Han pasado cinco años desde que Gloria Viseras denunciara públicamente los supuestos abusos sexuales por parte del exseleccionador nacional de gimnasia, Jesús Carballo. En su declaración ante la policía, que recogía EL PAÍS, detalló hechos sufridos desde los 12 hasta los 15 años en entrenamientos, hoteles y en el coche del denunciado. "Tenía sentimientos encontrados: le admiraba, le quería, pero a la vez tenía terror y me sentía obligada a soportar cosas. Me volvía loca intentando averiguar qué había hecho mal porque unas veces me trataba bien, otras mal y otras me ignoraba sin motivo aparente". La denuncia fue respaldada por su excompañera Irene Martínez—quien explicó cómo una noche vio a Carballo abusar de Gloria—, y por el entrenador Toni Llorens, testigo de tocamientos.
Desde que se hicieran públicos estos hechos, Gloria asegura que ha sufrido las mismas tácticas para mantenerla callada: “Es como volver a vivirlo todo otra vez, como ser violada de nuevo. Te acusan, te acosan... todo para que te calles otra vez”. Los insultos se incrementaron cuando en 2017 la Audiencia Provincial condenó a los tres denunciantes a pagar una indemnización a Carballo por intromisión ilegítima al derecho al honor. Pero esta semana, un año después, el Tribunal Supremo ha dado la razón a los tres denunciantes, representados por el letrado Enrique Arnaldo Benzo. "La denuncia fue archivada por estar prescrito el delito (en este caso 20 años), lo que habría impedido probar en el proceso penal la comisión del delito y, por tanto, la inocencia de la recurrente", asegura la sentencia, que destaca la relevancia pública y la veracidad de los hechos, recalcando que los abusos a menores son difícilmente detectables por producirse de forma clandestina. "Pese al grave riesgo de vulneración del honor, del que este tribunal es consciente, una exigencia de prueba de la veracidad de tal rigor supone impedir que este tipo de conductas puedan ser denunciadas públicamente y cargar a las víctimas y testigos con el grave riesgo de sufrir condena por su actuación, lo que supone una disuasión para la denuncia pública". "Estamos contentas, pero tenemos mucha cautela por si esto no es el final. No podemos relajarnos”, dice a EL ESPAÑOL Gloria Viseras.
Miran tu Facebook y dicen que como estás riéndote no puede ser verdad lo que cuentas
Contar los abusos debía suponer una especie de alivio, pero se convirtió en una pesadilla. “Desde ese momento recibimos insultos, nos culparon, nos llamaron mentirosas… Es verdad que recibimos mucho apoyo de nuestras familias y del CSD, pero fuera de ahí han sido años muy difíciles, especialmente desde la sentencia de la Audiencia Provincial (2017)”. El acoso en redes sociales ha sido continuo. “Tienes miedo, ves cómo se trata a las víctimas cuando salen a hablar y cómo te culpabilizan. Miran tu Facebook y dicen que como estás riéndote no puede ser verdad lo que cuentas”. Carballo, aseguran, tiene mucho apoyo en redes: “Hay un grupo muy activo que le apoya mucho y que son muy feroces. Llevan un año diciendo que he sido condenada y que me calle la boca. Yo voy a seguir con mi vida digan lo que digan. Yo jamás cuestionaría a nadie. Además, no tenía ninguna necesidad de meterme en esto. Tengo una vida hecha, tres hijos, una posición… ¿Qué necesidad tengo si no es verdad? Cuando vas a la policía sabes que el delito está prescrito, sabes que no le va a pasar nada. ¿Para qué meterte en esto entonces?”
Pese a dar un gran paso, Gloria no se siente valiente: “Siempre he sido una persona que ha sufrido de miedos. Sobre todo después de la gimnasia y de esta experiencia, muchas veces he sentido angustia y miedo y no he sabido a qué. Hoy, por ejemplo, estoy con miedo de estar demasiado contenta porque luego va a venir un palo. No me considero valiente, no sé qué es ser valiente. Soy positiva pero tengo miedos. Denunciar esto me parecía una responsabilidad, porque de haber sido valiente lo habría denunciado hace 30 años. A raíz de reunirme con mis compañeras y confirmar que había más víctimas y que todos los indicios dicen que la Federación lo supo, moralmente no podía dejar de hacer algo. Tengo tres hijos. Al final dices madre mía, dónde me he metido. Pero no contemplé ninguna otra opción”.
