, a poco que se acerca el día, empieza a correr un cosquilleo por el cuerpo”.
También hay nervios entre quienes se estrenarán el sábado en las Olimpiadas Rurales. Pedro López y su equipo Las grullas de Pedro. Ellos son uno de los seis novatos, o cascarones de huevo, y su objetivo es quedar por delante de los que participan por primera vez. “Así nos garantizamos una plaza en próxima edición”, cuenta el joven, biólogo.