“Parece que lo hace fácil”. La frase, manida, se repite cada poco tiempo. En casa, en el bar o en el mercado. Hace 10 años o ahora. En baloncesto, en fútbol o en los Juegos Olímpicos. De repente, aparece alguien que ejerce con naturalidad y suficiencia su profesión. Michael Jordan, Maradona, Messi, Rafa Nadal… Todos aparecen en escena con una confianza desmesurada y sensación de superioridad. Saben que van a ganar. Es más, lo transmiten. Los rivales los miran de aquella manera, los espectadores preparan abrazos y puños en alto… Y ellos, bueno, cumplen con las expectativas. Como Lydia Valentín, que siguió los pasos de todos los anteriores en su disciplina, en halterofilia. Este sábado, se proclamó campeona de Europa por cuarta vez y, de paso, sigue con su lucha por acabar con todos esos prejuicios que han castigado a su deporte.
La berciana aumentó su leyenda en Bucarest (Rumanía) con esa facilidad que sólo corresponde a los encargados de escribir la historia. Su figura, imponente, no quebró sus aspiraciones en ningún momento. Había fijado su objetivo en ganar los tres oros (en arrancada, en dos tiempos y en total olímpico) y lo logró. Subió al podio y acabó con el mito de Estefanía Juan, ganadora continental en tres ocasiones: en 1997, cuando apenas tenía 16 años, y en 2006 y 2007. Ahora Lydia, que ya era la mejor halterófila de la historia de España, es única. No hay nadie mejor que ella a nivel nacional.
Su palmarés es tan extenso como su influencia. Empezando por lo cuantificable, la berciana acumula tres medallas en los Juegos Olímpicos (oro en Pekín 2008, plata en Londres 2012 y bronce en Río 2016), es campeona del mundo (Anaheim 2017), mejor halterófila de 2017 y, desde este sábado, cuatro veces campeona de Europa (2014, 2015 y 2017). Eso es lo que se puede contar, lo que quedará en los libros de historia del deporte, la referencia que quedará para sus sucesores, su leyenda. A partir de ahí, Lydia ha conseguido algo que sólo corresponde a unos pocos elegidos: trascender.
Sus logros tienen un doble significado en lo social. Por un lado, Lydia es considera la pionera en lo mediático. “Antes teníamos que explicar qué era nuestro deporte; ahora sólo los movimientos. Es gracias a ella”, reconocía Josué Brachi, campeón de Europa, en una entrevista con EL ESPAÑOL. Ella ha conseguido que se hable de halterofilia; la ha sacado de la clandestinidad. Es la que ha abierto el camino, por mucho que otros, con anterioridad, ganaran medallas. Ahora, los niños/as quieren levantar peso como ella.
Por otro lado, ha acabado con todos los prejuicios con los que cargaba su deporte. Ha demostrado que la halterofilia ya no es un deporte de hombres. No, no lo es. Es más, los hombres siguen su estela, confían en su ejemplo y le piden consejos. Lydia es un referente para todos, para ellos y para ellas. Levantar pesas, ya no es algo masculino. La halterofilia ha encontrado en la categoría femenina a su referente. Y ellos, obviamente, encantados.
Su trascendencia, aunque no es cuantificable, sí que se nota en dos sentidos. El primero, la cantidad de niñas que han comenzado a hacer halterofilia. ¿La muestra? Este sábado, en el nacional sub-17 habrá el mismo número de hombres que de mujeres, como confirman desde la Federación. Y, en segundo lugar, por la consecución del mejor europeo de la historia de España, que ha sumado 13 medallas continentales: Lydia Valentín (tres), Josué Brachi (tres), David Sánchez (dos), Irene Martínez (bronce), Andrés Mata (tres) y Alberto Fernández (una).