Hechos y testigos
Los hechos que Gloria e Irene relataron se remontan a finales de los años setenta, cuando eran menores de edad. "Empezó con roces, con llevarte a casa en el coche, masajes... Me hacía esperarle en la sala de calentamiento sola, encerrada con llave", dijo en 'Informe Robinson' tres décadas después. "Era nuestro secreto, porque te decía que si lo contabas no te iban a dejar ir más y que te iba a hacer una campeona. Con la mente de ahora no lo entiendes, pero entonces creía que era totalmente culpable, que tenía lo que merecía. Me ha costado mucho quitarme la culpa". En ese mismo programa su compañera Irene Martínez explicaba el miedo paralizante que sentía al ver a Jesús. "Quería ser una gran gimnasta. Mi objetivo era ser la primera mujer en ir a dos Juegos Olímpicos, así que cumplí deportivamente". Pero Irene no solo vivió situaciones hostiles, sino que vio cómo Jesús abusaba sexualmente de Gloria en una concentración antes de los Juegos Olímpicos. "Nos concentraron a las dos solas y dormíamos en la misma habitación. Una noche me desperté y estaba abusando de ella". Gloria fue consciente de que Irene lo sabía muchos años después.
El capítulo que cierra esta etapa se produce cuando Gloria, después de varios meses de abusos, no pudo reprimir más las lágrimas de camino al coche. Al verla llorar, su padre no dudó en dirigirse al seleccionador. "Oía los gritos desde el coche. No sé qué pasó, creía que le iba a matar. Se subió al coche y le dijo que no volvería a entrenar. Y ahí me sentí culpable porque no había podido contener las lágrimas. Me mandaron a Bulgaria y es entonces cuando me empecé a darme cuenta de lo que me había pasado. Aquí no me tocan, aquí no me insultan. Empecé a darme cuenta de que lo que había pasado no era normal". Hasta hace pocos años, Gloria ha seguido sintiendo culpa y admiración por Carballo. "No hace mucho tiempo me encontré con él y pensé que me pediría perdón".
Toni Llorens, el tercer denunciante, vivió este tiempo con la pena de no haber parado los abusos de los que fue testigo. El entrenador asegura que en 1979 vio a Carballo realizar tocamientos a Gloria: “Ella estaba estirada boca arriba y él al lado. Con una mano iba acariciando sus pechos y acompañándolo de caricias y besos. Esa es la escena que yo presencié”, dijo a Informe Robinson en 2013. Gloria tenía 14 años. “No podía aguantar más”, relató, así que decidió acudir a los responsables de la Federación, que negaron los hechos. Entonces, se vio ante una situación crucial: "Era dejar la gimnasia porque no me hacían caso o escuchar comentarios de que había dado falso testimonio por la impotencia de no tener niñas tan buenas como las de Jesús". De alguna manera se redimió, apoyando a las dos gimnastas en su denuncia pública y en los tribunales. “Toni nos ha apoyado muchísimo. Moralmente no se podía quedar callado porque fue testigo. Y por ayudarnos le ha caído la mundial”, lamenta Gloria.
Cuando Jesús Carballo fue denunciado, 72 gimnastas emitieron una carta de apoyo al exseleccionador. Todas ellas de épocas posteriores. “Son chicas que no estaban ahí. Es algo que se desarrolla en la intimidad. Pueden decir que no les pasó a ellas, pero no pueden decir jamás que no pasó”.
¿El abuso es sistémico?
El movimiento #MeToo ha puesto de manifiesto los abusos sexuales en diferentes ámbitos. En el deporte, un caso similar al de Gloria e Irene se destapó recientemente en Estados Unidos. El exmédico de la selección de gimnasia, Larry Nassar, ha sido condenado a 60 años por abusar de siete niñas, denunciado además por más de un centenar de gimnastas, incluida la campeona olímpica Simone Biles. “La única diferencia es que en Estados Unidos no prescribe y aquí sí. Había indicios para una investigación a fondo, para haberle puesto ante el juez. Me alegro de que a estas chicas se les esté restituyendo lo que se puede. Es algo tremendo que llevas toda la vida encima”.
En España va a costar mucho más que se destapen abusos. Todavía se culpa mucho a la víctima, se le dice que debe aguantar
Gloria considera que los abusos sexuales en el deporte son un problema sistémico. “Pero en España va a costar mucho más que se destapen abusos. Todavía se culpa mucho a la víctima, se le dice que debe aguantar. Tenemos mucho trabajo de concienciación por hacer y de dejar de justificar ciertos comportamientos que son previos al abuso sexual pero que facilitan entornos muy cerrados, donde hay una persona con mucho poder. Se puede detectar antes de que aparezca, y aún así es difícil por cómo es el deporte de alto nivel, por la inocencia de los niños. Por eso trabajamos a través de nuestras historias a aprender a ver esos entornos potencialmente abusivos. Eso de poner la responsabilidad en que el niño denuncie hay que cambiarlo, la responsabilidad de los adultos es mantener a los niños a salvo, no preguntar por qué no lo has hecho antes. ¿Por qué los adultos no me han mantenido a salvo? Por estas cosas tenemos un proyecto para proteger al menor en el deporte. Estamos muy volcadas en darle la vuelta a una experiencia tan negativa. Tengo tres hijos y uno de ellos ha sido deportista de élite. Es duro, pero lo haces por ellos".