Sólo 22,5 kilómetros, los que componen la contrarreloj de Marsella de este sábado, separan a Chris Froome de volver a hacer historia en el Tour de Francia. Al ciclista del Sky le quedan dos etapas (tres si contamos el paseo triunfal del último día) para apropiarse definitivamente y por cuarta vez en su carrera del maillot amarillo de la carrera ciclista más importante del mundo. Por mucho que esta victoria vaya a ser quizá la más disputada de todas las anteriores, también se tratará, al menos hasta la fecha, de la más antológica. Porque, de subirse a lo más alto del podio de los Campos Elíseos, Froome se quedará a un paso de igualar la leyenda de los cuatro dominadores históricos por antonomasia de la Grande Boucle: Jacques Anquetil, Eddy Merckx, Bernard Hinault y Miguel Indurain. En el zurrón de todos ellos, cinco Tours, uno más de los que tendría el británico al superar los tres de Philippe Thijs, Louison Bobet y Greg LeMond. De lograrlo, se convertiría en el único con cuatro rondas galas en su haber.
Puede que las dudas le hayan invadido más que nunca en esta ocasión, con rebeldía en sus propias filas incluida, pero Froome se ha agarrado a su vitola de favorito costase lo que costase. En una de las etapas clave de esta edición, con los Alpes como escenario, volvió a desempolvar los galones. Cuando más apagada parecía su faceta ofensiva, esta reapareció en el mejor momento posible, durante los últimos kilómetros del día. Ni fue un ataque sostenido ni sus rivales tardaron en contestarle, pero quedó claro que nadie gana al líder en solvencia.
La última jornada montañosa del Tour lo dejó casi sentenciado. (Así le hemos contado la etapa en directo). El desarrollo fue parecido al del día anterior: un grupo numeroso de corredores (50) se escapó en la salida, dividiéndose poco después en dos bloques con un minuto de diferencia y ningún favorito metido.
No pasó nada en el Col de Vars, de primera categoría, el primer y penúltimo puerto de la jornada. Los favoritos se reservaban claramente para el último puerto, Izoard, "el Mont Ventoux de este año" (en palabras de Chris Froome). Delante, con siete minutos de ventaja, algunos de los 'jornaleros de la gloria' intentaban desgajarse de la escapada con ataques poco fructíferos hasta que Romain Sicard, Darwin Atapuma, Tony Gallopin y Alexey Lutsenko lograron meter medio minuto a sus compañeros de fuga y coronaron sin más compañía la primera montaña del día.
[Consulte las clasificaciones de la carrera].
La situación varió poco hasta las primeras rampas del mítico Col d'Izoard, la tercera llegada más alta en la historia del Tour, salvo que otros cuatro corredores (Edet, Navarro, Grmay y Hardy) alcanzaron la cabeza de carrera. El equipo de Bardet, Ag2r, aceleró el ritmo progresivamente en el pelotón de favoritos, preparando el ataque desesperado de su líder en la última oportunidad de lanzarse a por la victoria.
Carrera dividida
Lutsenko y Edet volvieron a quedarse solos en la lucha por el sueño de la etapa.Pero el interés estaba detrás, en la clasificación general y el previsto acoso masivo a Froome. El pelotón volaba y había reducido la diferencia a 4.30 a falta de 19 kilómetros a meta: entre el dúo de cabeza y los favoritos había 28 ciclistas diseminados en dos grupos.
Lutsenko, del Astana, había logrado dejar a Edet a falta de 15 kms para la llegada. Poco después, los combativos Atapuma, Gallopin y Dani Navarro se lanzaron en su persecución. La etapa se vivía en dos focos: por detrás, donde estaba lo importante, el ritmo seguía fortísimo, pero la carrera siguió sin sorpresas hasta el kilómetro 173, a seis de meta, bajo un sol espléndido y un paisaje de postal. Por aquel momento, Atapuma se había deshecho ya de sus compañeros de fuga y había superado incluso a Lutsenko. Aru pareció descolgarse del grupo y Barguil (el 'rey' de la montaña) asestó el primer ataque a un ritmo angustioso impuesto por el último compañero de Bardet. Le siguió Alberto Contador, pero fue algo provisional. Todos ellos fueron sobrepasando corredores de la antigua escapada mientras el líder de la montaña confirmaba su extraordinario momento de forma.
Poco después, Martin volvió a atacar, pero en vano. El Sky no permitía alegrías a corredores bien clasificados en la general mientras Fabio Aru confirmaba su decadencia y perdía contacto con el 'grupetto' y hacía la goma con Nairo Quintana.
Ataque de Landa
Entonces llegó el momento clave de la carrera: Landa saltó con permiso del líder y se fue a por la gloria. Nadie pudo con él. Sin cambiar el gesto, inalterable, el alavés se fue a por la etapa y el podio sin fruncir el ceño. Por detrás, Froome vigilaba los ataques de Martin, Aru decepcionaba y Bardet no podía. Urán, siempre a rueda.
Poco después, Bardet demostró que sí tenía fuerza y atacó, a dos kilómetros y medio de meta. Froome y Urán se le pegaron: un problema para Landa. Y entonces Froome despegó y atacó a sus rivales con mucha fuerza en el falso llano, en una demostración de superioridad colosal que fue contestada pronto por el segundo y tercer clasificado. Alcanzaron a Landa y los cuatro mejores del Tour se fueron a por Atapuma y Barguil, ya unidos. La etapa no estaba garantizada para la cabeza de carrera, pero la situación no era propicia para que Landa compartiese podio en París. El francés descolgó al colombiano y enfiló solo el último kilómetro, entre vallas, arropado por su público. Ganó; su compatriota Bardet arañó ocho segundos de bonificación y el mejor ciclista de este Tour, gregario dorado del maillot amarillo, perdió muchas posibilidades de subirse al cajón en los Campos Elíseos tras una carrera sencillamente fabulosa. Como avisó, ya nunca será segundo de nadie.