Los antojos del azar quisieron que Vidal se coronara con su palo favorito, un pesado driver que siempre cumple en las grandes citas. A 148 metros de su posición, en el hoyo 4 del campo de Gorraiz, el jubilado de espíritu incansable oteó, bajo un sol epifánico, la que se convertiría en la bandera de su vida. Se agachó, respiró y adoptó el address perfecto. “Le di bien”, recuerda. La pelota despegó recta y decidida y, cuando alcanzó altura, rompió como una afilada cuchilla la trayectoria del viento. “Iba a green”. Era lo único que supo cuando golpeó la bola. Nada más.En cuanto reposó en el suelo “la perdimos de vista todos los que estábamos ahí”. “La buscamos, pero no aparecía… ¡hasta que miramos dentro del hoyo!”, evoca sorprendido. Pero Vidal no juega al golf para acumular marcas; en realidad, lo hace con una ambición desmesurada, la de vivir.
“Ese golpe nos ayudó a ganar el encuentro”, se enorgullece sin perder esa modestia que, se intuye, le es innata. Aunque era la primera vez que conseguía una hazaña de esa magnitud en un deporte que tiende a fabricar estrellas fugaces y concede la fama en poco tiempo, apenas lo celebró, aunque sí le encendió: “Es que yo ya me llevo pocas alegrías, y esta lo fue”. En lugar de la chaqueta verde de rigor, al campeón de esta partida le aguardaba un trofeo mayor: un buen aperitivo con sus incondicionales. Había que brindar con unas refrescantes cervezas, como manda la costumbre: siempre que concluyen un enfrentamiento, ganen o pierdan, suelen prodigarse por la barra del bar.
-¿Y charlan solo de golf o de más cosas?
"Raramente se habla de golf" -afirma, tajantemente, a carcajada limpia-.
Sí, esta vez pagó él. Por la gesta. La consiguió en un torneo informal, uno de los muchos que se anima a organizar, entre los amigos de toda la vida. A algunos, con los que se ha reencontrado sobre el tapete, los trata desde niño; a otros los ha ido conociendo a lo largo de sus años. A estas alturas del partido, también se acuerda de los que le dejaron: “Tenía un buen grupo en Puerta de Hierro; casi todos han muerto”.
Precisamente, es el ambiente amistoso que florece entre hoyos uno de los aspectos que más adora de su pasatiempo fetiche: “Estás con gente con la que disfrutas, haciendo lo que te gusta. Hablas, bromeas, te relacionas”. A sus compañeros de batalla les traslada su entusiasmo y las experiencias de un hombre que ya peina canas y que, después de 97 años, sabe aplicar la paciencia como nadie. “Al mayor le llevo por lo menos 10 años y al más joven...pues 15 o 20”, apunta el cabeza de la pandilla.
Con ellos se deleita en la conversación; la tacha de básica para amenizar sus días, aunque, reconoce, “ya no se consigue fácilmente”. A falta de las palabras suficientes, el golf engrosa gran parte de su tiempo. Sus otras ocupaciones, la televisión y la lectura, ya no le llenan lo suficiente, acostumbrado a la dinámica inquieta de un ingeniero industrial que siempre ha trajinado entre constantes trasiegos.
En contraste con esa existencia azarosa del pasado, el golf: un “deporte calmado”, “sin muchos disgustos ni grandes alegrías”, al que se enganchó de casualidad, por descarte: “Empecé jugando al tenis con mi cuñado, pero no me recuperaba de un día de cansancio. Y entonces, con 45 años, pensamos que ya había que abandonar el tenis por una cosa más suave”.
Admirador de 'El Niño'
A partir de ese momento, Vidal, admirador confeso de ‘El Niño’ Sergio García, juega dos o tres veces por semana, animado por sus médicos: “Me dicen que juegue al golf, porque se está en un sitio bueno, precioso. Se anda, que es lo que ellos quieren”. “El que llega a una edad y no se mueve está perdido”, dictamina.
Además, nunca ha sufrido una lesión en el golf, pero los gajes de la competición y el tiempo han dejado impronta, sobre todo en su cintura: “Tengo cierta artrosis, que ya no me la puedo quitar. Cuando estoy de pie, quieto, me duele. Sentado o andando no”. Como los deportistas de élite, cuenta con los servicios médicos para rendir a su máximo nivel: “Mi fisioterapeuta viene dos o tres veces por semana y así puedo seguir jugando bien”.
Elisa Polo, coordinadora del Centro Residencial de la Clínica Universitaria de Navarra, coincide con la visión del golfista experimentado. Para la especialista en gerontología, el fomento del deporte a una alta edad es “importantísimo”: “Es muy saludable, porque permite que el anciano se relacione, que adquiera una rutina diaria que lo aleje del aburrimiento”. Los beneficios son numerosos en la esfera mental: “Despierta algo fundamental para la motivación vital como es la ilusión, al mismo tiempo que reactiva la mente y promueve el uso de la memoria”. Pero también en la física: “Previene enfermedades o, por lo menos, provoca que se ralentice su aparición; mantiene en activo la musculatura y favorece la articulación”. “Te sientes mucho mejor”, en definitiva.
Asimismo, la actividad física, como en el caso de Vidal, repele a uno de los grandes males de la senectud: “La interacción evita la soledad, que reduce la autonomía del individuo, aumenta la depresión, el encerramiento, la pereza y las ganas de morir”. En este círculo infinito que se va cerrando, la mente atormenta al sujeto, a quien le asaltan pensamientos que “le llevan a preguntarse por qué está aquí”.
“¿Qué deporte recomiendo? Cualquiera que implique un ejercicio aeróbico, como el yoga, el senderismo, incluso la narración”, agrega. Lo importante es que se “adapte a las características y a la edad de cada uno”. Obviamente, Vidal contará con “la elasticidad necesaria para practicar golf, que mejora la salud cardiovascular”. Como él, 140 175 séniors (mayores de 50 años), que mantienen una licencia en Real Federación Española de Golf, han sucumbido a los placeres de empujar la bola al hoyo a una edad avanzada.
Por otro lado, el ejercicio, en la mayoría de los casos,-añade Polo- promueve el contacto con el exterior, que a través del sol insufla de vitamina d a quien se expone a sus rayos. Vidal se declara fan del aire libre: “Me encanta estar sobre el campo, que te dé el sol...”
Físicamente, el golf le ayuda “porque me mantiene en movimiento” y psíquicamente “porque me mantiene entretenido”. “Yo juego por salud. Cuando se llega a mi edad uno de los problemas que tengo es pasar el tiempo”.
A pesar de que su hoyo en uno le ha cogido a punto de cumplir el siglo, Vidal es consciente de que juega peor conforme pasan los años: “Yo no llegué a ser un hándicap extraordinario”. ¿Lo máximo? “Un 14, que no es una maravilla”. Ahora carece de valoración porque ya no disputa competiciones oficiales. Es lo que tiene la vejez.
De este periodo vital habla como un alumno aventajado que nunca se adaptará del todo a su trasnochada asignatura, pero no se puede quejar. Al fin y al cabo, la suya es una vejez “apacible”, de la que no intenta escapar con sus hierros cuestas: “El golf no me hace sentirme más joven”. “Lo que hace es entretener mi tiempo”, insiste este veterano. Con resignación, sin miedo, acepta una certeza inevitable: algún día, acuciado por los achaques de la edad, “no podré jugar más”.
-¿Cuál es su próxima meta?
"Seguir viviendo".