El deporte español recibe de uñas a Màxim Huerta, el ministro que hace de todo "menos deporte"
- Su reconocido desinterés por el mundo del deporte y sus posibles lagunas en la gestión han provocado un gran escepticismo.
- De tertuliano de Ana Rosa a ministro de Cultura: Màxim Huerta, un político ‘best-seller’
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Justin Trudeau, primer ministro de Canadá, el que apretaba la mano de Donald Trump en vez de estrechársela con recelo como hicieron tantos otros líderes mundiales, abrió el camino al regreso de los tecnócratas al poder. Él colocó a un médico de familia como ministro de sanidad, a un empresario agrícola como ministro de agricultura o a un inmigrante somalí como ministro de inmigración, refugiados y ciudadanía. No se le olvidó ni un detalle. Ni siquiera el deporte, al frente de cuya cartera colocó a Carla Qualtrough, una exnadadora paralímpica que participó en los Juegos de Seúl 1988 y Barcelona 1992.
El gobierno de Pedro Sánchez tiene una clara inspiración canadiense. El gobierno de los mejores y los más aptos en cada parcela. Un astronauta para la ciencia. Una economista del más alto nivel de la Unión Europea para Economía. Una fiscal conocida por su lucha contra el yihadismo para Justicia. ¿Y para el deporte? Para el deporte un periodista que ni sabe ni ha manifestado interés por saber. Ahí están sus tuits para aclarar dudas.
Umberto Eco: "odio a los deportistas". Yo, el deporte. Que manera de sobrevalorar lo físico! Ozu
— màximhuerta (@maximhuerta) 26 de abril de 2010
No tuiteo de fútbol porque no tengo ni puta idea. Perdonadme.
— màximhuerta (@maximhuerta) 29 de mayo de 2016
Menos deporte creo que hago de todo
— màximhuerta (@maximhuerta) 22 de abril de 2010
Desconozco el mundo del deporte, pero lo imagino. Mi respeto.
— màximhuerta (@maximhuerta) 24 de octubre de 2017
En apenas ocho días el balón echará a rodar en Rusia. Comienza el 14 de junio el Mundial de fútbol, donde la selección española de los Iniesta, Ramos o Piqué parte como una de los grandes favoritas al título, y el máximo representante de nuestro deporte ha dejado claro que de fútbol 'ni papa'.
El nombramiento como ministro de Cultura y Deporte de Maxim Huerta, colaborador de EL ESPAÑOL, ha sido tan celebrado por el mundo cultural como recibido con escepticismo por la parte deportiva. Y, de hecho, muchos argumentan sus recelos en base al primer tuit que publicó nada más conocerse su nuevo puesto en el gobierno de Pedro Sánchez acompañado de una foto junto a Ana María Matute. "La cultura nos hace más libres", dice. Del deporte, nada.
La cultura nos hace más libres. Y más felices.
— màximhuerta (@maximhuerta) 6 de junio de 2018
Hoy me acuerdo de ti, maestra. pic.twitter.com/aGQwNx8Pja
Junto con el astronauta Pedro Duque, el de Maxim Huerta es, probablemente, el nombramiento más mediático del nuevo gobierno socialista, donde las mujeres ocupan 11 de las 17 carteras asignadas por Pedro Sánchez. Un movimiento en clara tendencia a fortalecer el papel de la mujer en los puestos clave del ejecutivo que, sin embargo, ha quedado opacado precisamente por el ministro de Cultura y Deporte.
Desde el mismo momento de su nombramiento, y más allá de unos tuits de hace varios años, lo cierto es que Maxim Huerta aterriza en una cartera llena de trampas y en la que el deporte no le será un colchón donde descansar de las difíciles decisiones que deberá tomar como responsable de la cultura española. Y ni siquiera se habla aún de las funciones de mediación tan necesarias y aún pendientes en el deporte español.
A José Ramón Lete, secretario de Estado para el deporte saliente, apenas le ha dado tiempo a nada tras la salida de Miguel Cardenal, aunque las investigaciones de la Guardia Civil tras las denuncias del Consejo Superior de Deportes de este desembocaran en el desarrollo del 'Caso Soulé' por el que Ángel María Villar acabó primero en la cárcel y después inhabilitado. Con Luis Rubiales al frente de la RFEF, la nueva batalla con diferentes protagonistas del fútbol español será uno de sus grandes desafíos desde el el día uno. Aunque no el único.
Mucho más allá de eso, la guerra contra los amaños de partidos profesionales y semiprofesionales -la pasada semana la Guardia Civil denunció sus sospechas sobre dos partidos de Segunda División-; el enfrentamiento entre la Federación Española de Baloncesto y los clubes de la ACB a cuenta de las ventanas FIBA; la necesidad de potenciar, dar visibilidad, estructura y peso al deporte femenino en el ámbito de profesional; la negociación con las administraciones locales y autonómicas tanto política como económicamente ya sea en los Juegos del Mediterráneo de Tarragona o en la candidatura para los Juegos de invierno que se está gestando en Barcelona; o el deporte en sí mismo como vía para hacer de la española una sociedad mejor, donde la obesidad y el sedentarismo desaparezcan ahorrándole así miles de millones a la sanidad nacional serán los auténticos retos a contrarreloj de un ministerio que ya nace cuestionado.
Las dudas en torno a la figura de Maxim Huerta y su trabajo radican precisamente así, en su capacidad de gestión. Más allá de la política que nunca ha ejercido de forma profesional preocupan los retos de gestión y mediación donde la figura del ministro es fundamental. Y no sólo en el deporte, pues a esos retos se enfrentará igualmente en el mundo de la cultura.
También es cierto, sin embargo, que en España, tradicionalmente, la persona al frente del deporte patrio ha sido el secretario de Estado para el deporte. De Gómez Ángulo y aquel himno de Riego en la final de la Copa Davis frente a Australia a Cardenal y su enfrentamiento personal con los rectores del fútbol español o los supuestos cobros irregulares de Rafael Cortés hasta llegar al perfil negociador de Lete y sin olvidar la figura de Jaime Lissavetzky y las candidaturas olímpicas fallidas de Madrid.
El gran acierto de Maxim Huertas será encontrar a la persona idónea -o aceptar la que el PSOE le diga que es la persona adecuada- y dejarle trabajar como secretario de Estado para el deporte, aunque eso, una vez más desde el primer nombramiento de un secretario de Estado para el deporte en 1977 en la figura de Benito Castejón, sea la enésima falta de aprecio por parte de todos los gobiernos de todos los colores a un ámbito de la sociedad tan fundamental como el deporte, ya sea en cuanto a visibilidad o en lo que a la parte económica se refiere.