Hace 10 años exactamente, en la Eurocopa de Austria y Suiza 2008, España acababa con sus complejos. Llegaba al verano, como siempre, debatiéndose entre su favoritismo –permanente durante décadas– y su realidad histórica: la caída en cuartos de siempre. Sin embargo, de la mano de Luis Aragonés, de su bautismo como la ‘Roja’ –no hay que olvidar que anteriormente fue la ‘Furia’– y del nacimiento del tiqui-taca, la selección puso fin a cualquier maldición pretérita. Se supo mejor que nadie y acabó ganando el campeonato. El aficionado sonrió -por fin- y el equipo de todos inauguró una fiesta que duraría hasta 2014.
Aquella borrachera continental de 2008 dio paso a otras dos noches memorables en Sudáfrica 2010 y Polonia y Ucrania 2012. España se hizo con la triple corona (Eurocopa, Mundial y Eurocopa) y se dispuso a recibir elogios. Entonces, el embrujo finalizó. Las eliminaciones en la fase de grupos de Brasil 2014 y en los octavos de Francia 2016 dieron paso a un proceso de renovación. Del Bosque cedió el testigo a Lopetegui y parte de la vieja guardia (Xavi, Xabi Alonso…) se apartó en pos dejar paso a los siguientes. Porque sí, la fiesta fue memorable, pero la resaca fue dura. Muy dura.
Luis Aragonés y Del Bosque marcaron las pautas. Ambos establecieron, en sus respectivas etapas, un estilo de juego. El tiqui-taca, consagrado a nivel mundial, fue asumido por el nuevo técnico, Julen Lopetegui, y por todos los seleccionados. Desde los veteranos (David Silva, Piqué, Ramos o Iniesta), guías del futuro, hasta los más nuevos (Isco, Asensio, Saúl…). Todos se saben el método y tienen las condiciones idóneas para ponerlo en práctica en el Mundial de Rusia 2018, la cita en la que la selección tiene que recuperar el camino perdido tras Brasil 2014.
Esa es la realidad, el contexto que asumirá España en los próximos meses. Por una parte, esta nueva generación recibirá de su antecesora un pasado glorioso, un método y un prestigio. España, desde entonces, ya no sólo es candidata, sino favorita por pleno derecho. Su cantera es considerada una de las mejores de Europa y su selección es una de las rivales a batir. Pero, por otro lado, los jóvenes tendrán que reinventar el tiqui-taca. Saben que es un estilo que, por condiciones, les favorece. Pero Isco no es Xavi, Asensio no es Iniesta, Busquets no tiene un escudero como Xabi Alonso, Morata tampoco es Torres… En definitiva, no son los mismos. ¿Y qué quiere decir esto? Que tendrán que hacer las cosas a su manera, que el peso de la historia recae ahora sobre ellos, que el futuro es suyo y que lo tendrán que amoldar a sus circunstancias.
Realmente, eso ya lo han puesto en práctica los nuevos. España llegará a Rusia tras acabar la fase de clasificación invicta y sin perder su identidad. Lopetegui ha conseguido mezclar la veteranía con la savia nueva y proponer sobre el campo un estilo reconocible. Y eso ha derivado en un reconocimiento externo. Tras los varapalos de Brasil 2014 y Francia 2016, la ‘Roja’ vuelve a aparecer como una de las grandes candidatas para ganar el Mundial de Rusia. Junto a ella aparecen Alemania (vigente campeona del mundo), Portugal (campeona de Europa), Argentina (por razones evidentes: tienen a Messi), Brasil (con Neymar como gran exponente) y Francia (subcampeona continental y uno de mejores conjuntos hombre por hombre y posición por posición).
Esa es la competencia externa que se encontrará la selección. A nivel interno, Lopetegui tendrá todavía que decidir a quién lleva en determinados puestos. Aunque sus dudas, sobre todo, conciernen a la delantera. Con el resto del equipo más o menos perfilado, el seleccionador tendrá que valorar si convoca a Diego Costa (no ha podido ir hasta ahora por la sanción del Atlético que no le ha permitido fichar) y no ha podido ver en qué nivel se encuentra. Más allá de eso, España lo tiene todo para ser candidata a todo: juventud, experiencia, juego y prestigio. Falta confirmarlo en una gran cita como Rusia 2018. Renovarse o morir: no le queda otra.