Esta es una historia de amor, duradera en el tiempo y con trágico final. Podría ser el guión de una novela de William Shakespeare, pero no, ocurrió en la realidad. Y sus protagonistas no son humanos, sino caballos, unos animales que, en palabras de su dueño, "fueron dos niños que se enamoraron".
Nicky Henderson es un conocido entrenador de caballos inglés que reconoce no haber vivido nada igual. Hace diez años llevaron a diez caballos a Lambourn, un pequeño pueblo del Reino Unido, junto a Oxford, en el que se encuentra el 'Valle de los Caballos', una zona con pistas de entrenamiento en las que entrenan a diario los mejores caballos de carreras de Inglaterra.
Allí habían llevado a alguno de los mejores caballos del país, pero se dieron cuenta que rápidamente algo inaudito estaba pasado. Dos de ellos, Simonsig y Triolo D'Alene, se volvieron inseparables a los pocos días a pesar de que no se conocían de nada. Comían juntos, pasaban los días unidos, también dormían juntos... Estaban en una caballeriza con ocho corrales, pero ellos no se separaban.
“Eran como los mejores amigos. Caminaban juntos, bebían juntos, comían del mismo pesebre de alimentos”, narró Henderson, entrenador de ambos, que explicó que Simonsig y Triolo D'Alene "apoyaban la cabeza frente a frente, se rascaban la espalda, compartían la olla de comida...”.
Todos estos gestos llevaron a su entrenador a denominarles como "dos niños que se enamoraron" en una historia, según Dave Fehily, uno de los cuidadores de Simonsig, que "ha sido la relación más extraordinaria que haya visto entre caballos". Ambos estaban preparados para las principales carreras de Inglaterra. Simonsig ganó ocho de las 13 pruebas que hizo en su carrera. Triolo D'Alene, un año más joven que su 'amigo', lograría siete triunfos, el más importante en la Copa de Oro de Hennessy.
Debbie Marsden, una consultora de Escocia que analiza el comportamiento equino, quiso hacer un estudio sobre un caso al que consideraron como “muy, muy interesante” y del que dijeron que había tantos gestos cariñosos que "lo único que faltaba era que tuvieran un tipo de apareamiento". Esto era imposible, porque ambos estaban castrados tal y como se hace con estos caballos. Llegaron incluso a destacar que su relación era más cercana que la que se daba entre machos y yeguas.
Aquellos que convivieron con los dos caballos así como expertos en este deporte han querido describir "el vínculo inusual" que surgió entre Simonsig y Triolo D'Alene. Lo hacen un año después del final de esta historia, que como si fuera una novela de hace siglos acabó en tragedia.
A finales de 2016, durante una carrera en Cheltenham, al suroeste de Inglaterra, Simonsig se rompió una de sus piernas cuando fue a saltar una valla. El "tímido" caballo, tal y como lo definió Henderson, pudo continuar, pero minutos después se desplomó frente al último obstáculo. Había muerto.
La reacción de Triolo D'Alene fue la esperada. Cada vez que llegaban de una prueba y escuchaban al remolque llegar, ambos se gritaban, avisándose de que ya estaban allí. Ese día, como los siguientes, Triolo D'Alene no saludó a su amigo. Ya no estaba. A partir del trágico final de Simonsig, el caballo cambió de gestos y de rutina. Se le vio más triste, sufrió ataques de ansiedad y acabó teniendo un accidente con el que se rompió la cadera. Nunca más volvió a competir.
Los aficionados mandaron cartas a Nicky Henderson: "Ni siquiera puedo leer todas las cosas que la gente ha escrito sobre Simonsig. Son fantásticas", comentó el entrenador. La historia se hizo muy famosa entre los amantes de este deporte, conscientes de la historia de amor entre dos caballos que había acabado en tragedia.